Timothy McVeigh murió desafiante
El terrorista recibió la inyección letal
TERRE HAUTE, Indiana.-– Timothy McVeigh, veterano del ejército que en 1995 le declaró la guerra al gobierno haciendo volar por los aires un edificio federal en la ciudad de Oklahoma donde murieron 168 personas, fue ejecutado por medio de una inyección letal ayer a la mañana en la prisión federal de Terre Haute, en el Estado de Indiana.
McVeigh, de 33 años, vestido con una remera blanca y pantalones de color beige, fue llevado de su celda a la cámara de ejecución aproximadamente a las 6 de la mañana, hora local (las 9 en la Argentina), y atado a una camilla tapizada de plástico. Tenía la cabeza y la espalda levemente reclinadas hacia arriba, las piernas estiradas, y fue tapado con una sábana hasta el pecho.
McVeigh, un agnóstico confeso, no pronunció últimas palabras, pero dejó escrita de su puño y letra una desafiante poesía inglesa titulada “Invictus”, escrita en 1875 por William Ernest Henley, para que hablara por él y que fue distribuida entre los testigos.“Soy dueño de mi propio destino; soy el capitán de mi alma”, concluye el poema.
Poco después de las 7, hora local, (las 9 en la Argentina), sucesivas dosis de sustancias químicas letales -primero tiopental de sodio para sedarlo, luego bromuro de pancuronio para distenderlo y anular la función de sus pulmones y diafragma, y finalmente cloruro de potasio para paralizar su ritmo cardíaco- fueron inyectadas a través de un catéter en una vena de su pierna derecha.
"A medida que las sustancias químicas ingresaban en su corriente sanguínea, McVeigh respiró varias veces profundamente, comenzó a mirar hacia el techo y sus ojos se pusieron vidriosos", señaló uno de los testigos.
McVeigh fue declarado muerto a las 7 horas 14 minutos hora local (las 9.14 en la Argentina), apenas cuatro minutos después de inyectada la primera sustancia química.
El presidente George W. Bush expresó en la Casa Blanca que McVeigh había elegido su propio destino hace seis años, cuando hizo detonar la bomba. "No fue un acto de venganza, sino de justicia, respecto de las víctimas del atentado en la ciudad de Oklahoma -señaló Bush-.Hoy, todos aquellos afectados por la maldad perpetrada en la ciudad de Oklahoma pueden saber que se hizo justicia. Para la ley norteamericana, el caso está cerrado."
El jefe de la prisión, Harley Lappin, indicó que el condenado a muerte estuvo tranquilo y cooperó desde que salió de la celda hasta la sala de ejecución, y hasta se acomodó por su cuenta en la camilla donde fue sujetado.
El cuerpo de McVeigh fue retirado en un coche fúnebre y llevado hasta la oficina del perito forense local para confirmar la causa de la muerte. Su cadáver será cremado, aunque el destino de sus cenizas se mantuvo en secreto.
Los testigos
La ejecución de McVeigh, la primera realizada por el gobierno federal en 38 años, fue observada por cientos de personas. Varias decenas miraron a través de las ventanas, con cristales espejados, de la sala de ejecución.
Entre ellos había testigos seleccionados entre los sobrevivientes del atentado y los familiares de las víctimas, varios funcionarios de la prisión, diez periodistas escogidos al azar y cuatro testigos elegidos por el propio McVeigh: sus dos abogados, un investigador del grupo que lo defendió y su biógrafo. McVeigh pidió que ningún miembro de su familia estuviera presente.
Desde la ciudad de Oklahoma, 232 testigos -sobrevivientes del atentado o familiares de las víctimas- vieron morir a McVeigh a través de una transmisión por circuito cerrado de TV.
Shari Sawyer, que perdió a su madre en el atentado de 1995, comentó que percibió una mirada de crueldad en McVeigh durante sus momentos finales. "Sabía que su mirada se dirigía a nosotros y lo hizo a propósito", añadió.
Poco después de la medianoche, alrededor de la prisión, a unos 500 metros unos de otros, se congregaron dos grupos: uno a favor de la ejecución y el otro en contra.
Unas 200 personas que se oponían a la pena de muerte se sentaron en círculo, prendieron velas y leyeron en silencio los nombres de las 168 víctimas del atentado en la ciudad de Oklahoma. El grupo que respaldaba la pena de muerte también hizo una vigilia con velas y pidió 168 segundos de silencio.
La ejecución de Timothy McVeigh se produjo como castigo por el acto terrorista más sanguinario cometido hasta ahora en territorio norteamericano. Una bomba de inmenso poder fue hecha detonar el 19 de abril de 1995 por McVeigh en un camión alquilado que había estacionado frente al edificio federal Alfred P. Murray, que voló en pedazos. En el atentado murieron 149 adultos y 19 niños, en tanto que cientos de personas resultaron heridas.
Pérdidas humanas
Lo más cercano a un acto público de contrición mostrado por McVeigh se observó en una de las cartas que escribió y que fue publicada el domingo último por el diario The Buffalo News. "Lamento que esa gente haya perdido la vida. Pero ésa es la naturaleza de la bestia. Es de suponer que habría pérdidas humanas", había escrito McVeigh, como si hubiese estado describiendo una operación militar.
McVeigh, que había sido condecorado con la Estrella de Bronce por cumplir servicio en la Guerra del Golfo, fue detenido 90 minutos después del estallido por un agente de la policía estatal de Oklahoma que lo hizo parar por manejar un vehículo sin patente.
McVeigh pasó su último día entero de vida en una celda de 3,50 por 6 metros, escribiendo cartas, mirando programas en un televisor blanco y negro, y a la espera. Lo último que comió fue casi un kilo de helado de menta con trozos de chocolate.
"Invictus"
- La poesía elegida por Timothy McVeigh como mensaje de despedida se titula "Invictus" y fue escrita en 1875 por William Ernest Henley, poeta inglés amigo de Robert Louis Stevenson y Joseph Rudyard Kipling. La siguiente es la traducción al español:
En la noche que me envuelve,
Negra como la vorágine infinita,
Agradezco a cualquier divinidad que sea
Por mi alma invencible
Oprimido por las circunstancias
Ni siquiera vacilo o lloro en voz alta. Bajo los golpes del destino
Mi cabeza sangra pero no se doblega.
Más allá de este lugar de odio y lágrimas
Incumbe sólo el horror de la sombra, Sin embargo la amenaza futura
Me encuentra y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecho es el pasaje
O cuán pesada la sentencia,
Soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma.
(William Ernest Henley)
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