Tensión en EE.UU.: las preocupantes e increíbles fallas de seguridad en el asalto al Capitolio
WASHINGTON.- La toma por asalto del Capitolio por parte de una turba de seguidores del presidente Donald Trump constituye una calamitosa falla de seguridad: en una ciudad en alerta máxima, y dentro de un edificio que tiene su propia policía con más de 2000 oficiales armados, esa gente logró ingresar en el símbolo de la democracia norteamericana a fuerza de empujones, munidos de astas de banderas y escudos antidisturbios.
Nadie los detuvo, y algunos videos incluso muestran que algunos oficiales de policía retroceden ante la marea de insurrectos. El miércoles, mientras la policía seguía intentando expulsar a los últimos intrusos, oficiales retirados y en actividad dijeron que la Policía del Capitolio y el resto de las fuerzas públicas no previeron la dimensión y las intenciones de la multitud a la que Trump incitó a marchar por la Avenida Pensilvania hasta la sede legislativa del país.
La Guardia Nacional y las fuerzas federales, que durante las protestas de hace seis meses por la muerte de George Floyd habían sido intimidantemente visibles en las calles de Washington, ayer mantuvieron un perfil mucho más bajo.
Además, en el edificio mismo del Capitolio, la policía colocó vallas bajas, y los oficiales vestían principalmente uniformes de calle, no equipo antidisturbios. Las autoridades explicaron que se había preparado para contener una protesta, pero no para disuadir una toma por asalto. Los expertos en seguridad pública dicen estar desconcertados por las tácticas que utilizó la policía cuando la turba ya estaba dentro del Capitolio.
Una mujer murió tras ser abatida por la Policía del Capitoliocuando los agentes intentaban evitar que un grupo penetrara en el edificio, según contaron dos agentes de la ley, que hablaron bajo condición de anonimato para poder referirse a operaciones de seguridad, como otros entrevistados para este informe.
Pero otros policías parecían mantenerse deliberadamente al margen, observando el desorden en lugar de detenerlo: una imagen publicada en las redes sociales muestra a un oficial sacándose una selfie con uno de los intrusos, y un video parece mostrar a los oficiales corriendo la valla de seguridad para permitir que se acerquen los partidarios de Trump.
La policía no pareció intentar detener a los alborotadores, lo que les permitió salir sin obstáculos. Uno incluso tomó la mano de una mujer para mantenerla firme en los escalones del Capitolio. El resultado fue una invasión, en la que un símbolo fuertemente custodiado de la fuerza y el orden estadounidenses quedó sumido en el caos con asombrosa velocidad.
"Es como ver una película de terror en la vida real", dice Kim Dine, jefe de la Policía del Capitolio entre 2012 y 2016. "Nosotros planificamos, presupuestamos y entrenamos básicamente para que no sucedan cosas como éstas. No se entiende cómo pudo pasar algo así", añade el exoficial del Congreso.
Dine dice que se sorprendió al ver que la Policía del Capitolio permitía que los agitadores se congregaran tan cerca del edificio, sobre las escalinatas del Capitolio. También lo dejó pasmado que no los hayan arrestado inmediatamente cuando lograron ingresar a empujones.
"Nosotros estamos para proteger a la gente, el lugar y las instituciones que nos convierten en Estados Unidos de América. Para eso estamos ahí", dice Dine. "Todo eso fue atacado: la gente, el lugar y las instituciones."
Según una fuente, muy pocas personas fueron arrestadas por la incursión, debido a que los agentes de la ley no tenían suficientes fuerzas de apoyo como para detenerlos y ponerlos bajo custodia. "Faltaba personal", dice un agente al tanto de la interna policial.
La Policía del Capitolio se negó a hacer comentarios sobre su grado de preparación o la cantidad de agentes afectados al operativo. Tampoco dijo nada sobre su manejo de los incidentes hasta bien entrada la noche, cuando informó que habían sido arrestadas 52 personas, entre ellas, 47 por violaciones al toque de queda y a la propiedad.
Ningún legislador resultó herido durante los hechos. Tras la invasión, muchos de ellos agradecieron a la Policía del Capitolio y demás fuerzas de la ley por haberlos protegido. Pero algunos se mostraron sorprendidos de que los hayan arreado a otros salones u obligado a atrincherarse bajo sus bancas mientras una turba desaforada vandalizaba sus oficinas privadas y los agentes de la ley se quedaban en el recinto, levantando una barricada y apuntando sus armas hacia la puerta.
El legislador demócrata Tim Ryan, que preside la comisión de presupuesto de la Policía del Capitolio, dijo que los agentes que participaron del operativo deberían ser despedidos.
"Se supone que no tendría que haber habido nadie tan cerca del Congreso. Para protestar y hacerse oír, alcanza con estar en las inmediaciones, pero en la explanada y las escalinatas del Capitolio no tiene por qué haber nadie. Es ilegal, fue un accionar ilegal, y toda esa gente debió ser arrestada inmediatamente", dijo Ryan. "Queda claro que hay un montón de gente que en breve se va a quedar sin trabajo", sentenció.
Pero lo que más preocupa a las fuerzas de la ley es que quede un peligroso precedente: que una turba pueda acabar con la democracia estadounidense en sí, simplemente apuntando contra sus mal protegidos centros de poder. El Servicio Secreto ya está reconsiderando los planes de seguridad para la asunción del 20 de enero. Y los legisladores dicen temer que una vez desatado, el caos no ceda tan fácilmente.
"Cuando un presidente le habla a la multitud desde una caja de resonancia y les dice que no confíen en ninguna de las instituciones de su país, que vayan al Capitolio y se hagan los locos, lo que ocurre es esto", dijo el legislador demócrata Tom Malinowski. "El que siembra vientos recoge tempestades".
Y algunos de los insurrectos ya parecen haberlo entendido. "¡Volveremos, traidores!, gritó uno de ellos, mientras la policía finalmente lograba desalojarlos del Capitolio.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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