Timochenko, un líder radical forzado a elegir la vía de la paz
Llegamos a la mesa de diálogo sin rencores ni arrogancia." Rodrigo Londoño Echeverri, alias "Timochenko", el comandante máximo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) desde noviembre pasado, definió así la voluntad de la guerrilla de sentarse a negociar la paz con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos para lograr ponerle un punto final a este conflicto armado de casi 50 años.
Pero a muchos puede resultarles curioso escuchar esas palabras justamente de parte de Timochenko, uno de los líderes más radicales que tuvieron las FARC desde sus inicios, en 1964. Londoño, un hombre de sangre fría y de raigambre marxista leninista educado en el exterior, se vio forzado a adoptar la vía del diálogo ante el continuo debilitamiento de la guerrilla.
En el pasado, Timochenko solía estar a cargo de la inteligencia y la contrainteligencia del grupo rebelde. Fue también el hombre de mayor confianza de Manuel Marulanda, alias "Tirofijo", el fundador de las FARC, que murió en 2008.
Su visión doctrinaria y su marcada ideología lo llevaron a escalar hacia lo más alto de la cúpula de la guerrilla en poco tiempo: después de militar en la Juventud Comunista, de haber estudiado medicina en la ex Unión Soviética y de haber recibido entrenamiento militar en Cuba, en 1979 se unió a las FARC y a los dos años se convirtió en comandante de frente.
Cuando cumplió 23 años, integró el estado mayor de la guerrilla, y a los 26 ya estaba entre los que conformaban el secretariado, la cúpula rebelde, que está compuesta solamente por siete miembros.
Además de su ideología, Timochenko es también conocido porque se le atribuyen actos violentos de alto perfil: la orden de fusilamiento de unos 50 guerrilleros, el secuestro del gobernador Alan Jara en 2001 y el homicidio del político conservador Feisal Mustafá Barbosa, en 1993.
"En noviembre de 2011, cuando murió Alfonso Cano, que había reemplazado a Tirofijo en la jefatura de la guerrilla, Timochenko asumió como nuevo líder y reivindicó la bandera de las FARC para continuar con la lucha armada", recordó el analista colombiano Alfredo Rangel, en un diálogo con la nacion desde Bogotá.
Sin embargo, esa idea de radicalización de la guerrilla de la mano de Timochenko no fue tal, y de a poco el nuevo jefe comenzó a dar indicios que terminaron guiando hacia esta mesa de diálogo que comenzará, según lo estipulado, el 5 del mes próximo en Oslo.
Compromiso
A principios de este año, Londoño le envió una carta a Santos en la que llamó a entablar una hipotética mesa de conversaciones, y algunos días después se comprometió a cesar el secuestro de civiles con fines de extorsión económica, contemplando así una de las principales demandas del presidente colombiano.
A eso se sumó que el pasado abril las FARC liberaron a los últimos diez policías que mantenían secuestrados, y el mismo Santos reconoció que ése había sido un paso hacia un posible diálogo.
Desde siempre, el paradero de Timochenko fue y es un misterio, aunque se sabe que suele movilizarse en la zona de la frontera con Venezuela. "Por eso tampoco es casualidad que este país aparezca como uno de los que acompañan el proceso hacia la paz", arriesgó el analista colombiano Jaime Zuluaga Nieto.
Incluso los organismos de inteligencia en Colombia alguna vez afirmaron por lo bajo que Timochenko se refugia del otro lado de la frontera.
Atrás parece que quedaron las épocas en que era identificado como negociador con los narcos y los traficantes de armas. Timochenko, de 53 años, logró darse cuenta de que la guerrilla necesitaba legitimarse frente a la población y que precisaba reconocimiento internacional. En parte, dejó a un costado su ideología radical y se dispuso a iniciar un proceso de negociación por la paz.
Pese a la voluntad, el jefe de las FARC no pudo terminar de adormecer su costado más duro y supo aprovechar el momento del presidente, ansioso por negociar con la guerrilla un proceso de paz que se pospone desde hace años, con el que busca revertir la caída de su popularidad.
"El costado radical de Timochenko sigue presente y se ve en que el gobierno de Santos aceptó sentarse a negociar sin antes suspender el cese de las hostilidades –señaló Rangel–. La violencia sigue siendo su instrumento de presión."
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