Toma forma la “Doctrina Biden” para Medio Oriente, y no es algo menor
Correría por tres carriles simultáneos y debería contemplar la complejidad y la peligrosidad del momento actual
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NUEVA YORK.- Sobre la creciente crisis en Medio Oriente pienso dos cosas.
Primero, que estamos por ver el despliegue de una nueva estrategia del gobierno de Joe Biden para enfrentar el conflicto de múltiples frentes que se desarrolla en la Franja de Gaza, Irán, Israel y toda la región, y que personalmente tengo la esperanza de que sea una verdadera “Doctrina Biden” que contemple la complejidad y la peligrosidad del momento actual.
En segundo lugar, lo que pienso es que sin una doctrina amplia y audaz, la crisis en la región hará metástasis y terminará fortaleciendo a Irán, aislando a Israel, y desactivando para siempre la capacidad de Estados Unidos para influir en los eventos de Medio Oriente.
Esa “Doctrina Biden” -como denomino a la convergencia de pensamiento estratégico y planificación que ha recogido de mis fuentes en la Casa Blanca- correría por tres carriles simultáneos.
Uno de esos carriles implica tomar una postura más fuerte y decidida con Irán, incluida una dura represalia militar contra las fuerzas delegadas y agentes de Irán en la región, como respuesta por la muerte de tres soldados norteamericanos en una base en Jordania, como consecuencia de un ataque con drones aparentemente lanzados desde Irak por una milicia pro-iraní.
Por el segundo carril se encaminaría una iniciativa diplomática sin precedentes de Estados Unidos para impulsar ya mismo la creación de un Estado palestino. Eso implicaría alguna forma de reconocimiento por parte de Estados Unidos de un Estado palestino desmilitarizado en Cisjordania y la Franja de Gaza, que solo entraría en plena vigencia una vez que los palestinos hayan desarrollado un conjunto definido y creíble de instituciones y capacidad en materia de seguridad que garanticen que ese Estado es viable y que nunca se convertiría en una amenaza para Israel. Los funcionarios del gobierno de Biden vienen consultando con expertos de dentro y fuera de la Casa Blanca sobre las diferentes formas que podría adoptar ese reconocimiento de un Estado palestino.
Y el tercer carril es el destinado a ampliar enormemente la alianza de seguridad de Estados Unidos con Arabia Saudita, que también incluiría la normalización de las relaciones entre sauditas e israelíes, siempre y cuando el gobierno de Israel esté dispuesto a sumarse al proceso diplomático que conduzca a un Estado palestino desmilitarizado y conducido por una renovada Autoridad Palestina.
Si, y solo si, el gobierno norteamericano logra encarrilar esos tres procesos, la “Dotrina Biden” se convertiría en el mayor realineamiento estratégico en Medio Oriente desde los Acuerdos de Camp David de 1979.
Sin embargo, para que la “Doctrina Biden” tenga éxito, esos tres carriles tienen que estar sincronizados y funcionar en paralelo. Y creo que los funcionarios de la Casa Blanca lo entienden perfectamente.
Porque si hay algo que tengo claro es lo siguiente: que la barbarie de los ataques de Hamas del 7 de octubre han obligado al gobierno de Biden a un replanteo de fondo de la cuestión de Medio Oriente; que la masiva represalia de Israel contra Hamas ha dejado miles de civiles palestinos inocentes muertos en la Franja de Gaza; que los ataques contra personal israelí y norteamericano se han multiplicado en toda la región; que sin un aliado palestino que no sea Hamas, el gobierno ultraderechista de Israel será incapaz de articular un plan de gobierno para Gaza después de la guerra.
El replanteo en curso revela que en el gobierno norteamericano es plenamente consciente de que no podemos seguir permitiendo que Teherán intente expulsarnos de la región, eliminar a Israel de la región y amedrentar a nuestros aliados árabes actuando a través de fuerzas delegadas -Hamas, Hezbollah, los hutíes y las milicias chiitas en Irak- mientras Irán mira de lejos y no paga ningún precio.
Al mismo tiempo, el replanteo revela que Estados Unidos también es plenamente consciente de que nunca contará con la legitimidad global ni con los aliados de la OTAN y los aliados árabes y musulmanes que necesita para enfrentarse a Irán con mayor contundencia mientras sigamos permitiendo que el primer ministro Benjamin Netanyahu nos tenga maniatados y no empecemos a construir una Autoridad Nacional Palestina (ANP) legítima y creíble que algún día pueda gobernar Gaza y Cisjordania de manera efectiva y, como buen vecino de Israel, negociar la demarcación definitiva de sus fronteras.
“Estrategia de doble ajuste de cuentas”
Nader Mousavizadeh, fundador y CEO de la consultora geopolítica Macro Advisory Partners y asesor principal del exsecretario general de la ONU, Kofi Annan, describe esta incipiente “Doctrina Biden” como “una estrategia de doble ajuste de cuentas”.
“Estratégicamente, hay que dejar al descubierto a Irán y al mismo tiempo hay que embarcarse en una iniciativa sin precedentes para sentar las bases de un Estado palestino desmilitarizado, algo que Estados Unidos nunca ha intentado previamente”, señala Mousavizadeh.
“Cada uno de esos carriles necesita del éxito de los otros dos. Cada vía refuerza y justifica a las demás. Repeler de manera más dura y sostenida a Irán y sus milicias delegadas fortalece la seguridad de Israel y la de nuestros aliados árabes. Combinar eso con un compromiso auténtico y audaz de Estados Unidos con un Estado palestino nos da legitimidad para actuar contra Irán y nos garantiza el apoyo de los aliados que necesitamos para ser más eficaces. Y también deja aislado militar y políticamente a Irán”, añade.
Hasta ahora, siempre y cuando se abstuviera de atacarnos directamente, hemos tolerado que Irán destruya todas las iniciativas constructivas que intentamos impulsar en Medio Oriente. Y al mismo tiempo hemos tolerado que el gobierno de Netanyahu pretenda impedir para siempre cualquier forma de Estado palestino, al punto de haber fortalecido durante muchos años a Hamas en contra la ANP para garantizar que no hubiera un socio palestino unificado.
“Los hechos del 7 de octubre pusieron en evidencia que nuestra política hacia Irán era un fracaso y que nuestra política hacia el conflicto palestino-israelí también”, apunta Mousavizadeh. “Esas políticas empoderaron a Hamas y le permitieron atacar salvajemente a Israel, empoderaron a los hutíes para que se animaran a paralizar el transporte marítimo mundial, y permitieron que las milicias chiitas proiraníes intentaran expulsar a las fuerzas norteamericanas desplegadas en Medio Oriente para impedir el resurgimiento de Estado Islámico y ayudar a mantener medianamente estable la región.”
Todo esto ocurrió, agrega Mousavizadeh, sin que nadie responsabilice al régimen de Irán “por la forma en que despliega a sus venenosos y destructivos agentes no estatales en toda la región contra los objetivos constructivos de nuestros aliados”, cuyos intentos apuntan a que la región sea más inclusiva.
Por todas estas razones, espero y ruego que la “Doctrina Biden” para Medio Oriente vea la luz, y creo que también debería ser el anhelo de todos los israelíes.
Traducción de Jaime Arrambide
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