Había un país tan diferente antes de la lucha de Martin Luther King por los derechos civiles de los negros, que 50 años después de su asesinato resulta tan inimaginable aquella realidad como constatar que medio siglo más tarde el color de la piel continúa signando destinos en Estados Unidos.
- Hasta 1956, un negro no podía sentarse junto a un blanco en el ómnibus, ni ir a las mismas escuelas, los mismos restaurantes o lugares públicos.
- En la práctica, los negros no votaron hasta 1964. Hasta entonces eran intimidados, perseguidos y hasta asesinados cuando intentaban empadronarse.
- Hasta 1965, un inmigrante blanco europeo tenía más posibilidades que un africano de obtener la nacionalidad, según el sistema de cuotas vigente que priorizaba a los blancos y europeos.
- Legalmente, los blancos pudieron negarse a vender su vivienda a un negro en razón de su color de piel hasta 1968.
El final de todo ese sistema fue gracias a la lucha no violenta encabezada por King, y que le valió en 1964 el Premio Nobel de la Paz.Pero más de 50 años después de su muerte, encuestas recientes muestran que el histórico discurso de 1963 en Washington -en el que pronunció la icónica frase "Yo tengo un sueño"- tiene aún varios asuntos pendientes.
"Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter", dijo King en la escalinata del monumento a Lincoln, en Washington, ante 300.000 personas, aquel 28 de agosto. Pero mientras el 12% de la población de Estados Unidos es hoy afroamericana, el número de negros en prisión alcanza, por ejemplo, el 35% de la población carcelaria.
Y si bien hoy no existe hoy discriminación racial para poder votar, Estados Unidos es uno de los pocos países que niega a las personas con condenas penales el derecho a votar después de su liberación. Hoy se estima en general que hay más de 6 millones de personas privadas de sus derechos debido a una condena por delito grave, según un estudio de The Sentencing Project. Pero ese mismo estudio indica que uno de cada 13 afroamericanos en edad de votar está privado de sus derechos, una tasa más de cuatro veces mayor que la de los no afroamericanos.
Así, según una encuesta de la agencia AP y el Center for Public Affairs Research (NORC), 7 de cada 10 negros piensan que hubo "poco o ningún progreso" desde la muerte de King, cuando James Earl Ray, un segregacionista blanco, lo asesinó el 4 de abril de 1968 a las seis de la tarde en un balcón del Lorraine Motel en Memphis, Tennessee.
El éxito de la no violencia
La lucha de este pastor bautista nacido en Atlanta en 1929 y graduado en Sociología comenzó a tomar notoriedad a partir de 1955, cuando en su ciudad, Montgomery, fue arrestada Rosa Parks, una mujer negra de 42 años, tras negarse a ceder su asiento de ómnibus a un hombre blanco. King decidió iniciar entonces una protesta no violenta en contra de la segregación racial.
Aprovechando su autoridad como pastor, invitó a la población negra de la ciudad a no usar el transporte público hasta que se pusiera fin a ese tipo de discriminación. Un año después del comienzo del boicot, se declaró ilegal la segregación racial en los transportes públicos de la ciudad. En sus campañas por los derechos civiles King sufrió encarcelamientos, intentos de asesinatos y hubo también numerosas víctimas entre sus seguidores.
Pero su lucha comenzó a darle una proyección nacional que alcanzó su punto máximo en la multitudinaria marcha por Washington de 1963.
El Congreso y el presidente Lyndon Johnson se vieron forzados a ceder a los reclamos que llevaron a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles en 1964 que garantizó a toda los norteamericanos la posibilidad de votar, luego la Ley de Servicios de Inmigración y Nacionalidad, de 1965, y la Ley de Vivienda Justa, de 1968.
Para entonces, Martin Luther King había ampliado su lucha más allá de la cuestión racial, y se había convertido en uno de los líderes contra la Guerra de Vietnam.
Pero todas sus campañas estuvieron siempre marcadas por la consigna de la no violencia inspirada en Mahatma Gandhi.
Fue así que en sus últimas palabras, tras haber sido herido de muerte en Memphis, no hubo odio ni resentimiento. Mientras agonizaba le dijo al músico Ben Branch, que iba a actuar esa noche durante una asamblea religiosa: "Ben, prepárate para tocar Precious Lord, Take My Hand (Precioso Señor, toma mi mano) en la reunión de esta noche. Tócala de la manera más hermosa".
Fotos: Archivo
Edición fotográfica: Fernanda Corbani
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