Coronavirus: Tedros, el líder de la salud global que quedó entre el tironeo de potencias
En solo tres meses, lo que dura un cambio de estación, el mundo se convirtió en una enorme sala de guardia. Y quien está al frente de la atención es un funcionario de Etiopía, un completo desconocido para el público hasta el comienzo de la crisis del coronavirus . Se trata del director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, mejor conocido como Dr. Tedros.
Como si fuera un parte médico sobre la salud global, miles de millones de personas aguardan con ansiedad las conferencias de prensa de Tedros, desde la sede de la OMS en Ginebra. Y las preguntas que se formulan son siempre las mismas: ¿Hasta cuándo durará todo esto? ¿Qué avances se están haciendo? ¿Qué medidas recomienda para esta fase de la crisis?
Tedros tiene sus aliados y enemigos, entre estos últimos el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que denunció la gestión de la OMS al comienzo de la crisis y su presunta alianza con China, lo que habría retardado la respuesta. Luego le retiró los fondos.
La enemistad de Trump , claro, desató por transferencia una ola de simpatía inmediata de parte de otros líderes mundiales que le manifestaron su respaldo a este funcionario de 55 años, nacido y educado en Etiopía y con títulos de posgrado en dos universidades inglesas, y que ejerció como ministro de Salud y más tarde como canciller de su país.
La medicina y la diplomacia son las dos variables que rigen la vida pública de Tedros. Primero fue la medicina, convertida en la meta de su existencia, influido, según sus propias declaraciones, por la muerte de su hermano cuando solo tenía cuatro o cinco años. Ya siendo estudiante, comenzó a sospechar que su hermano murió de sarampión. "No lo acepté entonces, y no lo acepto ahora", declaró.
Fue una pérdida que se hubiera podido evitar con un sistema de salud más extendido, se dijo Tedros. ¿Cuán extendido? Al máximo. Un sistema de salud, por qué no, universal. Como los que vio durante una estadía en Dinamarca, donde pasó cuatro meses mientras era estudiante de Biología. Y más adelante en Inglaterra, donde hizo posgrados de inmunología de enfermedades infecciosas y de salud comunitaria.
Con obviamente menos recursos que los sistemas europeos que conoció y admiró, y con la segunda población más numerosa de África, Tedros asumió como ministro de Salud de Etiopía en 2005 y dirigió una cruzada revolucionaria por extender la atención elemental a cada rincón rural del país.
"Me gusta viajar a las áreas rurales. Me gusta ver a la gente real. Me gusta ver el problema. Mucha gente dice que los motivan las cosas positivas. Pero a mí, lo que me despierta todas las mañanas es el problema que debo enfrentar. Así que voy para adelante", dijo Tedros en una entrevista con la revista Time, meses antes de la crisis del coronavirus.
Al frente del Ministerio de Salud impulsó el acceso a millones de personas a los servicios de salud y la mejora de infraestructuras sanitarias. La mortalidad materno-infantil bajó el 60% con relación al año 2000. Fuera de su país, se destacó por la lucha contra el paludismo y el sida.
En 2012 pasó a la cartera de Relaciones Exteriores y dirigió las negociaciones de la Agenda de Acción de Addis Abeba, donde 193 países se comprometieron a aportar la financiación para lograr los objetivos de Desarrollo Sostenible.
Tedros sumaba laureles mientras desarrollaba su sueño de cobertura universal, y luego de dos años de campaña, en mayo de 2017, accedió a la dirección de la OMS. La ambición era la misma que tenía desde que vio morir a su hermano, la misma que lo hizo estudiar grados y posgrados, la misma que lo impulsó a los círculos más altos de gobierno.
Fue elegido con 133 votos a favor y 50 en contra y con un historial de haber reducido drásticamente las muertes por malaria, sida, tuberculosis y problemas neonatales en su país. Entrenó además a 40.000 trabajadores de la salud, contrató epidemiólogos, mejoró la red de laboratorios, organizó un sistema de ambulancias, y supervisó un aumento por diez del número de médicos recibidos.
Ya entonces tenía sus detractores. Durante la campaña se lo acusó de haber encubierto repetidos brotes de cólera en Etiopía y de haber demorado la respuesta internacional contra esa enfermedad. "Ellos sabían durante la campaña que estaban perdiendo terreno, así que tenían que hacer su último intento de desacreditarme", recordó dos años después.
Tedros se propuso seguir adelante con su agenda de salud universal, esta vez tratando de acercarla verdaderamente a todos los puntos vulnerables del planeta. La crisis del Covid-19 lo sorprendió en medio de otra epidemia, la del ébola, que luego de hacer desparramos en el oeste de África había cobrado fuerza en la República Democrática del Congo.
Ahora se le atribuye una actitud demasiado comprensiva, cuando no complaciente, con las excusas del régimen de Xi Jinping sobre cómo y cuándo se desató el brote. Y no es solo Trump, que lanzó su denuncia para cubrir su propia negligencia durante la crisis. También el gobierno de Taiwán lo acusa de haber desoído sus advertencias sobre los tempranos comienzos del virus en el centro de China.
Sus defensores, sin embargo, sostienen que su estilo pasa por ejercer la diplomacia para lograr sus objetivos, en este caso la máxima cooperación posible del gobierno chino. Tedros estaría utilizando su vasta experiencia política para mejorar las urgentes necesidades clínicas.
"Es muy político, no hay ninguna duda. Y a veces demasiado político", dijo a la agencia Reuters el doctor Lawrence Gostin, profesor de salud global en la Universidad de Georgetown. "Pero lo que me encanta de él es que se entrega con el corazón. Sale ahí afuera en persona, es la cara de la OMS, la cara de la epidemia".
Aunque, claro, al Dr. Tedros quizás le sirviera tomar en cuenta la frase de otra celebridad, Dr. House, el excéntrico médico de la serie del mismo nombre: "Todo el mundo miente".
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