Tragedia en el cielo: la exhibición aérea italiana que se salió de control y mató a 70 personas
Una tarde de verano de 1988, aviones militares hacían un espectáculo en la base norteamericana ubicada en Rammstein, Alemania; la alegría se convirtió en horror cuando las aeronaves chocaron entre sí
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“Rammstein. Un hombre está ardiendo. Rammstein. Un niño está muriendo. Rammstein. El sol está brillando”. La canción de la banda de metal, cuyo título se repite doce veces en el tema e imita al nombre de la ciudad ubicada en Alemania -aunque este último se escribe con una una sola “m”-, pretende describir una de las tragedias más graves de la historia de las exhibiciones aéreas. En alemán, Ramm significa embestir y stein, piedra. Nada casual.
El 28 de agosto de 1988 el sol efectivamente brillaba en Ramstein, Kaiserslautern, distrito que pertenecía a la entonces República Federal Alemana. Era un domingo de verano y unas 200.000 personas se habían acercado a la base militar estadounidense del lugar, con 75.000 soldados y 650 aviones de combate, la más grande del país norteamericano en Europa. En la actualidad, en esa misma base aterrizó uno de los aviones con evacuados de Afganistán, en pleno liderazgo talibán.
Un espectáculo y un error fatal
Era la Jornada de la Aviación y las Fuerzas Aéreas italianas brindarían un espectáculo de esos por los que las personas miran hacia arriba con la boca abierta y las cejas levantadas.
Cinco aviones Aermacchi MB-339 tenían la tarea de formar en el aire un corazón. En tierra aguardaban por ello varias familias, jóvenes, foodtrucks de comida y hasta un helicóptero de rescate que esperaba estacionado por si algo sucedía.
Cuatro naves, dos de cada lado, empezaban a dejar en las alturas la figura del corazón, cuyo vértice terminaba a 45 metros de distancia del suelo, desde donde la gente observaba con atención y admiración el espectáculo. Un quinto vehículo debía volar por debajo del cierre de la silueta, pero un error lo arruinó todo.
El teniente coronel Ivo Nutarelli, piloto de este último avión, el Pony 10, entró con mayor velocidad de la que debía, a unos 450 kilómetros por hora, y cuando quiso corregirlo ya era demasiado tarde. Chocó contra el Pony 1, que se encontraba a su derecha, comandado por Mario Naldini. Éste giró y fuera de control impactó contra el Pony 2, piloteado por Giorgio Alessio. Ambos se estrellaron en la pista.
Si bien Naldini logró eyectarse de la nave para salvarse de arder en llamas, su paracaídas no llegó a abrirse por lo que terminó muerto por el impacto contra el suelo, mientras que su vehículo embistió contra el helicóptero de rescate que se encontraba allí e hirió a su piloto, que falleció días después de la tragedia.
En cuanto al avión que lo inició todo, terminó destrozado en el asfalto, a pocos pasos de las gradas de los espectadores, y se movió como una bola de fuego incendiando todo lo que se cruzaba en su camino.
El rescate, un conflicto geopolítico
Naldini, Nutarelli y Alessio fallecieron pero los otros dos pilotos sobrevivieron. A su vez, las llamas de sus aviones afectaron a muchos de los asistentes del espectáculo. Hubo hasta 500 heridos que necesitaron asistencia médica y, en el acto, perdieron la vida 31 personas, mientras que otras 36 murieron por las graves heridas que presentaban, que en general eran quemaduras severas.
Pero el análisis posterior al accidente fue que la tragedia podría haber sido menor si las tareas de rescate lograban tener ese condimento que tanto urge en situaciones así: la inmediatez. Y no es que las ambulancias tardaron en llegar, sino que fue una insólita razón la que demoró la asistencia médica.
El incidente se dio a las cuatro menos cuarto de la tarde en la base militar estadounidense. Los norteamericanos recién dejaron entrar a las ambulancias alemanas que esperaban en la puerta una hora y media después de que se estrellaran los aviones. A esto se le sumó que el único helicóptero de rescate que se ubicaba en el lugar había sido impactado y su piloto había muerto.
Simulacros posteriores por parte de las autoridades alemanas demostraron que una mejor coordinación, urgencia y organización entre los equipos de rescate pudieron haber evitado algunas muertes, que en total se elevaron a 69.
Y no todo fue simplemente una cuestión de tiempo, sino también de formas. Algunas víctimas fueron atendidas en el propio lugar y otras fueron trasladadas al hospital militar estadounidense de Landstuhl y a Ludwigshafen (a 80 kilómetros de Ramstein). La complicación aquí fue que los equipos alemanes de rescate utilizaban catéteres intravenosos y vías incompatibles con las que trataban los norteamericanos.
En el país donde ocurrieron los hechos se creó más tarde un comité parlamentario, donde el conflicto se resolvió en dos informes distintos: uno que decía que la tragedia era evitable y otro que alegaba que el piloto había quedado inconsciente por lo que no podría haber maniobrado distinto.
Los dramáticos hechos llevaron a prohibir las exhibiciones aéreas en Alemania. En ese entonces, el ministro de Defensa alemán, Rupert SchoIz, pidió suspender un festival aéreo militar que tenía previsto desarrollarse a fines de septiembre de ese años en Baviera.
Los heridos y mutilados tras el accidente del 28 de agosto recibieron una compensación económica y los fallecidos fueron homenajeados en un memorial que todavía se erige en las afueras de la base militar de Ramstein, la ciudad cuyo nombre quedará marcado para siempre por la tragedia.
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