“Te parte el corazón”: rezos y llantos a la espera de un milagro
Familiares y amigos de los desaparecidos por el derrumbe en Surfside improvisaron un memorial con fotos y flores
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MIAMI.- Un grupo de mujeres se acerca al alambrado que rodea a la cancha de tenis, y cuelga una hoja donde se ven fotos de personas que no están. La atan con cuidado al alambrado, y luego acomodan unas flores. Se agachan, prenden una vela. Lloran. Se abrazan. Rezan. Al fondo se ve lo que queda del complejo de condominios Champlain Towers South, una de las torres, delante de una pila de escombros donde los rescatistas buscan una esperanza de vida.
Una de las fotos en el memorial que se improvisó en Surfside muestra a una niña sonriente. “Stella Cattarosi”, se lee debajo de la imagen. Ella y su madre, Graciela, y Andrea Cattarosi están entre los nueve argentinos desaparecidos en el colapso. Casi todas las fotos tienen la misma palabra debajo de los nombres en letras mayúsculas, en rojo: “MISSING”, desaparecido. Además de las flores hay mensajes pegados en post-it amarillos.
Huele a quemado en los alrededores del complejo. Bajo un calor abrasador, los bomberos y los rescatistas llevan horas intentando contener un fuego profundo que complicó todo el operativo de rescate para hallar a las personas desaparecidas. Ahora casi no hay humo, pero el ambiente es espeso. El clima tampoco da tregua: las tormentas tropicales, que aparecen y se van en minutos, complican la búsqueda, un obstáculo más que el pronóstico anticipa persistirá durante toda la semana.
Algunos de los vecinos de Surfside, un barrio con impronta argentina al norte de Miami Beach, se muestran angustiados. Muchos se acercan al cordón montado por la policía y se quedan, mudos, mirando a los rescatistas a lo lejos. Algunos lloran. Unos jóvenes voluntarios reparten agua para capear el calor agobiante.
Hay rostros desencajados por la tristeza, y otros que miran al edificio con el ceño fruncido, como intentando entender todavía qué fue lo que pasó. Dicen que están preocupados, o directamente que tienen miedo, y ensayan teorías para intentar explicar lo que por ahora parece inexplicable. Una pregunta se les hunde en el pecho: ¿Puede pasarle a otro edificio?
“No se sabe. La gente está preocupada. Los mismos residentes de aquí están preocupados por las construcciones”, dice a LA NACION Gladys Perez, 65 años, cubana, quien vive en un condominio justo frente al complejo Champlain Towers South, sobre la avenida Harding. “Yo pienso que eso es algo de la naturaleza, no creo que la estructura sea de mala construcción”, continúa.
Un amigo de su marido está entre los 159 desaparecidos. Gladys todavía trata de entender qué fue lo que pasó. Duda de lo que ve con sus ojos todos los días. Su marido está ayudando a los voluntarios que llegaron al lugar con agua, comida y consuelo. Gladys dice que había muchos turistas en el edificio, y que ahora todo parece quieto, a diferencia del jueves, cuando el barrio parecía convertido en una zona de guerra.
David A., cubano, 57 años, mira las tareas de rescate desde lejos, y habla sobre las estructuras de los edificios, y empieza a repasar las teorías que circulan por las calles del barrio. “Un señor dijo que hay partes donde se han hecho estudios de terreno y hay hundimientos, puede haber hundimientos. Todo Miami, tú escarbas, y hay agua”, dice. Cree que el edificio del frente, la torre norte del complejo, logró quedar en pie porque estaba en “terreno más firme”.
A unas cuadras del complejo, los familiares están atrincherados en un salón del Grand Beach Hotel, un moderno hotel sobre el mar en pleno Surfside. En el lobby, la policía y el personal de seguridad del hotel se ocupan de custodiar celosamente su privacidad, y les piden a los periodistas que esperen afuera en la vereda de enfrente.
Ajenos a la tragedia, turistas aprovechan el sol que apareció tras una tormenta mañanera y beben al lado de la pileta. Dos hombres vestidos con el mismo traje, los mismos zapatos, y el mismo moño parecen esperar invitados. Una escena que contradice el presente: hay música, y la barra está abierta.
Afuera hay gente que quiere ayudar. “La noticia me devastó. No puedo imaginarlo, es horrible”, dice Joyce Pessel-Yaskoski, que viajó desde Palm Beach con un grupo de amigas y sus perros de terapia. Querían intentar acompañar a los familiares de las víctimas. “No conocés a esta gente, pero igual te sentís vacía. Te parte el corazón”, dijo.
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