Teorías conspirativas: un abono que alimenta el avance de los populismos
Los militares le pidieron a Donald Trump que fuera candidato a presidente de Estados Unidos para salvar al mundo. Todos sus antecesores fueron "presidentes criminales". Una "camada de élites globales" -incluidos los Bush, los Clinton, los Obama, funcionarios de inteligencia y figuras de Hollywood- es culpable de los males del mundo, y conspira con el "estado profundo" para desbancar al magnate neoyorquino. Pero viene "una tormenta", un "gran despertar", y todos terminarán presos.
Esta teoría conspirativa surge de un video en YouTube (con el título "La historia, el plan"), publicado hace poco más de un mes, que se ha convertido en el manifiesto de un movimiento que, con menos de un año de vida, saltó desde un rincón de internet a la primera fila de la coalición de Trump. Sus seguidores poblaron sus últimos actos de campaña con una letra: Q. Remeras con la letra Q; carteles con un mensaje: "Somos Q", y un lema: "Donde va uno, vamos todos".
"Es un movimiento. Algunos lo llaman el gran despertar", dijo un joven, antes de un acto de Trump en Pensilvania, a la cadena CNN, que le dedicó un segmento al tema.
La visibilidad de QAnon -tal el nombre del peculiar movimiento- en los últimos eventos de campaña de Trump mostró la popularidad de las teorías conspirativas dentro de la coalición que tejió el magnate. Es un rasgo que puede verse, también, entre partidarios del Brexit, en Gran Bretaña, o del Movimiento Cinco Estrellas (M5E), en Italia. La irrupción política de Trump, de hecho, estuvo marcada por una teoría conspirativa: la acusación de que Barack Obama no nació en Hawai, sino fuera de Estados Unidos.
"La gente que tiene inclinación por el partido republicano y cree en teorías conspirativas son los mayores partidarios de Trump", apunta Joseph Uscinski, politólogo de la Universidad de Miami y especialista en el estudio de teorías conspirativas.
Para Uscinski, Trump fue por el lado conspirador de los republicanos, y motivó a las personas con teorías conspirativas en reiteradas oportunidades, algo que además le permitió desmarcarse de los candidatos más moderados que enfrentó en las primarias.
"Estos puntos de vista han estado ahí, y se han estado escondiendo a plena vista. Los hemos ignorado y hemos esperado que las élites políticas no jueguen con estas ideas de conspiraciones o con estas personas con conspiraciones, pero con Brexit y con Trump, lo hicieron, porque sirvió a sus propósitos", señaló Uscinski.
La Casa Blanca intentó despegar a Trump del fenómeno. La vocera presidencial, Sarah Sanders, señaló esta semana en uno de sus encuentros con la prensa que el presidente norteamericano no apoya a grupos que inciten a la violencia de ningún tipo.
"El presidente Trump condena y denuncia a cualquier grupo que incite a la violencia contra otro individuo, y ciertamente no apoya a grupos que promuevan ese tipo de comportamiento", dijo Sanders, ante una pregunta específica sobre QAnon.
Pero en su carrera hacia la presidencia Trump le dio oxígeno a varias teorías conspirativas: además de sugerir que la ciudadanía de Obama era falsa, ventiló la idea de que el juez de la Corte Suprema Antonin Scalia, que murió en 2016, pudo haber sido asesinado; adhirió a la noción de que las vacunas provocan autismo; dijo que "el concepto de calentamiento global" fue inventado por China para perjudicar a Estados Unidos, y vinculó al padre del republicano Ted Cruz, unos de sus rivales en las primarias, con el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, entre otras declaraciones infundadas.
"Estas teorías de conspiración se utilizan para mantener el entusiasmo entre la base de los movimientos populistas. En Estados Unidos, es la base de Trump", indicó Robert Shapiro, de la Universidad Columbia en Nueva York.
"Los miembros de la base de apoyo de Trump pueden no creer en las teorías, pero estas y otras falsedades son una forma de mantener su atención, y recordarles que la oposición es peor y que necesitan seguir apoyando al presidente u oponerse a la oposición de Trump, lo que significa apoyarlo", explicó Shapiro.
Caos
Uscinski dijo que creer en conspiraciones es "humano", aunque las personas con menores ingresos, un nivel educativo bajo, y con una visión del mundo en la cual "los eventos y las circunstancias son un producto de conspiraciones continuas" tiende a ser más proclive a adoptarlas. Stephan Lewandowsky, profesor de la Universidad de Bristol, señaló al sitio Vox que, a menudo, estas teorías "cumplen la función irónica de proporcionar un sentido de orden en el caos".
La idea de que los hechos, los datos y la información pueden quebrar la credibilidad de una teoría conspirativa parece, cuando menos, ingenua en la era de la posverdad. La gente busca, consume e interpreta la información para confirmar lo que cree, un rasgo que la ciencia bautizó "sesgo de confirmación". Uscinski lo dice así: "Todos nos protegemos de la verdad constantemente. La gente quiere creer lo que ya cree".
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