Tragedia en el Atlántico Norte: las operaciones de rescate son costosísimas, pero nadie sabe quién paga la cuenta
Algunas compañías de turismo de aventura exigen a sus clientes pólizas de seguro para contratar un eventual servicio de búsqueda
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NUEVA YORK.– La búsqueda y los intentos de rescate del sumergible Titán y sus cinco pasajeros dados por muertos tras una “implosión catastrófica” involucraron una masiva respuesta a gran escala de agencias y funcionarios de Estados Unidos, Francia y Canadá, que incluyó tanto a la Marina como a la Guardia Costera norteamericanas.
Es probable que los costos de semejante empresa sean igualmente ingentes, pero no queda claro si en última instancia los que terminen pagando la factura no serán los contribuyentes de los países involucrados en el operativo que hasta ayer llevaba cinco días. Los pasajeros a bordo del Titán habían pagado 250.000 dólares por la experiencia de sumergirse para ver los restos del naufragio del transatlántico británico Titanic.
“Esas personas pagaron una montaña de dinero para hacer algo extraordinariamente riesgoso y llegar a un lugar del que era prácticamente imposible recuperarlos”, dice Chris Boyer, CEO de la Asociación Nacional de Búsqueda y Rescate, una ONG especializada en el rescate en regiones agrestes o extremas. Cualquier misión de rescate, dice Boyer, “costaría millones de dólares”.
En Estados Unidos, los trabajos de búsqueda y rescate –quién los lleva a cabo y quién los paga– dependen de dónde se pierda la persona, apunta Boyer. En algunos estados, como New Hampshire, si se determina que la persona actuó de manera irresponsable o temeraria, se le cobra su rescate.
Servicio público
Cynthia Hernandez, vocera del Servicio de Parques Nacionales, dijo en un comunicado que la agencia no cobra por las operaciones de búsqueda y rescate que ocurren dentro de sus parques porque lo considera un servicio público, y agrega que el año pasado el servicio llevó a cabo 3428 operaciones de búsqueda y rescate en todos los parques nacionales de Estados Unidos.
Pero la funcionara aclara que cuando el costo de los trabajos de búsqueda y rescate “cruza cierto umbral, pueden utilizarse fondos que el servicio inicialmente tenía destinados a otro tipo de programas o proyectos”.
Se desconoce si OceanGate Expeditions, la empresa que brindó la excursión a los restos del Titanic, les exigió a sus viajeros que contrataran algún seguro de viaje.
Los organizadores de expediciones arriesgadas y extremas, incluidos operadores turísticos como Abercrombie & Kent y Black Tomato, dicen que siempre exigen la contratación de una amplia póliza de seguros.
Peter Anderson, director gerente del servicio de viajes de lujo Knightsbridge Circle, dice que su compañía trabaja con empresas como Covac Global, que pueden “evacuar y repatriar a nuestros clientes ante cualquier emergencia médica”. Pero ninguna póliza se acercaría ni de cerca a cubrir los gastos de la búsqueda del Titán.
Hasta el momento, la Guardia Costera no respondió a las consultas periodísticas sobre el costo de otros trabajos de búsqueda y rescate en el pasado.
En 2021, la Guardia Costera rescató a Cyril Derreumaux, un experimentado kayakista que llevaba aproximadamente una semana intentando cruzar a remo 2400 millas náuticas que separan la costa de California de Hawai. La Guardia Costera estimó que su rescate, del que participaron un helicóptero y al menos un buzo, costó 42.000 dólares, según el diario The San Francisco Chronicle.
Reproches
Derreumaux, que vive en California y hoy tiene 46 años, fue ayer entrevistado y enfatizó que su objetivo era cumplir un sueño y que él no era un turista que se había lanzado a la aventura con mínima preparación y entrenamiento. El kayakista recuerda que tras ser rescatado sufrió reacciones violentas de algunas personas que le decían que el esfuerzo había sido costoso e innecesario.
Derreumaux dice estar agradecido a la Guardia Costera por salvar no solo su vida, sino la de muchos otros en situación de vida o muerte. “No habría llamado a la Guardia Costera si mi vida realmente no hubiera estado en riesgo.”
Al año siguiente, volvió a intentar la travesía, esta vez con éxito.
“Sabía que estaba en condiciones de hacerlo”, apunta el kayakista. “Creo que intentar hacer cosas realmente difíciles es parte del espíritu humano, por todo lo que esas experiencias nos enseñan sobre nuestra capacidad de resiliencia y nuestra determinación, incluso hacer cosas que parecen sin sentido”.
Traducción de Jaime Arrambide
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