Tensión en Brasil: el riesgo de una ruptura democrática pone nerviosos a todos
Crece la preocupación entre distintos sectores de que Bolsonaro se lance a una aventura autoritaria; sus seguidores convocaron a marchas en 60 ciudades el martes, Día de la Independencia
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En las últimas semanas, cinco expresidentes brasileños (José Sarney, Fernando Collor de Mello, Fernando Henrique Cardoso, Luiz Inácio Lula da Silva y Michel Temer) se comunicaron a través de emisarios con miembros de las Fuerzas Armadas para sondear hasta qué punto los militares están dispuestos a acompañar al presidente Jair Bolsonaro en eventuales aventuras autoritarias.
Se instaló en Brasil la sensación de que una hipotética ruptura del orden democrático es posible con el actual jefe del Estado, y de que algo podría anunciarse este martes 7 de septiembre, día en que se festeja la independencia del país y habrá marchas en hasta 60 ciudades brasileñas convocadas por el bolsonarismo.
¿De dónde sale esta especulación? De la boca del mismo Bolsonaro, que, en el contexto de su pelea con miembros del Supremo Tribunal Federal (STF) y del Tribunal Superior Electoral (TSE), dijo anteayer que podría “hacer valer la voluntad del pueblo si alguien no la obedeciera”.
Hacer valer la voluntad del pueblo significa, en el diccionario de expresiones bolsonaristas, que los magistrados archiven causas que perjudican a aliados del presidente, liberen a otros que fueron recientemente detenidos y dejen de avanzar en procesos que investigan, sobre todo, a miembros de la familia Bolsonaro. Básicamente, que dejen de ponerles palos en la rueda al presidente y a los suyos.
En su peor momento en materia de popularidad –las encuestas muestran que Bolsonaro perdería en segunda vuelta con cualquiera de los principales precandidatos para las presidenciales del 2022–, la economía en proceso de desaceleración y la inflación anual llegando a los dos dígitos, el presidente no tiene otra opción, afirmaron especialistas entrevistados por LA NACION, que generar un escenario de caos, en el cual los militares, hasta ahora cerrados a la posibilidad de cualquier tipo de acción antidemocrática, se vean forzados a repensar sus estrategias.
Entre los académicos que estudian el mundo militar, existen dos grupos, explica Octavio Amorim Neto, profesor e investigador de la Fundación Getúlio Vargas: “Los optimistas, que hablan de riesgo cero de golpe y destacan el funcionamiento de las instituciones democráticas que controlan a Bolsonaro. Y los cautelosamente pesimistas, como yo, que creen que el riesgo no es cero, y que debemos tener en cuenta que los golpes en Brasil siempre fueron precedidos por la participación de los militares en la política”.
Creciente presencia
Desde 2016, durante el gobierno de Temer, los militares vienen ampliando gradualmente su presencia en la política brasileña. En un país donde no hubo juicios, prisiones y ningún tipo de condena por los crímenes cometidos en la última dictadura (1964-1985), después de un período de alejamiento dedicado a limpiar su imagen, los miembros activos y retirados de las Fuerzas Armadas regresaron con todo al mundo civil.
“Hoy Brasil es gobernado por un líder populista, que exacerbó la politización de las Fuerzas Armadas. Yo estoy dentro de los que creen que Bolsonaro es producto del partido militar, y no al revés”, opinó la argentina Marina Vitelli, profesora de la Universidad Federal de San Pablo.
Para Vitelli, la esperada manifestación del 7 de septiembre tendrá un fuertísimo componente militar, que incorpora además la presencia clave de la Policía Militar brasileña.
En ese sentido, gobernadores de ocho estados prohibieron la participación de la Policía Militar en las manifestaciones.
No se espera que pase algo contundente ese día, pero sí que sea una demostración de fuerza de Bolsonaro y sus aliados, que, en un mediano plazo, podría llevar a escenarios más drásticos.
Las reuniones en Brasilia son permanentes, y dirigentes del peso de Rodrigo Pacheco, presidente del Senado, del centrista Demócratas (DEM), salen diariamente a defender a la democracia en los medios. Ante los ataques de Bolsonaro, la reacción, aun de sus aliados circunstanciales (como es Pacheco), es enérgica. “No existe mejor ambiente que la democracia... La conservación del Estado de Derecho es muy bien recibida por el Congreso Nacional y es importante que estemos unidos”, afirmó el presidente del Senado, después de reunirse con un grupo de gobernadores.
“Democracia tutelada”
La profesora e investigadora de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) Adriana Marques, que tiene contacto frecuente con el mundo militar y entrevistó a varios generales del Ejército para su libro Misión Haití. La visión de los force commanders, sostiene que hoy Brasil tiene una democracia tutelada. Muchos de los generales con los que conversó sobre el papel de las Fuerzas Armadas brasileñas en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití (2004-2017) ocupan hoy puestos en el gobierno de Bolsonaro.
“Después de la salida de Dilma del poder, los militares pasaron a la acción política y hoy son una fuerza política central. La literatura sobre transiciones a la democracia nos dice que un régimen es democrático cuando no tenemos que preocuparnos por lo que piensan los militares”, enfatiza Marques.
Y si algo preocupa hoy a los políticos brasileños más aún que lo que podría hacer Bolsonaro, es si el presidente tendría o no el respaldo de las Fuerzas Armadas.
Nadie imagina un eventual golpe de Estado clásico, como varios países de la región vivieron en los años 60 y 70. Pero sí un escenario de caos económico, político y social que lleve a los militares a promover algún tipo de intervención. Esa es, según los tres especialistas, la apuesta del presidente ante un panorama electoral muy adverso.
“Bolsonaro no tiene muchas opciones y una de las pocas es el caos. Un caos que le dé argumentos para convencer a los militares de la necesidad de adoptar medidas de excepción”, explica Marques. Y todo lo que viene haciendo el presidente es sembrar este caos, alertando sobre el riesgo de que Brasil se vuelva un país socialista, que termine, en sus palabras reiteradas semanalmente, como Venezuela o la Argentina. Un discurso que busca asustar y, al mismo tiempo, mantener movilizados a sus seguidores.
Con un gobierno que ya dejó en claro que no tiene un fuerte (tal vez ni siquiera débil) compromiso con la democracia, las especulaciones son permanentes. El escenario es muy incierto, con los militares acumulando cada vez más poder. Tienen enorme influencia en el gobierno, y usufructúan los beneficios de ocupar cargos públicos. Por ahora mantienen su postura de oponerse a aventuras autoritarias, pero, al mismo tiempo, sostienen que el golpe de 64 no fue un golpe, sino un movimiento. Se trata, según generales aliados a Bolsonaro, de “una cuestión semántica”.
Los militares brasileños, en su gran mayoría, defienden que el artículo 142 de la Constitución de 1988 habilitaría una eventual intervención, en caso de amenazas extremas. El texto al cual se apegan dice que “las Fuerzas Armadas, constituidas por la Armada, el Ejército y la Aeronáutica, son instituciones nacionales permanentes y regulares, organizadas con base en la jerarquía y la disciplina, bajo la autoridad suprema del presidente de la República, y se destinan a la defensa de la patria, la garantía de los poderes constitucionales y, por iniciativa de cualquiera de estos, de la ley y el orden”.
Según explica Vitelli, este artículo es usado internamente para defender un supuesto poder moderador de las Fuerzas Armadas, con o sin Bolsonaro, porque no pueden ser descartadas otras alianzas con el partido militar.
Por su parte, Amorim Neto no ve condiciones para un autogolpe de Bolsonaro al estilo del de Alberto Fujimori, porque el actual Presidente, “como buen paracaidista, no tiene visión estratégica, es alguien especializado en actuar estando rodeado, por impulso”.
“Si las marchas del 7 de septiembre resultaran un fracaso, Bolsonaro intentará otra cosa. Su apuesta, insisto, es el caos y la intimidación. Hoy, funciona porque nuestra oposición está absolutamente descoordinada, facilitando las jugadas al presidente”, lamenta el profesor de la FGV.
Hasta la llegada de Bolsonaro al poder, Brasil tuvo más de 20 años de estabilidad económica, política, inclusión social y vigencia del régimen democrático. La economía está muy golpeada (los economistas están revisando las proyecciones para 2021 y 2022, mientras se teme una crisis energética muy complicada), la política vive en estado de tensión permanente y la pobreza vuelve a alcanzar niveles trágicos. Salvo la democracia, concluye Amorim Neto, lo demás se está perdiendo o ya se perdió.
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