Toparse con el Papa puede ser sólo una cuestión de suerte
Miles de personas llegan desde varios rincones de EE.UU. para ver a Francisco, pero pocos logran hacerlo
NUEVA YORK.- Albino Sánchez y Mirna Carrisoza, mexicanos, católicos devotos, viajaron anteayer con sus cuatro hijos desde Hamlet, en Carolina del Norte, para ver a Francisco en Nueva York. Pasaron la noche en el auto, yendo de un lado a otro, y se instalaron temprano en una esquina atestada de gente, pegada a Ground Zero, frente al One World Trade Center. Esperaron horas, pero eligieron un mal lugar: nunca vieron al Papa.
"Yo creo que también vamos a Filadelfia", anticipó Mirna.
Thomas Matz, un abogado de 66 años que trabaja en Wall Street, bajó desde su oficina, se encontró con su pareja, Brian Couch, compraron café, y caminaron hasta una esquina cercana, en el lado opuesto a la plaza del Memorial del 11 de Septiembre al que eligieron Albino y Mirna. Tras un rato de espera, vieron pasar a Francisco, en medio de gritos y teléfonos que filmaban videos.
"Me gusta su mensaje, así que quería verlo pasar, y lo vimos pasar...¡en su pequeño Fiat!", dijo Thomas.
En Nueva York, para muchos, ver a Francisco fue una mera cuestión de suerte.
"Estamos rezando para que pase", decía Liliana Lucas, una ecuatoriana de 53 años que había elegido esperar en la misma esquina por la cual la caravana de Francisco nunca pasó.
Yuri Rosenthal, peruano, 40 años, se había levantado a las dos de la mañana para estar pegado a una valla. "Nunca he visto un papa. No sé cómo me voy a sentir, quizá llore", imaginaba. Tampoco vio a Francisco.
El Santo Padre llegó a la plaza del Memorial del 11 de Septiembre desde el Sur. Una larga fila de motocicletas de la policía, seguida por patrulleros y grandes camionetas negras dio paso al pequeño -y ya mítico- Fiat 500. Francisco, sonriente, saludaba a la gente en la vereda.
"Vimos las camionetas, las luces, la conmoción y empezamos a correr y después vimos el pequeño Fiat y gritamos, ¡es él!¡es él!", Cynthia Santana, que viajó en una camioneta desde San Antonio, Texas, con otras nueve personas.
"Ni siquiera llegué a verlo bien, pero estuvo genial. Su presencia estuvo ahí, alguien del grupo dijo que vio una mano y yo le dije, ¿viste una mano? ¡Con eso alcanza!", relató entre risas.
Los controles de rigor
En el Central Park, pulmón de la ciudad, unas 90.000 personas quemaron energía de pie desde el mediodía para ver por la tarde al Sumo Pontífice, el "papa de la gente", quien estuvo envuelto por un enorme operativo de seguridad.
La marea humana que copó el Central Park se movió en una lenta procesión en una larga fila construida con vallas a lo larga de la avenida Central Park West. Luego de atravesar los controles de rigor -más acordes con el aeropuerto internacional JFK-, se ubicó y esperó entre los árboles del parque. Todo, por ver unos segundos a Francisco en el papamóvil.
Tami Goggins, 50 años, presbiteriana, y su marido, Allan, estaban en esa fila, aunque ya habían visto al Santo Padre: viven en el Upper East Side, cerca de la casa donde se hospeda Francisco.
"Ya ha pasado dos veces por nuestra calle. Es una calle de una mano. Estábamos en una esquina y pasó a diez metros nuestro. No había nadie entre él y nosotros. Fue bastante fantástico", comentó
Tami, vestida con campera roja y una gorra con la bandera de Estados Unidos. Feliz, mostró una foto de Francisco en su teléfono, algo borrosa. "Nos encantaría verlo en el papamóvil, pero si no lo vemos, igual está bien", cerró.