Temen que las demoras del correo norteamericano incidan en las elecciones
DARBY, Pensilvania.- Cada mañana, cuando el secretario general del sindicato de trabajadores de correos de Filadelfia, Nick Casselli, llega a su oficina de la calle principal de la histórica localidad de Darby, donde todavía circulan los tranvías y la oficina del correo es una fuente de orgullo cívico, encuentra la mensajería del teléfono de su escritorio abarrotada de mensajes de alarma por la
Casselli y los 1600 miembros del sindicato que preside están en estado de alerta máxima desde mayo, cuando Louis DeJoy, uno de los mayores aportantes del Partido Republicano y gran aliado del presidente Donald Trump, asumió como director general del Servicio Postal de los Estados Unidos. Desde entonces, se cancelaron las horas extras, y las entregas empezaron a demorarse. Además, en el centro de procesamiento postal del oeste de Filadelfia, se sacaron de funcionamiento siete clasificadoras automáticas de correo, lo que causó retrasos aún más largos. Las oficinas de correos también recibieron la orden de abrir más tarde y cerrar durante la hora del almuerzo.
"La gente se agolpa enfurecida en la puerta para que abran", dice Casselli, el dirigente sindical. "Nunca vi algo así en mis 35 años de carrera en el servicio postal".
Los relatos de demoras y servicios cancelados en todo Estados Unidos se acumulan a medida que DeJoy aplica recortes supuestamente destinados a revertir el megamillonario déficit del correo norteamericano. Pero como Trump despotrica casi a diario contra el servicio postal y sus demoras, los votantes y los trabajadores del correo advierten que se está gestando una crisis que podría cercenar el derecho a votar de una cantidad sin precedente de ciudadanos que en noviembre enviarán su voto por correo debido a la pandemia de coronavirus.
Según los expertos y los empleados, por ahora el Servicio Postal sigue siendo capaz de funcionar como siempre. Sin embargo, el servicio ya les ha advertido a los estados que no estará en condiciones de cumplir con sus plazos de entrega con los votos despachados a último momento. Y a principios de la semana pasada Trump se opuso a destinarle más fondos, porque está en contra del voto por correo, se queja de que, según dice, favorece a los demócratas, y denuncia fraude sin evidencia alguna. Lo que está en riesgo no son solamente los votos –y las recetas médicas, y los cheques del sueldo– de millones de norteamericanos, sino también la reputación del Servicio Postal de Estados Unidos, la dependencia más popular y menos politizada del gobierno federal.
Un caso paradigmático
Filadelfia, una ciudad abrumadoramente demócrata dentro de un estado indeciso y crucial como es Pensilvania, es un claro ejemplo de la alarma que cunde entre la gente. El legislador Brendan Boyle dice que el mes pasado su oficina recibió 345 quejas contra el Servicio Postal, comparado con apenas 17 en julio de 2019. Otros funcionarios elegidos de diversos estados también aseguran que están desbordados de mails y llamados con quejas y reclamos.
El director general DeJoy dijo la semana pasada ante el comité de directores de Servicio Postal que no habría demoras en la entrega de los votos y se comprometió a despacharlos "en tiempo y forma".
Los expertos concuerdan en que el Servicio Postal tiene capacidad instalada para absorber un aumento del número de votos, incluso si los 150 millones de votantes registrados en Estados Unidos decidieran votar por correo. De hecho, todos los años, en el mes previo a Navidad los carteros entregan literalmente miles de millones de sobres y paquetes.
Sin embargo, las entrevistas a usuarios del correo, funcionarios electorales y carteros de seis estados indecisos revelan que las demoras en las entregas –y la preocupación por las elecciones 2020– son generalizadas.
En Ohio, donde probablemente el voto por correo se duplique, hay montañas de correspondencia sin despachar en un centro de distribución de Cleveland. En zonas rurales de Michigan, la insulina para los diabéticos, que nunca tardaba más de tres días en llegar, ahora tarda casi dos semanas. En el área de Milwaukee, todos los días se acumulan decenas de camiones cargados de paquetes sin entregar.
Estas disrupciones han desatado una guerra política a gran escala en Washington, donde Trump insiste falsamente en que el sistema de voto por correo está plagado de fraude y donde los miles de millones de dólares de ayuda de emergencia que podrían equilibrar el enorme déficit del Servicio Postal quedaron en medio de este drama partidario.
Los legisladores demócratas acusan al presidente de sabotear el Servicio Postal como una forma de desalentar el voto, han iniciado varias investigaciones y exigen el normal restablecimiento del servicio. El viernes, la inspectora general de correos dijo que había abierto una investigación sobre la gestión de DeJoy al frente del organismo.
Para Boyle, el legislador por Filadelfia, no es ninguna casualidad que el servicio de correo se haya vuelto de pronto tan deficiente justo en esa ciudad abrumadoramente demócrata, crucial dentro del estado de Pensilvania.
Donald Trump openly admitting what I and others have been saying: he is sabotaging the USPS to steal this election. We must stop him. Any package must include these funds. https://t.co/EGtDBzBcew&— US Rep Brendan Boyle (@RepBrendanBoyle) August 13, 2020
"No hay manera plausible de que Trump o Biden alcancen los 270 electores sin ganar Pensilvania", dice Boyle.
Si bien la guerra postal de Trump parece apuntada contra los demócratas, en Estados Unidos nadie depende más del correo que los habitantes de las zonas rurales, en su mayoría votantes de Trump. En consecuencia, también hay varios legisladores republicanos preocupados por lo que ocurra con el servicio, en especial tres senadores republicanos de estados mayormente rurales que dependen del correo y que enfrentan una reelección peliaguda: Steve Daines, de Montana; Dan Sullivan, de Alaska, y Susan Collins, de Maine.
DeJoy dice estar tratando de modernizar una organización que tiene "un modelo de negocios que está quebrado", con miles de millones de dólares de pérdidas y una caída del volumen de despachos.
Un cambio clave
Pero los votantes y los trabajadores del correo dicen que el Servicio Postal es mucho más que un negocio. Para Michele Brown, de 67 años, que vive en Morley, Michigan, la oficina del correo de esa localidad rural es un punto de encuentro y una fuente de estabilidad y empleo, así como un vínculo imprescindible con el resto del mundo.
Pero desde hace poco ya no es así. Su esposo, Bill, de 73 años, estuvo tres días sin su medicación para la diabetes: tardaron casi dos semanas en entregarle el envío del Departamento de Asuntos de los Veteranos.
"Algo está pasando", dice Michele Brown. "El correo funcionaba de mil maravillas. Las cartas llegaban al día siguiente. Ya no se puede contar con eso".
Tanto en los grandes centros de distribución de las metrópolis como en las pequeñas estafetas postales de los pueblos, los trabajadores del correo siempre tuvieron una consigna simple: "Todas las piezas, todos los días", o sea que no se iban hasta que salía el último sobre ingresado ese día. Dicen que ya no es así.
Ahora los empleados dicen que los choferes salen siguiendo un cronograma, sin importar si está listo todo el correo que cargar, y que tiene un cupo estricto. Además, están cortos de personal por la cuarentena y el coronavirus, y la reducción de horas extras termina de retrasar todo.
"El correo entra y se acumula más rápido que lo que podemos procesar", dice Mary DiMarco, que clasifica bultos de cartas en una instalación postal en Miami. "Me preocupa el manejo de los votos, que no puedan procesarse a tiempo".
De hecho, este año ya hubo problemas de votos enviados por correo en algunas elecciones regionales.
The New York Times
Traducción de Jaime Arrambide
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