Torbellino en Italia: un país acosado por un pasado de crisis económicas
Las restricciones de financiamiento del Banco Central Europeo resucitan el histórico temor de los inversores por el descomunal nivel de endeudamiento en Italia y la demora de reformas
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TREVISO, Italia.- En un pequeño pueblo de la “llanura padana” de la región del Véneto, 35 kilómetros al norte de Venecia, Antonio Carpenedo desarrolló un inusual método para la fabricación de queso. En La Casearia Carpenedo, las hormas de queso son sumergidas y añejadas en vino –tinto, blanco y espumante–, y otras son añejadas en barriles, cubiertas de heno.
Carpenedo edificó su empresa de “queso borracho” sobre los escombros del desastre financiero. En la década de 1980, las altas tasas de interés fundieron su anterior quesería. “Nos chuparon la sangre hasta dejarnos secos”, dice al recordar aquellas tasas del 27%. Tuvo que vender su negocio y empezar de cero.
Hoy el miedo a otra catástrofe económica por las elevadas tasas de interés y la incertidumbre atormenta a su hijo, que maneja la empresa, paralizando todos sus planes de inversión. “Las tasas siguen aumentando y no sé dónde vamos a parar”, dice Ernesto, uno de los hijos de Carpenedo. “Si las tasas llegan a los niveles de los años 80, nos van a llevar puestos. Simplemente vamos a tener que cerrar”.
Durante los últimos diez años, las tasas de interés en los 19 países que integran la eurozona se mantuvieron planchadas en niveles récord, y el Banco Central Europeo (BCE) había diseñado programas de estímulo para que los bancos dieran generosos créditos a las empresas. Pero con la inflación galopante que sufre hoy la eurozona, el banco central está cambiando de rumbo y restringiendo las condiciones de financiamiento, para preparar a los mercados para el primer aumento de la tasa de interés en 11 años, cuyo anuncio oficial está previsto para el jueves.
Y ese cambio se hará sentir con especial crudeza en Italia, la tercera economía de la eurozona y una habitual fuente de dolores de cabeza políticos y económicos para toda la región. El cambio de rumbo del BCE, que en los últimos meses empezó a abandonar su política de “plata dulce”, ha resucitado el histórico temor de los inversores por el descomunal nivel de endeudamiento en Italia y la demora de las reformas económicas que se esperan de ese país.
El mes pasado, el rendimiento de los bonos de la deuda pública italiana –la medida del costo que paga un país para endeudarse que también sirve de tasa de referencia para otros créditos– creció abruptamente. La deuda de Italia representa un 150% de su PBI nacional, la segunda más pesada de toda la eurozona.
“Italia es sistémicamente importante para la unidad monetaria debido al tamaño de su economía”, dice Sarah Carlson, analista en jefe de calificación crediticia de Italia en la agencia Moody’s.
Pero la preocupación por el costo del dinero no solo crece en Italia, sino en todo el continente. El BCE demoró más en actuar para controlar la inflación que muchos de sus homólogos de otras partes del mundo, argumentando que la mayor parte de la presión inflacionaria era de origen “externo”, consecuencia de las disrupciones en las cadenas de suministros y del exponencial aumento de la energía exacerbado por la guerra en Ucrania. Ahora, ante las señales de que los aumentos descontrolados de precios se están instalando definitivamente en la economía, los planificadores del BCE se vieron obligados a intervenir.
En Italia, las empresas ya están acostumbradas a pilotear durante largos periodos de agitación política y penuria económica. Lo nuevo es la repentina disparada de la inflación y el fin de una era de tasas de interés casi nulas.
Cambio de época
Desde la introducción del euro, hace poco más de 20 años, en los países que adoptaron la moneda común la inflación y las tasas de interés fueron muy bajas, y eso facilitaba obtener financiamiento para expandirse, dice Livio Libralesso, CEO de Geox, marca de calzado fundada en 1995 en Montebelluna, ciudad del Véneto que en estos años se convirtió en un polo de producción de calzado.
Las empresas ya no tenían que luchar con las constantes devaluaciones de la lira italiana o las fluctuaciones de su valor ante las monedas de sus vecinos, y marcas como Geox pudieron concentrarse en innovar y crecer. “Era como el paraíso”, dice Libralesso.
Pero ahora Libralesso tiene una sensación de déjà vu. “Hay que volver a pensar en esa dirección, como antes del año 2000″, dice en referencia a las altas tasas y la imparable valorización del dólar norteamericano, que la semana pasada superó brevemente al euro por primera vez en 20 años.
La debilidad del euro se profundizó por la amenaza de que Europa caiga en recesión debido a las interrupciones en el abastecimiento de energía. Pero en Italia el panorama es particularmente delicado. La Comisión Europea ya pronosticó que el próximo año Italia tendrá el crecimiento económico más lento del bloque, de apenas un 0,9%, debido al recorte de gastos de los hogares por la inflación y a la caída de la inversión privada por la retracción de la demanda y el aumento de tasas.
Y las perspectivas de Italia podrían empeorar aún debido a su dependencia de la energía rusa. Antes de la invasión a Ucrania, el 40% del gas que importa Italia venía de Rusia: ahora se redujo a un 25%.
La semana pasada, sin previo aviso, empezó a tambalearse una era de estabilidad política y reforma económica: el gobierno de coalición liderado por tecnócratas y encabezado por el primer ministro Mario Draghi quedó al borde del colapso tras apenas 17 meses en el gobierno, cuando Draghi ofreció su renuncia en medio de la parálisis política, y el jueves se daría su salida definitiva. “Es infalible: la política italiana siempre te tira una bola curva”, dice Federico Santi, analista de Eurasia Group.
Esa crisis política causa preocupación porque nadie sabe si un potencial nuevo gobierno seguirá con el plan de reformas exigidas para que Italia siga recibiendo fondos de ayuda por la pandemia de la Unión Europea (UE), una cifra que en total supera los 203.600 millones de dólares.
Los economistas no creen que las tasas de interés en Europa vayan a acercarse ni remotamente a los niveles de la década de 1980 –cuando las tasas de dos dígitos eran la norma–, porque las chances de una recesión son cada vez más ciertas y eso achica la ventana temporal para subir las tasas. Pero el combo de energía a precios exorbitantes, inflación alta y poco crecimiento económico genera una profunda incertidumbre en las empresas, que no pueden predecir cuándo se normalizará la cadena global de suministros.
La quesería de Carpenedo aprovechó para expandirse e invertir fuertemente durante la era de las tasas mínimas, tomó créditos para instalar paneles solares en los techos y comprar maquinaria: llevan invertidos más de 500.000 euros durante la última década. Ahora tienen frenadas las inversiones, así como los planes y sueños de la familia de abrir una escuela para capacitar a nuevos queseros, comprar terrenos para cultivar sus propias uvas, y plantar un jardín de aromáticas.
Sus dificultades actuales se superponen con las preguntas existenciales que suelen hacerse las empresas sobre el futuro de su rubro. Para la Casearia Carpenedo, las opciones parecen ser dos, y totalmente contrapuestas: volver a sus tiempos de pequeños productores artesanales o dar el salto a una gran empresa internacional. “Es lo que estamos evaluando”, dice Ernesto Carpenedo. “Pero es difícil saber lo que pasará mañana”.
Esche Nelson y Emma Bubola
Traducción de Jaime Arrambide
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