Tras la categórica victoria de Emmanuel Macron se abre en Francia la batalla por el control de la Asamblea Nacional
El recientemente reelecto presidente de Francia deberá asegurar su triunfo electoral en junio con otra disputa que se anuncia menos confortable para Macron que en 2017
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PARÍS.– Apenas salidos del cuarto oscuro de la elección presidencial, los electores franceses deberán regresar en pocas semanas. Tanto para quienes ganaron como para aquellos que perdieron, el 12 y 19 de junio serán la ocasión para permitir al presidente Emmanuel Macron asentar su victoria o a la oposición de izquierda radical o de extrema derecha obtener la revancha. En eso reside la importancia crucial de esa llamada “tercera vuelta”, cuyo resultado podría revolucionar el paisaje político de los próximos cinco años.
Si bien aún es demasiado pronto para proyectarse a junio, algo es seguro: el contexto político de 2017 ha quedado lejos y la nueva cita electoral se anuncia menos confortable para Emmanuel Macron. El sistema francés, donde las legislativas siguen de cerca a las presidenciales, es históricamente favorable al mandatario electo. Pero esta es la primera vez desde 2002 que un presidente obtiene un segundo mandato, y está probado que un mandatario recién llegado y uno con varios años de ejercicio no suscitan la misma adhesión. En el caso de Macron, que volvió a enfrentarse con la candidata de extrema derecha Marine Le Pen, el problema es doble, porque una parte del electorado votó más “contra” su adversaria que “por” él. Esto no garantizará, en consecuencia, una buena transferencia de votos en favor del partido del mandatario, La República en Marcha (LREM).
“El mecanismo de validación, esas legislativas que son una suerte de luna de miel para el nuevo mandatario, será menos sistemático este año”, confirma el politólogo Brice Teinturier.
En el campo de LREM le temen a una eventual mayoría “rompecabezas”. En otras palabras: un grupo de diputados compuesto de macronistas (LREM) y otros centristas (Modem, Agir) demasiado frágil para apoyar los proyectos y proposiciones de ley decididas por el gobierno. Una Asamblea mucho más fragmentada, donde ningún grupo obtendría una mayoría clara, obligada a practicar una política radicalmente diferente. Menos bipartidista y con más intercambio transpartidario: “Después de estas elecciones, la mayoría parlamentaria francesa tendrá que asumir una posición mucho más conciliadora, buscar compromisos, hallar consensos”, dice a su vez el politólogo Roland Cayrol.
En 2017, LREM obtuvo 43,06% de los votos y 306 diputados. Es decir la mayoría absoluta (289 bancas sobre un total de 577). Un score impresionante —a pesar de una fuerte abstención— que hoy parece muy difícil de igualar.
“Una mayoría LREM parece mucho menos probable”, previene Cayrol. “Pero peor sería para el partido del presidente caer por debajo de las 289 bancas. De 2017 a 2022, las filas macronistas en la Asamblea se debilitaron: el grupo cayó a 267 diputados. La dinámica de 2022 será diferente”, agrega. Sin embargo, para Dominique Reynié, “es casi seguro que Macron obtendrá una mayoría, aunque con una derecha de gobierno ‘vaporizada’. Muchos diputados de derecha —sobre todo de Los Republicanos (LR), el partido neogaullista fundado por el ex presidente Nicolas Sarkozy— podrían en los próximos días sumarse a su movimiento”, analiza.
En el campo de los derrotados también hay extrema agitación en torno a las legislativas. Después de un resultado decepcionante en 2017, pero con la entrada de ocho diputados de extrema derecha a la Asamblea, el partido de Marine Le Pen se apresta para dar batalla. La líder de la Reunión Nacional (RN) debería hacer frente a dos dificultades: no solo no habrá dinámica en torno a la perdedora, sino que su electorado, que se moviliza fácilmente para las presidenciales, es históricamente mucho menos entusiasta para desplazarse en las legislativas. Por otro lado, Eric Zemmour, el otro candidato ultranacionalista francés, podría desestabilizar a la RN presentando sus propios candidatos, en caso de que no llegaran a un acuerdo de alianza, como lo planteó el domingo el presidente de Reconquista. Para Jean-Yves Camus, especialista de la extrema derecha en la Fundación Jean-Jaurès, lo más probable es que se acentúen las dinámicas iniciadas en 2017: “Los Republicanos estarán cada vez más divididos entre una rama centrista liberal proeuropea (representada por Nicolas Sarkozy), tentada por Macron, y otra, liderada por Eric Ciotti, diputado LR por los Alpes Marítimos, que cada vez se inclina más hacia la extrema derecha”.
Por su parte, la izquierda francesa parece haber quedado a merced de la ultraizquierdista Francia Insumisa (LFI). El objetivo de su líder, Jean-Luc Melenchon, que sueña con una cohabitación, es ambicioso: “Pido a los franceses que me elijan primer ministro”, dijo después de quedar a las puertas del ballottage en la primera vuelta con 21,95% de los votos. ¿Cómo? Obteniendo una mayoría en las legislativas de junio. Para los ecologistas, comunistas, socialistas y aparentados, es casi obligado constatar que será muy complicado para la izquierda recuperar su force de frappe sin LFI y su extravagante líder. Para el Partido Socialista (PS), por ejemplo, cerrar la puerta al tercer hombre de los comicios sería probablemente firmar la sentencia de muerte de un partido exangüe después de la primera vuelta, donde su candidata, la alcaldesa de París Anne Hidalgo, solo obtuvo 1,7% de los votos.
“La Tercera vuelta comienza esta noche”, prometió Melenchon el domingo por la noche, apenas conocidos los resultados. “Otro mundo es posible si ustedes eligen una mayoría de diputados de la nueva Unión Popular (unión de las izquierdas), que debe ampliarse”, dijo.
En todo caso, a la hora de las negociaciones, cada uno de los partidos minoritarios estará naturalmente tironeado entre el deseo de existir por si mismo, a riesgo de perder todo —la financiación de los partidos depende en gran parte de las legislativas—, y la de aliarse a una formación mejor ubicada para gobernar. En esas condiciones, las luchas internas prometen ser arduas durante las próximas semanas. Y sus consecuencias podrían incluso subvertir el resultado de las presidenciales.
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