“Tolerancia cero”: cómo la variante delta desafía la estrategia de China
Por pequeños brotes, aplicó restricciones muy duras para millones de personas; hay dudas por la vigencia a largo plazo de esa fórmula
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PEKÍN.- Bastan unos operarios descuidados para colocar en aprietos al país más seguro. Ocurrió el 10 de julio en el Aeropuerto Internacional de Nanjing: los trabajadores limpiaron un avión llegado de Rusia y, rompiendo el protocolo, se juntaron luego con colegas en la terminal de vuelos domésticos. Cuando nueve de ellos dieron positivo una semana y media después, ya era tarde. Los contagios se habían esparcido por la sureña provincia de Guangdong, la norteña de Liaoning, y la central de Sichuan. China suma más de 500 contagios en 17 provincias en la última semana y, según la prensa oficial, vive la peor crisis desde que la epidemia surgió en Wuhan. Son cifras ridículas si las comparamos con las globales pero lacerantes para un gobierno que descarta la convivencia con el virus.
Dos razones explican que esta crisis se le atragante a China cuando había sofocado las anteriores con diligencia. El primero es un acto masivo en Zhangjiejie, un destino turístico de la provincia de Hunan, que contó con varios pasajeros de Nanjing entre sus miles de asistentes. Ahora, el seguimiento a todos los rincones del país, junto con la de sus contactos más cercanos, es una pesadilla logística incluso para China. El segundo es la variante delta, mucho más contagiosa que las anteriores, y que supone un reto mayúsculo para la estrategia de “tolerancia cero”.
Las medidas aprobadas no fueron escasas ni tibias. Los casi nueve millones de habitantes de Nanjing han sido ya testeados tres veces, los vuelos se han cancelado durante dos semanas y decenas de miles de personas han quedado confinadas. Las restricciones de movimiento alcanzan a varias provincias y se han desaconsejado los viajes no imprescindibles. Pekín cerró rutas de larga distancia con el resto del país tras romper su racha de 200 días en blanco. Y ha caído incluso Wuhan, el fortín más seguro, que aúna la extrema precaución social con unos dirigentes tan ágiles como conscientes de que sus antecesores fueron fulminados por arrastrar los pies.
Wuhan es para el mundo sólo el origen de la pandemia pero en China simboliza el sacrificio victorioso contra el virus. Aquellos 79 días de estricto encierro impidieron que el virus se extendiera al resto del país y los wuhaneses, que nunca fueron los más queridos, disfrutan desde entonces de un aura heroica. “Esta es la más ciudad más segura de China y sabremos cómo vencer al virus de nuevo si regresa”, repiten con variantes mínimas sus vecinos. “Tenemos experiencia en esto. Si todo el mundo reaccionara como lo hacemos ahora o lo hicimos antes, el problema se habría resuelto hace tiempo. Pero la gente viaja sin pruebas o sin vacunas y no es de extrañar que el virus haya regresado a China y a Wuhan”, cuenta por teléfono el propietario de un bar en la ribera del Yantsé. Ocho contagios, cinco de ellos asintomáticos, justificaron esta semana los tests a sus 12 millones de habitantes.
Es la receta conocida, basada en pecar por exceso, que mantuvo el coronavirus a raya y permitió que la economía china despegara cuando el mundo se desangraba. Los resultados impiden el debate, razonó Xi Jinping a principios de año: “Juzgando cómo los diferentes gobiernos y sistemas políticos han gestionado la pandemia, podemos ver con claridad quién lo ha hecho mejor”, dijo. Pero las dudas se plantean sobre la vigencia a largo plazo de la fórmula tras el cambio de decorado.
La altísima capacidad infecciosa de la variante delta dificulta su erradicación y la masiva campaña de vacunación minimiza el daño. Algunos sugieren que la “tolerancia cero” gire hacia cierta convivencia con el virus, sin las cuarentenas elefantiásicas y otras medidas disruptivas.
Wang Liming, profesor de la Universidad de Zhejiang, ya sugirió meses atrás que la eliminación absoluta era quimérica y urgía mentalizarse para la coexistencia. También Zeng Guang, jefe epidemiólogo del Centro de Prevención y Control de Enfermedades, recomendó más realismo tras aclarar que contener la variante delta es diez veces más contagiosa.
La economía en pandemia
La ecuación también incluye la economía. China fue el único entre las grandes que vadeó la recesión el pasado año y para este pretende un crecimiento del 6 % anual que los expertos juzgan como escaso. El ejercicio se inició con un tremendo rebote del 18,3 % en el primer trimestre que se atenuó al 7,9 % y datos como las ventas al por menor sugieren más dificultades de las previstas.
Alicia García-Herrero, economista jefe para Asia Pacífico de Natixis, aventura que China se verá obligada a flexibilizar la política fiscal a pesar del peligroso endeudamiento. “En la mejor de las hipótesis, si este rebrote es controlado este mes, creemos que la economía crecerá al 7,8 % este año. De lo contrario, será más bajo. Y un crecimiento del 7 % para China, teniendo en cuenta el efecto base del pasado año, es muy poco”, señala
No es la primera incursión de la variante delta en China pero sí la más agresiva. La inquietud explica que China levantase en Guangzhou un centro de cuarentena del tamaño de 20 campos de fútbol para los llegados de afuera, que alargara sus semanas de aislamiento o que elevara el umbral de la inmunidad de rebaño del 70% hasta el 80 u 85%. Los planes para alcanzarlo a finales de año se cumplirán sin problemas pero tampoco será la bala de plata contra la pandemia. Las muertes de personal médico que había sido inoculado con la doble dosis en Tailandia o Indonesia alumbran las dudas sobre la eficacia de las vacunas patrias. Muchos de los infectados en Nanjing también las recibieron aunque pocos han sufrido síntomas severos. Es improbable que, en ese cuadro, China jubile su estrategia de “tolerancia cero”.
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