“Tomo un taxi aunque esté a cinco minutos de mi casa”: los argentinos que viven en Ecuador, entre el miedo y la incertidumbre
En medio de la escalada de violencia en el país y tras la declaración del estado de “conflicto armado interno”, varios argentinos contaron a LA NACION cómo la crisis de seguridad cambió su vida cotidiana
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Los argentinos que viven en Ecuador están en vilo mientras el país enfrenta una crisis de seguridad sin precedentes por el desafío narco y las medidas excepcionales del gobierno de Daniel Noboa para combatirlo. Este escenario de tensión genera una preocupación palpable también para los residentes extranjeros que buscan mantener su cotidianidad en medio de la ola de violencia.
“Hoy nos contaron que hubo una amenaza de bomba en la estación. Por lo pronto la cerraron y evacuaron a todos”, dijo a LA NACION la argentina Gabriela Rímoli, miembro de una misión religiosa, que vive hace más de siete años en Quito, en referencia a un posible atentado en la zona de La Marin. Horas más tarde, la policía descartó la presencia de una bomba.
Además de la amenaza de bomba, también se registró una explosión en un boliche en la ciudad de Francisco de Orellana, que dejó por lo menos dos muertos y nueve heridos.
“Estamos en estado de guerra y no podemos ceder ante los terroristas”, advirtió Noboa esta semana. En medio del estado de excepción por 60 días que se había decretado el pasado lunes por los motines carcelarios, secuestro de policías y ataques a la prensa, Noboa declaró el estado de “conflicto armado interno” en Ecuador.
“El martes pasado, cerca de donde estábamos trabajando, hubo una balacera a unas cinco cuadras”, relató a LA NACION Moisés, un consultor argentino de 28 años que trabaja en la ciudad de Cuenca, ubicada a unas tres horas y media de Guayaquil, epicentro de la violencia armada. Por seguridad no quiso brindar su apellido.
Ese mismo día fue la violenta toma del canal TC Televisión en Guayaquil, líder de audiencia en Ecuador. Encapuchados y armados con explosivos y fusiles, atacantes irrumpieron en el estudio de un noticiero que estaba al aire. A pesar de la rápida respuesta de la policía, que logró arrestar a 13 atacantes, la situación dejó en evidencia la gravedad del conflicto que azota al país.
“El martes a la noche, alrededor de las ocho, todo estaba vacío. No había autos, no había personas caminando y se sentía mucho miedo”, expresó consternado Moisés. El despliegue de las fuerzas de seguridad en todo el país y los ataques de bandas narcotraficantes, transformaron las calles en escenarios semi vacíos, con poca actividad y poca presencia de estudiantes en colegios y universidades.
“[El día del estallido], cuando nosotros nos estábamos yendo a las 19 o 20, en el centro de Guayaquil ya no había un alma en la calle”, contó Tobías L., otro consultor argentino de 24 años en Guayaquil, que prefirió resguardar su apellido. Benjamín S., de 26 años, en Cuenca, coincidió en que “de ser posible, la gente prefiere no caminar de noche y jamás tomar un taxi de la calle”.
Muchos ya están tomando medidas de precaución ante la sensación de peligro e incertidumbre. “A partir de ahora, por precaución, me voy a tomar un taxi a mi casa por más de que esté a cinco minutos, y siempre voy a salir con identificación por si hay algún operativo”, dijo Leonardo Piedrabuena, profesor de fútbol femenino en Valle de los Chillos.
“Durante el día, las puertas de vidrio de la entrada del banco están blindadas, tienen candados y policías o soldados custodiando”, explicó Tobías L. Además, para asegurarse de que lleguen a salvo, la empresa de Tobías les ofrece un servicio de choferes que los llevan y acompañan hasta la puerta de su casa y trabajo.
“Lo que más afecta es el toque de queda”, lamentó Gabriela con respecto al estado de excepción. “A las 22, el transporte público se acaba y eso nos afecta las reuniones porque la gente está muerta de susto. La gente no quiere saber nada con las actividades a la tarde-noche. A las 20 la ciudad está desolada, no hay tanto movimiento y hay mucha violencia, robos y asaltos”.
Hasta el momento, el saldo provisional de la crisis incluye al menos 16 muertos, decenas de detenidos y 178 policías y funcionarios carcelarios secuestrados. “O se llega a un acuerdo con los narcos o va a haber guerra”, opinó Moisés.
La mayoría de los consultados señaló que el martes fue el momento más alarmante, y destacaron la desolación de Quito, Guayaquil y Cuenca por la noche. No obstante, Gabriela aseguró que “hoy hay más movimiento y se lo nota más tranquilo con los negocios abriendo de a poquito”.
En concordancia con las observaciones de Rímoli, Matias Morano, consultor que trabaja en Ecuador desde 2021, aseguró que la situación ya estaba complicada en Guayaquil el año pasado. “Nosotros nos hospedábamos en el Sheraton y mandaron a un sicario para matar a una persona que también estaba en el hotel. ¡Lo mandaron a la puerta del hotel!”, relató.
La violencia desencadenada por bandas narcotraficantes avanzó a una velocidad inusitada en Ecuador. “Las bandas criminales, como Los Choneros o Los Tiguerones, que menciona Noboa, ya se lo venía escuchando hace rato”, compartió Rímoli. “Creo que a partir de la pandemia fue creciendo cada vez más la situación de inseguridad en las ciudades. La mayoría de las casas ahora tienen cerco eléctrico”, añadió.
Además, Rímoli explicó que la cuestión de la violencia comenzó “con los narcos y sicariatos en Guayaquil, pero que luego también en Quito hubo una serie de asesinatos más organizados, dirigidos a políticos, fiscales o referentes”.
Al momento no se han reportado ciudadanos argentinos afectados por la situación de violencia en la jurisdicción del Consulado General en Guayaquil, y no se han recibido llamadas al teléfono de guardia consular.
— Cancillería Argentina 🇦🇷 (@CancilleriaARG) January 10, 2024
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