Tensión en Medio Oriente: las opciones de Irán para responder a Israel sin desencadenar una “guerra total” en la región
El ataque a la sede diplomática del régimen de los ayatollahs cruzó una línea roja para Teherán, que evalúa cómo contestar
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BARCELONA.- Desde el inicio de la guerra en la Franja de Gaza, hace seis meses, ha habido un consenso entre los expertos al señalar que Irán no quiere una escalada bélica que acarree su entrada directa en un conflicto con Israel y, probablemente, también Estados Unidos. El régimen de los ayatollahs se siente vulnerable, sobre todo a nivel interno, después de la fuerte ola de protestas que suscitó la muerte de la joven Mahsa Amini tras los abusos sufridos en una comisaría acusada de no llevar correctamente puesto el velo islámico.
Las consecuencias de una guerra contra Estados Unidos son imprevisibles, y el guía supremo, Ali Khamenei, no quiere poner en riesgo su régimen.
Por eso, hasta ahora, las milicias controladas o afines a Teherán, como Hezbollah en Líbano o los hutíes en Yemen, llevaron a cabo ataques de alcance limitado contra Israel. Su objetivo ha sido siempre mantener la presión contra el Estado hebreo para dificultar su ofensiva en Gaza, lanzando un guiño a los sectores más duros del régimen, pero sin excederse ante la posibilidad de desencadenar una guerra regional.
Israel se comportó de una manera parecida hacia Irán y sus peones regionales. Atacó posiciones de Hezbollah en el sur del Líbano, a menudo, como respuesta a los bombardeos del grupo islamista contra el norte de Israel.
El gobierno de Benjamin Netanyahu también situó en su punto de mira instalaciones utilizadas por Hezbollah en Siria o convoyes de armas que circulaban por territorio sirio para proveer a la milicia chiita. Sin embargo, no había cruzado ninguna de las líneas rojas del régimen iraní… hasta el pasado lunes.
Aunque no lo haya reivindicado oficialmente, nadie duda de que Israel está detrás del bombardeo con misiles del consulado de Irán en Damasco, que dejó siete muertos, entre ellos Mohammad Reza Zahedi, un alto cargo de la Fuerza Quds, el grupo de élite de la Guardia Revolucionaria de Irán, encargado de coordinar las acciones de las milicias pro-iraníes en la región, y su lugarteniente, Mohammad Hadi Haji Rahimi.
Con este ataque, Israel cruzó una línea roja establecida por Teherán, no tanto por el rango de los asesinados, sino porque tuvo lugar técnicamente en suelo iraní. El consulado era un edificio adyacente a la embajada iraní, formando parte del mismo recinto, y según la ley internacional, constituye un territorio bajo soberanía iraní.
Según Luciano Zaccara, profesor de la Universidad de Qatar especializado en Irán, el objetivo de Netanyahu con esta acción sería abrir una guerra regional que obligara a intervenir a Estados Unidos. El premier israelí afrontó durante los últimos días las manifestaciones más multitudinarias pidiendo su renuncia desde el ataque de Hamas del 7 de octubre. Una expansión e intensificación de las hostilidades postergaría cualquier planteamiento de celebrar elecciones anticipadas.
“El bombardeo constituye una escalada importante y puede agitar una región volátil e inestable y llevarla a una guerra total”, advirtió Dana Stroul, antigua responsable del Pentágono para Medio Oriente, y actualmente experta del think tank Washington Institute for Near East Policy. Stroul comparó el impacto del ataque con uno parecido conducido por Donald Trump que mató a Qassem Soleimani, líder de la Fuerza Quds, en Irak en 2020.
En aquella ocasión, Teherán reaccionó intensificando los ataques contra tropas estadounidenses de las milicias pro-iraníes en Irak. Y ésta podría ser también la respuesta de Khamenei esta vez. De hecho, en su reacción tras la acción israelí, el gobierno iraní señaló a Washington como responsable. En cambio, la administración de Joe Biden negó rotundamente tener alguna vinculación con el ataque, al asegurar que ni dio su beneplácito, ni había tenido conocimiento previo.
El problema de una reactivación de los ataques contra las tropas estadounidenses desplegadas en Irak es que sería una respuesta estándar, no la que se esperaría después de que el adversario haya cruzado una línea roja. Los sectores “duros” del régimen presionan a favor de una acción más contundente, ya que, de no ser así, el país ofrecería una imagen de debilidad que envalentonaría nuevos ataques israelíes.
“Tengan la seguridad de que la respuesta iraní al ataque al consulado llegará inevitablemente. Ningún país aguantaría un ataque contra su embajada en otra nación de esta forma. Cuando se toca la soberanía de Irán, es un punto por encima de los demás detalles. Por eso, se viene una respuesta y estamos a la espera”, advirtió el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah.
Ahora bien, no está claro cuántas opciones viables tiene en su menú Khamenei. Todas presentan sus riesgos. Por ejemplo, una ofensiva de calado de Hezbollah tendría unas consecuencias nefastas para la población libanesa, que padece una durísima crisis económica. Por lo tanto, podría provocar una pérdida de los apoyos internos de la milicia islamista.
La opción del lanzamiento de un misil a territorio israelí tendría pocas opciones de éxito. La distancia a recorrer sería muy larga, y con toda probabilidad sería neutralizado por el potente escudo antimisiles que protege el Estado hebreo. Tal cosa ya sucedió con los proyectiles lanzados por la milicia pro-iraní de los hutíes desde Yemen.
Por otra parte, no está claro que el régimen de los ayatollahs cuente con la capacidad operativa de realizar con éxito un atentado terrorista en un tercer país contra intereses israelíes. En la Argentina, existe un doloroso recuerdo sobre este tipo de actos a raíz del sangriento ataque contra la AMIA en Buenos Aires, en 1994.
No obstante, ahora es más difícil. Los servicios de inteligencia israelíes han extremado las medidas de las legaciones del país en el extranjero que, además, están en alerta máxima desde el inicio de la guerra en Gaza, por lo que no se antoja fácil realizar con éxito un atentado, que además podría complicar las relaciones de Irán con el país donde tuviera lugar la matanza.
Con su programa nuclear de nuevo en el punto de mira global, no está claro que a Teherán le interese ganarse nuevas enemistades entre la comunidad internacional.
Mientras la cúpula del Estado iraní deshoja la margarita, el resto de Medio Oriente contiene la respiración, una vez más, en uno de los periodos más convulsos y peligrosos de las últimas décadas en la región.
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