Tensión en Medio Oriente: cómo el nuevo gobierno de extrema derecha de Israel potencia el riesgo de una escalada
La alianza de activistas de asentamientos, nacionalistas radicales y ultraconservadores dirigidos por Netanyahu y sus líderes buscan de modos diversos anexar Cisjordania, flexibilizar aún más las reglas de reclutamiento del Ejército Israelí y consolidar el control del Estado sobre un sitio sagrado de Jerusalén
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JERUSALÉN-. El nuevo de gobierno de extrema derecha en Israel está en el poder desde hace apenas un mes, pero desde entonces, y exceptuando una guerra a gran escala, israelíes y palestinos están viviendo uno de los períodos más violentos en años en la región.
El jueves a la mañana murieron nueve palestinos en la incursión israelí más letal en Cisjordania de la última década y media. Anteanoche, en Jerusalén, un palestino armado mató a siete personas fuera de una sinagoga, el ataque más mortífero contra civiles desde 2008 en la ciudad. Y ayer un atacante de 13 años hirió a dos israelíes en Jerusalén Este.
Estos hechos no son exclusivos de este gobierno, pero los analistas temen que las políticas y los líderes de la nueva administración, la más derechista de la historia del país, probablemente agraven la situación.
El nuevo gobierno es una alianza de activistas de asentamientos, nacionalistas radicales y ultraconservadores dirigidos por Benjamin Netanyahu, y sus líderes buscan de modos diversos anexar Cisjordania, flexibilizar aún más las reglas de reclutamiento del Ejército Israelí y consolidar el control del Estado sobre un sitio sagrado de Jerusalén. Todo eso ya alcanzó para potenciar el resentimiento palestino e hizo que las pocas fuerzas moderadas que quedan en el gobierno israelí tengan cada vez más dificultades para apaciguar las tensiones.
Bajo el gobierno anterior, “la política israelí estaba destinada a mantener la ilusión de la estabilidad”, dice Nimrod Novik, exfuncionario israelí y analista en la organización Israel Policy Forum. “Ahora esa ilusión se disipó”, agrega.
En entrevistas recientes, Netanyahu rechazó esos argumentos y los tildó de alarmistas, y dijo que su partido, el Likud, se hará responsable de mantener la estabilidad.
También es cierto que el gobierno heredó una dinámica inestable de los gobiernos anteriores.
El tiroteo en Jerusalén suscitó comparaciones con una serie de cinco ataques palestinos que acabaron con la vida de 19 israelíes y extranjeros la última primavera boreal, durante el mandato del gobierno anterior.
La incursión en Cisjordania fue simplemente la continuación de una campaña militar israelí que lleva 10 meses en el territorio y que el gobierno anterior inició en respuesta a esa serie de ataques y que causó la muerte de más de 170 palestinos en 2022, la cifra más alta de los últimos 15 años en Cisjordania. Y el año pasado murieron treinta israelíes y extranjeros a manos de palestinos, la cifra más alta desde 2014.
Problema ancestral
Las raíces profundas de este ciclo –como la ocupación israelí de Cisjordania en 1967 y el establecimiento de un sistema legal a dos niveles para los palestinos y los colonos israelíes; el fracaso de las negociaciones de paz, que se estancaron en 2014; y el rechazo a Israel y la violencia contra los israelíes de parte de los palestinos– anteceden por mucho a todos los gobiernos del Israel contemporáneo.
De cualquier modo, los extremistas del actual gobierno fueron elegidos en base a promesas que fogonearon la bronca de los palestinos. Y están más envalentonados, no amedrentados, por el aumento de las tensiones.
Itamar Ben-Gvir, el nuevo ministro a cargo de la policía, obtuvo una cantidad récord de votos en la elección de noviembre con promesas de acciones más firmes contra palestinos que considera como una amenaza terrorista, y aprovechando los temores que se exacerbaron por los disturbios interétnicos entre árabes y judíos en 2021.
En la década de 1990, a Ben-Gvir le negaron servir en el Ejército israelí porque los funcionarios de seguridad lo consideraban demasiado extremista. Y hasta 2020 tenía en su casa el retrato de un francotirador judío que en 1994 mató a 29 palestinos en una mezquita de Cisjordania.
“En esto hay un cambio significativo”, dice Hani Masri, un analista político radicado en Ramallah. “Era un rasgo que solíamos encontrar en los márgenes, no entre los ministros. Ingresamos en una nueva fase”, agrega.
Con el nuevo gobierno israelí se plantea la cuestión de si la solución de dos Estados –el término empleado para el acuerdo de paz que crearía un Estado palestino al lado de Israel– no solo es poco probable, sino imposible. La declaración de los principios rectores del gobierno comenzó con una afirmación directa del derecho exclusivo del pueblo judío sobre Israel y Cisjordania ocupada.
Otro acuerdo de la coalición prometía anexar formalmente Cisjordania en el momento elegido por Netanyahu y legalizar decenas de asentamientos no autorizados en el territorio. Por ahora, Netanyahu evita que sus ministros más extremistas intervengan a su antojo en Cisjordania.
Con intervenciones públicas y privadas, Estados Unidos también intentó evitar los planes más drásticos de algunos ministros para Cisjordania. Mañana y pasado, el secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, visitará Jerusalén y Ramallah, en Cisjordania.
Pero los analistas dudan que pueda lograr algo concreto. “Probablemente sea más una visita de condolencias que una misión diplomática productiva”, dice Aaron D. Miller, exdiplomático estadounidense y miembro del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, un grupo de investigación con sede en Washington.
Las divisiones internas entre la sociedad palestina y sus representantes también obstaculizarán los esfuerzos para calmar la situación.
Patrick Kingsley
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