Terremoto en Siria: Al-Assad espera que la tragedia lo ayude a romper el aislamiento internacional tras 12 años de guerra
El régimen intenta aprovechar la coyuntura para que Occidente retome la cooperación con Damasco y le permita reinsertarse, por lo menos, al sistema regional
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BARCELONA.- Desde que recuperó el control de Aleppo en 2016, el régimen del sirio Bashar al-Assad sabe que la insurgencia, acorralada en un rincón del noroeste del país, no podrá ya desalojarlo del poder. Entonces, creyó que era cuestión de tiempo que sus adversarios, con Estados Unidos a la cabeza, reconocieran su victoria en la guerra civil y le permitieran reintegrarse a la comunidad internacional.
Sin embargo, siete años después, Damasco continúa aislado y bajo un régimen de sanciones, pero ha visto en el brutal terremoto que asoló la región fronteriza con Turquía una oportunidad para la normalización.
Desde el advenimiento de la Primavera Árabe, el pueblo sirio ha padecido una catástrofe tras otra: primero, una devastadora guerra civil, luego, una pandemia con el sistema de salud destruido, el hundimiento del Líbano y sus bancos, depositarios de los ahorros de la clase acomodada siria, un brote de cólera, y ahora, el peor terremoto en décadas. En Siria, las víctimas mortales ya superan las 3380, y decenas de miles perdieron sus hogares.
Así las cosas, con las arcas vacías, el país no ha podido ni siquiera iniciar su reconstrucción. La carestía es tal que incluso algunos empleados dejaron sus trabajos por no poder sufragar los costos del transporte a raíz de la guerra en Ucrania.
Desde hace años, el régimen se niega a permitir la entrada de ayuda humanitaria internacional a la provincia de Idlib, dominada por el grupo islamista opositor Tahrir al-Sham, si no la canaliza el gobierno sirio. Esta es una de las zonas más castigadas por el terremoto, por disponer de menos medios. Hasta ahora la ayuda internacional llegaba a través del paso fronterizo con Turquía de Bab al-Hawa. Pero el daño a las vías de comunicación por el terremoto limita el envío de la ingente ayuda internacional que necesita desesperadamente.
Romper el tabú
Según los expertos, el régimen está intentando aprovechar la coyuntura actual para romper el tabú en Occidente de la cooperación con Damasco. El embajador sirio en la ONU, Bassam Sabbagh, solicitó al secretario general, Antonio Guterres, ayuda para convencer a los países reacios a coordinar el envío de ayuda con el gobierno en lugar de hacerlo a través de Turquía. El canciller fue incluso más allá y pidió el levantamiento de las sanciones porque “incrementan las dificultades de la tragedia”. Las sanciones no incluyen la ayuda humanitaria, pero sí impiden que la economía vuelva a ponerse en pie.
De momento, las peticiones de colaboración directa han caído en saco roto, al menos en Occidente. “Sería bastante irónico, si no contraproducente, que cooperáramos con un gobierno que maltrató a su pueblo durante doce años -lo atacó con armas químicas, los asesinó-, y es responsable del sufrimiento que experimentó”, declaró esta semana el vocero del Departamento de Estado, Ned Price, cerrando la puerta a una suavización del aislamiento de Al-Assad. Los países occidentales solo trabajan con las ONG internacionales porque temen que el régimen se apropie de la ayuda y solo la distribuya a las zonas que controla.
Ahora bien, las perspectivas de indulto son en cambio más halagüeñas en el mundo árabe. Los pueblos árabes han expresado su profunda solidaridad con los sirios, e incluso los líderes de varios países alineados con la política exterior de Washington, como Egipto, Jordania o Emiratos, han mantenido contactos directos con Al-Assad. De hecho, la mayoría de los países árabes no han tenido reparos en enviar ayuda directamente a Damasco y a coordinarse con el gobierno central.
Esta pulsión solidaria con Siria podría allanar el camino para su integración en el sistema regional árabe. Hasta ahora, la Liga Árabe no ha revertido la decisión de suspender temporalmente la membresía de Damasco en noviembre de 2011, en los albores de la guerra civil. Varios países, entre ellos Argelia, Líbano o Iraq, patrocinaron en repetidas ocasiones su retorno a la organización, pero otros, como Arabia Saudita, Qatar o Egipto, la bloquearon. Tanto Riad como El Cairo exigen a Al-Assad que se aleje de la milicia pro-iraní Hezbollah, que fue junto a Rusia un aliado crucial para prevalecer en el campo de batalla.
En enero pasado, pareció que la reintegración regional de Siria tomaba impulso tras la reunión entre Al-Assad y el canciller de Emiratos Árabes y el inicio del deshielo entre Turquía y Siria. Durante la guerra, ambos países apoyaron la insurgencia contra Al-Assad. Pero esta no es la primera vez que se vislumbran señales hacia la normalización que luego no culminaron. Al-Assad espera que esta vez sea diferente, y que la dimensión del terremoto sirva al menos para ablandar corazones e intereses de sus vecinos.
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