Temen que Italia se vuelva un "caballo de Troya" para una invasión china a Europa
ROMA.- ¿Se hablará chino, en breve, en el puerto de Génova o de Trieste? Es la pregunta que muchos se hacen en Italia en vísperas de la visita de Estado que hará a partir de este jueves el presidente chino Xi Jinping , acompañado por más de 70 líderes industriales. Entonces se espera que el gobierno populista firme un polémico memorándum de entendimiento con el que Italia hará ingreso en la denominada "Nueva Ruta de la Seda".
Así fue rebautizada la "Belt and Road Initiative" lanzada por XI en 2013, un plan económico-diplomático que apunta a mejorar las conexiones comerciales del gigante asiático con Eurasia. Se trata de un megaproyecto que hasta ahora significó 140.000 millones de dólares en inversiones, involucra al momento a 68 países y casi al 65% de la población mundial, que causa alarma en las cancillerías occidentales por sus efectos geopolíticos.
Tanto Estados Unidos como la Unión Europea (UE), de hecho, le advirtieron claramente al gobierno populista italiano que están en contra de semejante iniciativa. Washington, que mantiene con Pekín una disputa comercial, hizo saber que la firma de un acuerdo entre Italia y China podría poner en riesgo el rol de Italia en la OTAN, ya que implicaría un ingreso del gigante asiático en empresas de interés estratégico tanto en el sector de defensa como en el de telecomunicaciones.
La Casa Blanca teme que Italia, país en recesión y con una deuda pública equivalente al 132% de su PB,- se convierta en un virtual "caballo de Troya" con el cual Pekín podría obtener una "penetración en Europa". Para Bruselas, en tanto, el acuerdo "pone en riesgo" no sólo el mercado único de la UE, sino los valores, económicos y sociales, del bloque, ya que China se ha vuelto un "adversario sistémico que tiene modelos de gestión distintos".
Italia se transformará en el primer y único miembro del G7 (y único país de los seis fundadores de la UE), que firma con China un memorándum para adherir a la Nueva Ruta de la Seda. Algo que ya hicieron países asiáticos como Pakistán y Sri Lanka y algunos países del Este de Europa. De 2008 a 2016 las inversiones extranjeras chinas en Europa crecieron de 1 a 35.000 millones de dólares con epicentro en Europa del Este y los Balcanes.
Como no podía ser de otra manera, el tema de la Nueva Ruta de la Seda nuevamente puso en crisis a la coalición del gobierno populista italiano, con el antisistema Movimiento Cinco Estrellas (M5E) del vicepremier Luigi Di Maio, en favor del memorándum y la derechista Liga del vicepremier Matteo Salvini, en contra. "No vamos a dejar que China salga a colonizar a Italia", clamó Matteo Salvini, que reclamó una revisión y corrección de los puntos del acuerdo, "para que se respeten las empresas italianas y el interés nacional". En caso contrario, "salta todo", advirtió. Salvini, que es también ministro del Interior, se mostró especialmente preocupado por la apertura a los chinos de la "infraestructura digital" del puerto de Trieste, escalo estratégico al ser el más septentrional del Mediterráneo, así como del de Génova.
Al igual que Di Maio, el primer ministro, Giuseppe Conte, intentó tranquilizar tanto a Estados Unidos -aliado estratégico de la península- como a la UE, asegurando que "no hay ningún riesgo de colonización", ni de "penetración geopolítica", sino que destacó que el memorándum significará una oportunidad de crecimiento económico para el país.
Pero Estados Unidos y la UE siguen en alerta. Y es lógico. Después de que Di Maio viajara dos veces en misión a China, en septiembre y noviembre pasado, cuando abonó el terreno para ingresar en la Nueva Ruta de la Seda, Italia se convirtió en el único país entre los fundadores de la UE que no firmó una carta de quince embajadores acreditados en Pekín, que solicitaban noticias sobre la detención arbitraria de centenares de miles de personas en la región musulmana de Xinjiang. "Países como Gran Bretaña, Alemania -el mayor socio comercial europeo de Pekín- y Francia, sí firmaron. Y es muy significativo que Italia, evidentemente bajo influencia china, no lo haya hecho", dijo a LA NACION Emanuel Leonard, analista político basado en Bruselas, que no ocultó su preocupación por esta movida de Italia.
"China suele hacer fuertes inversiones en países con graves problemas económicos, con deudas inmensas, como hizo en Grecia en el puerto del Pireo, pero después los convierte en sus rehenes, los sojuzga", explicó. "Para no criticar a China, Grecia se abstuvo una vez en la comisión de Derechos Humanos de la ONU", agregó.
Para Leonard, si Italia sella acuerdos bilaterales sola con la segunda potencia económica mundial, nunca tendrá condiciones favorables, sino que terminará aplastada en la "trampa de la deuda". Mientras que si lo hace a nivel europeo, unida a los demás socios de la UE, tendrá mayor poder de negociación. "Pero China promueve en Europa la estrategia del 'divide y reinarás', aprovechando de los gobiernos populistas euroescépticos", apuntó. Leonard compartió, así, el temor de muchos observadores que creen que las expectativas de Pekín con Italia son muchos más que una celebración de los antiguos esplendores de la Ruta de la Seda, de Marco Polo y de Venecia.
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