Tras la caída de Khadafy, llega la invasión de empresas occidentales
Compañías constructoras y de seguridad ven grandes oportunidades en el país petrolero
WASHINGTON.- Las armas en Libia todavía están humeantes, y el apoyo militar de la OTAN a la rebelión que derrocó a Muammar Khadafy recién terminará oficialmente mañana. Pero una nueva invasión ya se prepara para desembarcar en Trípoli.
Las empresas constructoras y de seguridad de Occidente que estrecharon sus márgenes de ganancias en Irak y en Afganistán voltearon sus ojos hacia Libia, liberada de 42 años de dictadura. Los empresarios están muy entusiasmados con el potencial para los negocios de un país con grandes necesidades y mucho petróleo para financiarlas, a lo que se suma la ventaja competitiva de la gratitud de los nuevos dirigentes libios hacia Estados Unidos y sus socios de la OTAN.
Una semana antes de la muerte de Khadafy, una delegación de 80 empresas arribó a Trípoli para encontrarse con funcionarios del Consejo Nacional de Transición (CNT), que ejerce interinamente el gobierno. La semana pasada, el nuevo ministro de Defensa británico, Philip Hammond, urgió a las empresas de su país a "hacer las valijas" y viajar a la capital libia.
El cuerpo de Khadafy se exhibía todavía en público y ya una empresa británica, Trango Special Projects, ofrecía sus servicios de apoyo a las empresas que quisieran sumarse a la aventura. "Mientras siguen las especulaciones sobre la muerte de Khadafy -decía el sitio web de Trango-, ¿usted y su empresa ya se prepararon para volver a Libia?"
La compañía ofrecía habitaciones en su villa de Trípoli y transporte a cargo de su "discreto equipo de seguridad mixto, integrado por británicos y libios". Pero esa discreción no es nada barata. El precio por el traslado desde el aeropuerto -un viaje de diez minutos que en taxi cuesta unos 5 dólares- era ofrecido por Trango a 550 libras esterlinas (800 dólares).
"Es una especie de fiebre del oro", dijo David Hamod, presidente y director ejecutivo de la Cámara de Comercio Nacional Arabe-Norteamericana. "Y los europeos y asiáticos nos llevan una amplia ventaja. Todos los días recibo llamadas de la comunidad empresarial libia. Me dicen: «Vuelvan, no queremos que los norteamericanos se queden afuera»", añadió.
Sin embargo, ambas partes se muestran dubitativas, y hasta ahora las palabras exceden en mucho a la acción. Con la esperanza de evitar cualquier eco de la escandalosa corrupción de la era Khadafy, el CNT manifestó que no se firmarán contratos a largo plazo hasta que un gobierno elegido esté en el poder.
Con sus ciudades plagadas de armas y de jóvenes desempleados, Libia no ofrece un ambiente seguro para los negocios: es ahí donde aparece el negocio de la seguridad privada.
Al igual que Francia y Gran Bretaña, también Estados Unidos podría aprovechar la gratitud de las autoridades libias por el decisivo apoyo que recibió la revolución de parte de la OTAN. Cualquiera sea el rigor de la legislación que se aplique a los nuevos contratos, las compañías de Occidente esperan contar con cierta ventaja respecto, por ejemplo, de China, que hasta julio pasado ofrecía venderle armas a Khadafy.
En Trípoli se respira una atmósfera de "ya veremos". Muchos aún se dedican a proteger a periodistas extranjeros, pero otros esperan conseguir contratos del flamante gobierno para entrenar a sus indisciplinadas fuerzas. Empresarios del sector de la seguridad afirman que la tarea por realizar en Libia no tendrá las colosales proporciones de gasto que tuvo en Irak y en Afganistán, pero con los ajustes en Europa y Estados Unidos, de todas maneras, es casi un premio.
Inversión
Las oportunidades de negocios para las empresas occidentales en Libia se abrieron en 2004, cuando Khadafy decidió dar por finalizado su programa de armas nucleares y el país salió de su condición de paria.
Hamod condujo cuatro delegaciones de empresarios norteamericanos a Libia entre 2004 y 2010, y observó "un progresivo descongelamiento de las relaciones comerciales". Para 2010, la inversión extranjera total en Libia había crecido hasta los 3800 millones de dólares, desde un estimado de 135 millones en 2002, según datos del Banco Mundial.
Pero muchos acuerdos se vieron frustrados por las descaradas demandas de los hijos de Khadafy para tener una participación en las ganancias. Y después de varios años de sanciones económicas y abandono, el estado del país es penoso. Libia "necesita de todo", dijo Hamod: servicios bancarios y financieros, hospitales, rutas, puentes, infraestructura energética y para la industria petrolera.
Ahora, después de meses de lucha armada y en medio de una situación aún inestable, hay nuevas y enormes necesidades, como reconstruir los complejos habitacionales -reducidos a escombros por los bombardeos-, proteger las instalaciones petroleras mientras recuperan su capacidad de producción, y entrenar y equipar a las nuevas fuerzas armadas.
Hamod señaló que las empresas norteamericanas son más reacias que las chinas o algunas europeas a operar en un entorno turbulento como el que exhibe hoy Libia.
Durante una reunión del G-8 en Marsella, el mes pasado, los ministros de Economía solicitaron 38.000 millones de dólares en concepto de nueva financiación -en su mayoría préstamos- para los países árabes durante el período 2011-2013.
Aunque Libia actualmente extrae menos de una tercera parte de los 1,7 millones de barriles diarios de crudo que bombeaba antes de la guerra, el país tiene la mayor reserva de petróleo de Africa, lo que redundará en una fuente continua de fondos.
Traducción de Jaime Arrambide
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