“Tormenta perfecta”: la inflación global activa alarmas y amenaza con frenar el repunte
El rebote económico por el alivio de las restricciones generó un alza de los precios de los combustibles, el transporte y la energía, que acentúa la presión inflacionaria en todas partes, incluso en EE.UU.
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PARÍS.– Muchos estiman que se trata de una “tormenta perfecta” que podría impedir la reactivación pospandemia de la economía mundial. Los precios del combustible, del gas, de la electricidad y del transporte de suministros se disparan por las nubes, acentuando la presión inflacionaria en todas partes, desde Estados Unidos hasta Europa y Brasil. Y mientras los gobiernos prometen tomar medidas para limitar el impacto en la billetera de sus ciudadanos, la inquietud y los interrogantes sobre el carácter coyuntural del fenómeno se multiplican.
Cuando las estadísticas económicas de agosto fueron publicadas en Estados Unidos, los responsables políticos y económicos dieron explicaciones tranquilizadoras: las malas cifras del desempleo (366.000 nuevos puestos de trabajo) serían compensadas al mes siguiente con el inicio del año escolar. La inflación, por su parte, parecía haber alcanzado su punto culminante.
Nada de eso sucedió: los datos del empleo también fueron catastróficos en septiembre, con solo 194.000 puestos creados, mientras la inflación alcanzó un pico de 5,5% anual, contra 5,3% el mes precedente.
En el resto del mundo la situación no es muy diferente. Tras la crisis sanitaria, el planeta debe ahora hacer frente a esta nueva pandemia provocada sobre todo por la estampida del precio de la energía, la reducción de la producción de materias primas y el alza extravagante del precio del transporte.
El caos energético que ya paralizó parte de la industria británica se acerca a Europa. Sus ciudadanos se preguntan, por ejemplo, hasta cuándo podrán pagar la nafta para su automóvil o si tendrán pepinos y tomates para Navidad. Porque, si los precios siguen su progresión desenfrenada, Holanda, patria de la cultura intensiva que abastece al bloque con sus invernaderos gigantes, probablemente no tenga suficiente gas para mantener la temperatura necesaria ni electricidad para iluminarlos en invierno.
Por primera vez desde octubre de 2018, el precio del Brent superó los 80 dólares, mientras que el WTI alcanzó los 76 dólares. Ambos aumentaron más de 50% desde enero propulsados por una reactivación económica dopada por la distribución de la vacuna anti-Covid, el fin de las medidas de confinamiento y una oferta que sigue siendo restringida. El precio del petróleo también es empujado hacia arriba por las tensiones que agitan el mercado del gas, llevando a los industriales a volcarse hacia el bruto para producir electricidad.
Los precios del gas en Europa aumentaron cerca del 500% entre mayo y octubre. Un auténtico dolor de cabeza si se tiene en cuenta que el bloque depende en gran parte del gas ruso y debe, en esas condiciones, soportar las lecciones que el presidente Vladimir Putin no cesa de prodigar a sus dirigentes, al acusarlos de “negligentes” por no haber tomado a tiempo las medidas necesarias.
A nivel global, la demanda de carbón es tal que su precio en el NYMex de Nueva York, la bolsa especializada en energía y metales, alcanzó 274 dólares la tonelada el 5 de octubre. Hace un año, valía 57 dólares.
Stéphane Bocqué, director de la Comunicación de la Federación Belga de Empresas Eléctricas y Gasíferas (FebegEBEG), afirma que el alza mundial de energías y materias primas se debe a “la reactivación económica post-Covid, pero también a una gran competencia entre continentes para apropiarse de las reservas energéticas; Asia es en este momento una voraz consumidora de gas”.
Según las previsiones, la eurozona debería alcanzar una inflación de 4% a fines de año, el doble del objetivo fijado por el Banco Central Europeo (BCE). Una cifra que, según los economistas, permanecerá sin alteraciones hasta fines de 2022.
Al histórico aumento del precio de las materias primas (trigo, café o incluso metal), cuya producción se redujo sensiblemente debido al cambio climático, la industria también debe hacer frente a la estampida del costo del transporte y a interminables plazos de entrega. En el sector de la construcción, los pedidos afluyen y las empresas carecen de materiales y de mano de obra.
¿Qué justifica ese aumento espectacular? Una inesperada reactivación brutal de la actividad –que también consiguió alentar la actividad especulativa– y el proteccionismo en algunos países.
“A esto hay que sumar los problemas del transporte”, reflexiona Nicolas Fevia, de la Federación Belga de la Alimentación (Fevia).
Antes de la crisis, en efecto, un contenedor de China costaba unos pocos centenares de euros. Hoy supera los 10.000 euros. El índice World Container –barómetro del precio de los contenedores internacionales– aumentó 351% en un año. Los precios de transporte de rutas como Shangháai-Rotterdam y Shangháai-Génova ganaron respectivamente 632% y 535% en 12 meses.
Y si bien los precios al consumidor aún no se dispararon, todo indica que la situación debería cambiar. En Gran Bretaña –que además se debate con los efectos deletéreos del Brexit– los analistas anuncian el reemplazo de 20 años de comida barata por una inflación que podría alcanzar los dos dígitos.
El porqué de la “tormenta perfecta”
A los costos desproporcionados se agregan unos plazos interminables de entrega, en particular cuando los productos provienen de Asia.
“La tormenta es perfecta. Porque hay una prima a la rareza: los precios aumentan cuando la demanda es muy fuerte”, dice Daniel Dagenais, vicepresidente de Operaciones del Puerto de Montreal.
Antes de la pandemia, un barco llegaba a la costa oeste de América del Norte en diez días. Hoy el mismo trayecto supera los 70 días debido a las demoras acumuladas. En el puerto canadiense de Montreal, los volúmenes de importación en julio aumentaron 36% en relación al año pasado.
En Estados Unidos, Joe Biden solicitó al sector privado que ayude a resolver esos embotellamientos portuarios. Según el presidente, el puerto de Los Ángeles se asociará al de Long Beach para trabajar 24 horas por día a fin de descargar medio millón de contenedores acumulados, mientras Walmart, Target y otros grandes minoristas extenderán sus operaciones nocturnas.
Una de las peores consecuencias de las turbulencias asiáticas es la penuria de semiconductores (chips) que está paralizando sectores enteros de la economía, en particular la industria automotriz. En Europa esa industria regresó en septiembre a su nivel de 1995, con solo 718.000 vehículos vendidos (-23,1% en un año). Los constructores de vehículos enfrentan actualmente una ruda competencia de otros sectores industriales que captan gran parte de las piezas fabricadas en Asia, como los fabricantes de computadoras, celulares y objetos conectados.
Si bien los bancos centrales están en alerta roja, las grandes instituciones afirman que la ola inflacionaria que golpea la economía mundial será coyuntural. “El impacto se atenuará durante 2022, calmando la inflación”, afirmó esta semana la presidenta del BCE, Christine Lagarde.
Para el Fondo Monetario Internacional (FMI), el pico inflacionario se producirá a fines de 2021 –marcará 3,6%, muy por encima de lo esperado en julio pasado, cuando proyectaba 2,4%– y la situación regresará a sus niveles prepandémicos a mediados de 2022, tanto para las economías avanzadas como para los mercados emergentes. Para estos últimos, prevé que la inflación pasará de 6,8% a fines de año a 4%.
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