Tensión en EE.UU. Washington, sitiada: cómo cambió la ciudad para el cambio de gobierno
WASHINGTON.- En Estados Unidos, las juras presidenciales suelen ser una fiesta. Una "celebración de la democracia". Cientos de miles de personas viajan a Washington y se amontonan codo a codo en el Mall para ver la ceremonia en la explanada del Capitolio. Uno o dos días antes, el monumento a Abraham Lincoln se transforma en un escenario para un concierto. Al final de todo, un desfile recorre la avenida Pensilvania delante de la Casa Blanca. Tras la jura, por la noche, el establishment se viste de gala para algunos de los tradicionales bailes, o balls que se multiplican por la ciudad.
Este año, el ambiente será muy diferente.
Washington recibirá al nuevo gobierno custodiada por 25.000 soldados de la Guardia Nacional –más que la cantidad de efectivos de Estados Unidos en Irak y Afganistán, combinados–, la policía local, el Servicio Secreto y el resto de las fuerzas de seguridad federales. El Congreso, la Corte Suprema, la Casa Blanca y el Mall quedaron encerrados por alambrados y cordones de vallas reforzados con barreras de cemento. La jura se realizará sin el manto de gente que cubre el pasto del parque monumental. El metro estará cerrado. Los colectivos dejarán de circular. Las calles estarán cerradas. Virginia cortará cuatro puentes que unen al estado con la ciudad. El centro de la ciudad se convertirá ipso facto en una "zona de exclusión".
La "celebración de la democracia" se convertirá de esa forma en la jura más custodiada y con menos ciudadanos de la que se tenga memoria ante el temor de un nuevo ataque de extremistas de la utraderecha. Cuando Biden asuma la presidencia con una mano en alto y la otra sobre una biblia, es muy probable que haya más soldados y policías que público. La última vez que el país vivió algo remotamente parecido fue a principios de 1945, cuando Franklin Delano Roosevelt juró por cuarta y última vez, y la ceremonia se realizó en la Casa Blanca, con apenas unos 1000 invitados.
Las autoridades federales monitorean obsesivamente las redes sociales para detectar cualquier plan violento que pueda llegar a boicotear la jura de Joe Biden,y extreman las precauciones para evitar que se repita el desmadre del pasado 6 de enero, cuando una turba trumpista atacó el Congreso. El viernes por la noche, un hombre de Virginia fue arrestado con un arma y más de 500 rondas de municiones en su camioneta mientras intentaba cruzar un control de seguridad del Capitolio.
Airbnb decidió suspender las reservas en la capital. Durante toda esta semana, el único movimiento de gente que se vio en el centro de la ciudad fueron obreros tapiando con planchas de madera las vidrieras de los negocios del centro, un hábito que despuntó en el último verano boreal con las protestas contra el racismo, y que se repitió para la elección presidencial y ahora para el cambio de poder. Las aerolíneas hicieron un anuncio atípico: no permitirán que ningún pasajero despache armas en sus vuelos a los tres aeropuertos que rodean la ciudad.
La alcaldesa de la ciudad, Muriel Bowser, le pidió a la gente que se quede en su casa, y que disfrute de la inauguración "virtualmente".
"Quiero reiterar mi pedido a los estadounidenses que disfruten esta toma de posesión del presidente de los Estados Unidos y el vicepresidente de los Estados Unidos en casa. Disfrútenlo virtualmente el 20 de enero", imploró en una conferencia de prensa. "Sabemos que esta es la solicitud correcta para nuestra seguridad y nuestra salud pública", afirmó.
El mismo pedido hicieron las principales autoridades de las fuerzas de seguridad federales que custodian la capital. El objetivo es claro: evitar el caos que el mundo vio por televisión el último 6 de enero, que dejó cinco muertos y fue tildado por Biden como un "acto de terrorismo doméstico".
"No podemos permitirnos una recurrencia del caos y la actividad ilegal que los Estados Unidos y el mundo atestiguaron la semana pasada", dijo estos días el jefe de la Oficina de Washington del Servicio Secreto, Matt Miller, que tiene a su cargo la seguridad de la toma de posesión, según consignó el Washington Post.
El fuerte operativo de seguridad forzó a Biden a desistir de un deseo: tenía previsto viajar en la línea de tren Amtrak desde Wilmington hasta Washington para la jura. Es una tradición que acompañó toda su carrera política. Cuando era senador, iba y venía en el tren para cuidar de sus hijos. Al dejar la vicepresidencia, hace cuatro años, tomó el tren de regreso a su casa. Así se ganó uno de sus sobrenombres: "Amtrak Joe". Como tantos otros, ese plan fue cancelado por razones de seguridad. Una idea que quedará en la nada, como tantos miles de otros planes privados de la "celebración de la democracia".
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