Terremoto en Turquía: crece el enojo contra el gobierno, mientras Erdogan visita las zonas afectadas
Las familias turcas protestan contra la lenta respuesta del gobierno en las operaciones de rescate y ayuda a los supervivientes
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GAZIANTEP, Turquía.- A medida que pasan las horas decisivas para encontrar supervivientes tras el devastador terremoto de magnitud 7,8, en Turquía, crece el enojo entre la población local por lo que consideran una lenta respuesta del gobierno a las labores de rescate y ayuda humanitaria, una sensación generalizada que coincide con la primera visita este miércoles del presidente turco, Tayyip Erdogan, a la zonas afectadas.
El número total de víctimas mortales confirmadas del sismo del lunes, que sacudió una franja del sur de Turquía y la vecina Siria, ascendió a mas de 11.000 personas. Se espera que la cifra continúe aumentando, ya que hay cientos de edificios derrumbados en los que se encontraban personas durmiendo cuando se produjo el temblor a primera hora de la madrugada.
Las familias del sur de Turquía y de Siria pasaron una segunda noche bajo un frío glacial mientras los abrumados equipos de rescate trataban de sacar a la gente de entre los escombros.
Muchos en la zona de desastre turca recurrieron a dormir en autos o en la calle bajo mantas, temerosos de volver a los edificios sacudidos por el temblor- el más mortífero en Turquía desde 1999- y por un segundo fuerte terremoto horas después ante reiteradas réplicas.
Desde que ocurrió la tragedia que las familias que esperan impacientes rencontrarse con sus seres queridos apuntan contra a la escasez de comida y asistencia.
“¿Dónde están las carpas, dónde están los camiones de comida?”, dijo Melek, de 64 años, en Antakya, afirmando que no había visto ningún equipo de rescate. “Aquí no hemos visto ninguna distribución de alimentos, a diferencia de catástrofes anteriores de nuestro país. Sobrevivimos al terremoto, pero aquí moriremos de hambre o de frío”.
“Esperamos a nuestros muertos”
En la ciudad de Gaziantep, que se vio azotada por el poderoso sismo, Ebru Firat, de 23 años, es consciente de que cada vez hay menos posibilidades de que encuentren viva a su prima, desaparecida bajo los escombros de su vivienda en el suburbio Sehitkamil.
Como le ocurre a los centenares de personas que esperan delante de las ruinas, el dolor se mezcla con la rabia.
“Ya han pasado 36 horas desde el sismo... todo avanza tan lentamente”, comentó la joven. “Quiero tener esperanza, pero...”.
Cada minuto cuenta a la hora de encontrar a eventuales supervivientes pero, en las horas posteriores a la tragedia, ningún rescatista se acercó a la zona. Fueron los propios familiares de los desaparecidos, a veces acompañados por policías, los primeros en ponerse a buscar entre los escombros con sus propias manos.
“Es demasiado tarde. Ahora esperamos a nuestros muertos”, comentó, suspirando, una mujer que esperaba noticias de su tía.
Los primeros socorristas aparecieron por la zona el lunes por la noche, pero a medianoche dejaron de trabajar, explicaron las familias, quejándose.
“La gente estaba indignada esta mañana. La policía intervino. Después, nos obligaron a callarnos”, contó Celal Deniz, de 61 años. Su hermano y sus sobrinos están bajo los escombros.
En medio de un frío desgastante, Deniz y sus parientes intentaban entrar en calor alrededor de una hoguera.
El número de muertos superó los 8500 en Turquía. En Siria, ya devastada por 11 años de guerra, el número de víctimas confirmadas ascendió a más de 2500 durante la noche, según el gobierno sirio y un servicio de rescate que opera en el noreste controlado por los rebeldes.
El presidente de la Media Luna Roja, Kerem Kinik, aseguró el lunes en televisión que “no hay ninguna región a la que no hayan podido llegar los servicios de rescate”.
“¡Mentira!”, lanzó un joven que pidió permanecer en el anonimato. “Estamos abandonados”.
“Impuesto sismo”
La negligencia hace aflorar interrogantes para los que, de momento, no se tiene respuesta.
“No saben lo que está viviendo el pueblo. ¿Dónde están nuestros impuestos recogidos desde el sismo de 1999?”, señaló Deniz, recordando el terremoto de aquel año, que devastó zonas muy pobladas e industrializadas del noroeste del país.
Después de aquel sismo, que causó al menos 17.400 muertos, se estableció un impuesto especial denominado “la tasa sismo”.
Los ingresos recabados desde 1999 -estimados en 88.000 millones de libras turcas, es decir, cerca de 4600 millones de dólares- debían invertirse en la prevención de catástrofes y en el desarrollo de los servicios de rescate.
Pero los turcos ahora dudan del paradero de ese dinero.
La ciudad continúa sacudida por violentas réplicas y a los habitantes les falta de todo: las tiendas están cerradas, el gas está cortado -y con él, la calefacción- y encontrar combustible es toda una hazaña.
Solo permanecen abiertas algunas panaderías, frente a las que se forman largas filas.
Pero los más afectados son los distritos más aislados de la provincia, como Islahiye y Nurdagi, donde centenares de inmuebles se derrumbaron.
“Las rutas quedaron parcialmente destruidas, es muy difícil suministrar ayuda a esas localidades”, explicó Gokhan Gungor, un cocinero que se ofreció voluntario para distribuir víveres entre las víctimas. “La gente está sin agua y sin comida allá”.
En la ciudad turca de Antakya, decenas de cadáveres, algunos cubiertos con mantas y sábanas y otros en bolsas, estaban alineados en el suelo frente a un hospital.
“Mi mujer no habla turco y yo no veo muy bien. Tenemos que comprobar todas las caras. Necesitamos ayuda”, dijo un hombre bajo anonimato.
Visita de Erdogan
El presidente turco Erdogan, que declaró el estado de emergencia en 10 provincias y envió tropas de ayuda, llegó a la ciudad de Kahramanmaras para ver los daños y comprobar las labores de rescate y socorro.
En declaraciones a los periodistas, con constantes sirenas de ambulancias de fondo, Erdogan dijo que había habido problemas con las autopistas y los aeropuertos, pero que todo mejoraría con el paso de los días.
La catástrofe le plantea un nuevo reto en las elecciones a las que se enfrenta en mayo, que ya se preveían como las más duras de sus dos décadas en el poder.
Cualquier percepción de que el gobierno no está abordando la catástrofe adecuadamente podría dañar las perspectivas de Erdogan en la votación, pero los analistas dicen que, por otro lado, podría reunir el apoyo nacional en torno a la respuesta a la crisis y reforzar su posición.
Agencias AFP y Reuters
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