Tornados de fuego, ataques de ascuas y megaincendios: clima de ciencia ficción en Australia
SIDNEY (The Washington Post).- Virginia Young sabía que el fuego no se haría esperar. Experta australiana en incendios forestales, Young había participado de investigaciones que predecían temporadas de incendios más largas y severas a medida que avanzara el calentamiento global.
Pero hasta ella se quedó atónita por la dantesca escala de las llamas que amenazan gran parte de su país, incluida su propia casa.
Para la experta, Australia podría estar al borde de un "vuelco ecológico mayor". El cambio climático ha hecho mutar los fenómenos naturales, como los incendios forestales, hasta convertirlos en una versión más letal y catastrófica de sí mismos.
Las temperaturas están trepando a niveles que los científicos no esperaban ver hasta dentro de varias décadas, y ecosistemas usualmente resistentes al fuego –como las selvas tropicales, hogar de especias raras y vulnerables–, arden como paja seca.
Las llamas son tan enormes que generan su propio clima infernal.
Los remolinos o tornados de fuego, que se forman cuando los vientos espiralados amasan gigantescas columnas de llamas, cenizas y vapor, son imposibles de controlar. El 30 de diciembre, un bombero voluntario de la región de Nueva Gales del Sur murió cuando uno de esos torbellinos del infierno dio vuelta su camión hidrante.
El bombardeo de brasas conocido como "ataque de ascuas" se produce cuando las intensas ráfagas de viento que se desatan cerca del incendio levantan detritos en llamas y los lanzan como proyectiles de fuego hacia zonas inflamables todavía no quemadas, donde inician un nuevo foco de incendio.
Los tornados de fuego, que se forman cuando los vientos espiralados amasan gigantescas columnas de llamas, cenizas y vapor, son imposibles de controlar
La formación de tornados de fuego ha sido reportada por numerosos testigos. Esos vórtices ígneos de cenizas, polvo y llamas son de corta vida y se generan cuando las ráfagas de aire caliente empiezan a girar en espiral ascendente en los bordes de un incendio en curso. Esos torbellinos tienen un comportamiento errático e impredecible –de hecho, a veces se los llama "demonios"–, y son los que suelen desencadenar los ataques de ascuas, según la experta Janice Coen, científica del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos.
La ingente temperatura de las llamas de Australia alimentó la formación de tormentas eléctricas de origen ígneo conocidas como nubes "pirocomulonimbus". Esas nubes con forma de hongo actúan como chimeneas que expulsan calor y chupan el aire circundante, lo que intensifica los incendios y los vuelve más impredecibles e imparables.
Neil Lareau, meteorólogo de la Universidad de Nevada en Reno, dice que nunca se habían registrado pirocomulonimbus de tan gran escala.
Mientras las nubes pirocomulonimbus avanzaban sobre Nueva Gales del Sur, la temperatura del aire registrada por una estación meteorológica local era de 70°C. Esa es la temperatura usual de los saunas, aunque la cifra no pudo ser verificada porque los instrumentos de medición no fueron diseñados para temperaturas tan elevadas.
William Moomaw, climatólogo de la Universidad Tufts, dice que incluso se han reanudado los incendios en lugares ya quemados, "porque el primer incendio lo que hizo, en realidad, es crear una inmensa cantidad de carbón".
También se han reportado megaincendios, que se producen cuando dos incendios forestales convergen y se funden en un único y descomunal infierno.
Y lo peor es que el fuego no está ni cerca de extinguirse.
"Esto es más que un llamado de atención", y no sólo para Australia, sino para el mundo, dice Nerilie Abram, climatóloga de la Universidad Nacional de Australia en Canberra. "Es hora de preguntarnos cuánto vamos a permitir que esto empeore".
El Servicio Meteorológico de Australia informó esta semana que la escala de la actual temporada de incendios no tiene precedentes. En todo el continente, se han carbonizado más de 6 millones de hectáreas de bosques y tierras de cultivo, han muerto al menos 25 personas, y se han visto afectados miles de millones de animales. Los actuales incendios en Nueva Gales del Sur son las más grandes en la historia de esa región y han quemado más superficie que ningún otro incendio registrado en el este australiano.
Es hora de preguntarnos cuánto vamos a permitir que esto empeore
El desastre es resultado del cambio climático combinado con una desafortunada confluencia de climas extremos: Australia nunca había sido más calurosa y más seca al mismo tiempo que durante la primavera y el verano de 2019-2020.
En diciembre, Australia rompió dos veces su récord de temperatura máxima y en apenas dos días. Una estación meteorológica en Nullarbor, una región desértica a lo largo de la costa sudeste, informó máximas de 49,9°C, récord nacional para ese mes.
En diciembre Australia también batió su récord en la escala que mide el riesgo de incendios, lo que básicamente implica que todo el país se ha convertido en una caja de fósforos.
Según Andrew King, climatólogo especializado en clima extrema de la Universidad de Melbourne, estas temperaturas máximas abrasadoras no se darían sin la influencia del cambio climático. Pero incluso tomando en cuenta el calentamiento global, estas temperaturas resultan "asombrosas", señala el experto.
"Creo que ningún científico esperaba ver estas temperaturas hasta dentro de varias décadas", dice King.
Para fines de diciembre, la temperatura media en todo el continente ya se ubicaba 3°C por encima de la norma.
"Estamos incursionando en terreno totalmente desconocido", dice Young. "Nos esperan muchos días de clima extrema y de catástrofes climáticas".
(Traducción de Jaime Arrambide)
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