Su primera misión, tras una repentina llegada a los Estados Unidos, se convertiría en una de las mayores contribuciones a los estudios de la arqueología mesoamericana
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“Lo que ella consiguió fue una revolución en el estudio de los textos jeroglíficos mayas. Tatiana Proskouriakoff fue la que nos mostró el camino”, dijo el profesor Octavio Esparza. “Para nosotros, que nos dedicamos a los estudios mayas, Proskouriakoff es una figura emblemática, admirable”, insistió.
“Su obra es colosal”, le indica a BBC Mundo el investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. Una visión similar la expresó Alessandro Pezzati, del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Pensilvania, mejor conocido como Penn Museum.
“De todas las mentes brillantes que iluminaron el firmamento de los estudios mayas antiguos, no hay ninguna que despierte tanta admiración, inspiración y absoluta devoción como Tatiana Proskouriakoff”, escribió en el artículo “The accidental mayanist: Tatiana Proskouriakoff”, publicado en Expedition Magazine.
Nos adentramos en los extraordinarios aportes de esta “verdadera pionera de la arqueología maya”, como la describe el arqueólogo Ben Thomas, director de Programas del Instituto Arqueológico de Estados Unidos, en un texto de esa organización.
Una rusa en Estados Unidos
Proskouriakoff nació en Rusia y emigró, en 1916, cuando tenía 7 años. “Su padre fue parte del gobierno zarista”, le indica a BBC Mundo el doctor Simon Martin, curador principal de la Galería de México y América Central del Museo Penn.
Durante la Primera Guerra Mundial, “él, junto a su familia, se fue a Estados Unidos para supervisar las exportaciones de armas desde ese país hacia Rusia”, remarcó. En 1917, se desató la Revolución Rusa y decidieron quedarse. Proskouriakoff estudió arquitectura y se graduó en 1930.
Poco antes había ocurrido la peor crisis en la historia de Wall Street, el llamado Crack del 29. Por lo que para la recién graduada, conseguir empleo en su especialidad se había convertido en todo un desafío.
Años después, “salió un trabajo en el Museo de la Universidad de Pensilvania para hacer dibujos arquitectónicos”, sostuvo Esparza y agregó: “Ella tenía mucha destreza para hacer ilustraciones de edificios y eso era precisamente lo que necesitaban”.
“Los investigadores estaban haciendo excavaciones en Guatemala, explorando las ruinas en la selva, y mientras cavaban, trataban de entender cómo se encajaban todas esas estructuras”, detalló a continuación.
Además, querían presentar sus hallazgos al público en general.
“Proskouriakoff pasó un tiempo con la expedición en Guatemala, dibujando y recopilando datos. Hizo dibujos muy hermosos de diferentes vistas de las edificaciones. Esa fue realmente su introducción en el campo y quedó fascinada por todos los aspectos de la cultura maya”, completó el profesor
Trabajó para el museo entre 1936 y 1937, después se unió al equipo del Instituto Carnegie, de Washington, y posteriormente al del Museo Peabody de la Universidad de Harvard.
La reconstrucción en papel
Su primera misión se convertiría en una de sus grandes contribuciones a la arqueología maya.
“Tuvo la oportunidad de ver estos grandes centros, estas grandes edificaciones, y, como ella misma relata, fue su primer flechazo con la cultura maya y decidió su vocación”, señaló Esparza e indicó: “Sus trabajos son impresionantes, son estas reconstrucciones de grandes monumentos, plazas, edificios, de sitios importantes”.
“Sus dibujos le ofrecen al público una visión de cómo fueron esos grandes centros mayas porque en la época en que Carnegie está en el área, muchas de estas ciudades se encuentran dentro de la maleza, en la selva, y únicamente se ven grandes montículos cubiertos de piedra, de tierra, árboles y era muy difícil imaginarse cómo habían sido esos templos”, detalló.
Ese trabajo se compiló y en 1946 se publicó su estudio An Album of Maya Architecture. “Eran dibujos no sólo artísticos sino con gran rigor académico. De hecho, en la literatura y en los estudios actuales sobre los mayas se utilizan muchas de sus reconstrucciones de varias de estas ciudades”, profundizó.
Proskouriakoff estuvo en Piedras Negras, Guatemala, en Copán, Honduras, y en Chichén Itzá, México, entre otros sitios arqueológicos.
Una mirada minuciosa a la iconografía
El profesor Esparza señala que Proskouriakoff empezó a sentir interés por los monumentos esculpidos “donde los mayas plasmaron las figuras de sus gobernantes, de sus cortesanos, y las historias que narraban de sus reyes y reinas”.
De esa forma, inició sus estudios iconográficos que terminaron siendo “muy precisos y adelantados para su época”. “Si bien había estudios de tipo iconográfico de otros monumentos, de otros sitios, ella empieza a sistematizar toda esta información”, acotó.
Analiza los elementos: cuáles eran los más antiguos y cuáles los más recientes y “eso tenía que ver con la posición del cuerpo de las figuras que aparecen en estos monumentos, con rasgos muy sutiles como, por ejemplo, si el cuerpo está de frente o de perfil, el tipo de vestimenta y otros elementos que portan los personajes”.
Y es que, explica el profesor, para los mayistas y arqueólogos de la época, esos monumentos eran muy importantes desde el punto de vista cronológico porque “les permitían fechar de forma muy precisa por día, mes, año, los eventos que sucedieron en esos sitios”.
“Sin embargo, muchos de esos monolitos ya se encontraban erosionados, por lo que querían fecharlos por estilo iconográfico, es decir, en aquellos monumentos en que no se podían ver las fechas, trataban de obtener un marco cronológico por los elementos iconográficos o por el estilo de las imágenes”, expresó.
En 1950, se publica el libro A Study of Classic Maya Sculpture de Proskouriakoff, “una obra colosal, sorprendente, porque es el estudio más completo que conocemos hasta la fecha”, señaló Esparza.
Y añadió: “Después de más de 70 años de que se publicara, todavía lo seguimos usando los mayistas para poder fechar, por rasgos iconográficos, un determinado monumento”.
Luego, aclaró que “hubo avances después de ese libro, pero fueron más bien artículos, textos separados, fragmentados, de autores distintos. Esta es la obra magna en cuanto a estudios iconográficos y, en mi opinión, no hay una obra que supere ese trabajo en la actualidad”.
Más que astronomía
Martin, quien puede leer los glifos mayas, cuenta que en el pasado, se pensaba que las inscripciones mayas “nunca iban a poder ser leídas”. “Era posible conocer las fechas porque los españoles habían dejado información sobre el calendario maya en el período colonial”, remarcó.
Todo ese conocimiento se redescubrió en el siglo XIX y eruditos muy brillantes trataron de juntar pequeñas pistas para entender cómo funcionaba el calendario y “eso fue muy pionero, un trabajo exitoso, pero realmente sólo abordaba una parte de la inscripciones”, señaló.
Y acotó: “Como los monumentos mayas están cubiertos con información sobre fechas, la gente tuvo la impresión de que el único tema que se discutía era el tiempo, el cosmos y la religión. Se creía que el contenido en estos monumentos definitivamente no era histórico e incluso se creía que no había nombres de humanos, se pensaba que todo giraba en torno a tratar de entender este gran tipo de religión cósmica basada en las estrellas”. Esa idea persistió entre los años 20 y 50.
“Eric Thompson, que era el monstruo de la epigrafía maya, la estrella fulgurante, siempre manejó que los mayas nunca tuvieron registros históricos en sus monumentos, sino que contenían cálculos matemáticos sobre movimientos de los astros, todo lo relacionado con la bóveda celeste, cuestiones de orden religioso, pero nada que tuviera que ver con los personajes plasmados en esos monumentos”, evoca Esparza. Pero esa visión cambiaría.
Giro de 180 grados
“Fue Tatiana que en 1960 rompe completamente con esa visión que tenía no sólo Thompson, sino muchos mayistas sobre la naturaleza de las inscripciones. De hecho, el artículo que cambió toda esa visión lleva por título: Implicaciones históricas de un patrón de fechas de Piedras Negras, en Guatemala”, relata el profesor.
Thomas contó que para el reconocido mayista Ian Graham, “de un solo golpe, este breve artículo liberó el estudio de la escritura maya de un largo estancamiento” y eso “fue verdaderamente liberador”.
El texto publicado en la revista académica American Antiquity, “volcó toda la ortodoxia existente sobre cómo funcionaban las inscripciones mayas y de lo que hablaban”, dijo Martin. Y es que Piedras Negras fue un lugar en el que Proskouriakoff se adentró meticulosamente.
“Ella empezó a ver que en las inscripciones se repetían determinados cartuchos jeroglíficos y que esas repeticiones eran muy constantes”, explicó Esparza.
Y remarcó: “De hecho, sin saberlo, porque en esa época muchos de los glifos no podían leerse, ella intuyó que por el orden en que aparecían uno debía ser el glifo de nacimiento, otro, el glifo de entronización y el otro, el de muerte”.
“Se dio cuenta de una forma muy sagaz que estos glifos que había identificado ocupaban períodos de una vida humana, que del glifo de nacimiento al de entronización pasaban periodos de 10 o 20 años y, después, de ese glifo de entronización al glifo de muerte transcurría un periodo similar de 20, 30 años”.
Los lapsos de tiempo, explica Martin, nunca eran más largos que los de una vida humana. Uno, por ejemplo, era de 56 años, otro de 64 años, otro de 36 años. De acuerdo con Esparza, para ella, la repartición de los cartuchos jeroglíficos y el tiempo que pasaba entre ellos, no guardaba relación con ningún ciclo calendárico o astronómico, cuya duración era mucho más extensa.
Esa estructura que detecta Proskouriakoff era “muy similar en muchos monumentos” y se trataba de las vidas de los gobernantes mayas, de eventos históricos, y, “aunque no sabía bien lo que decían esos glifos, tiempo después se demostró que ella tenía razón”.
Posteriormente vinieron otros artículos, como los que publicó sobre los patrones de fechas que encontró en Yaxchilán, en México.
“Para nosotros los mayistas y sobre todo para los que trabajamos en la UNAM, sentimos un cariño muy especial por esos artículos porque fueron publicados en la revista del Centro de Estudios Mayas”, indicó Esparza.
“Cuando los comparte con Thompson, con este gran mayista que negaba que hubieran datos históricos en las inscripciones, no tuvo otro remedio que decir: ‘Señorita Tatiana, tiene la razón, yo estaba equivocado, todos sus datos son muy consistentes y apuntan a que efectivamente los textos mayas tienen narraciones históricas’”, contó.
Y completó: “Proskouriakoff cambió de forma radical todo lo que se conocía en esa época, fue un giro de 180 grados que nos ayudó muchísimo a los epigrafistas porque nos mostró el camino de la naturaleza de las inscripciones”.
Había reyes
“Tras sus estudios seminales sobre la arquitectura y la escultura de los mayas, Proskouriakoff hizo su mayor contribución al ir a contracorriente y descubrir la verdadera naturaleza literaria e histórica de la escritura jeroglífica maya que, aparte de los números y el calendario, se había considerado imposible de descifrar”, escribió Pezzati.
De acuerdo con Martin, eso fue en gran parte lo que creó su reputación. “Esta es la razón por la que es más conocida, por ser la primera persona que analizó las inscripciones para decir que se trataba de vidas dinásticas, de los reyes gobernantes”. Y es que afirmó que había reyes: “Antes, en la época de Thompson, la gente decía que no había reyes, solo sacerdotes que lo dirigían todo”.
Proskouriakoff, por ejemplo, se dio cuenta de que la figura que estaba en una especie de nicho no era un ídolo y que el personaje de abajo no era un sacerdote, sino que “el personaje sentado en el nicho era en realidad el rey y que la persona de abajo era una mujer”, describió.
Y sostuvo: “Un poco más tarde, nosotros identificamos que se trataba de las madres de los reyes. Es así como ella no sólo descubrió la historia ahí contenida, sino que reconoció a las primeras mujeres y la importancia de la genealogía femenina en todo el sistema dinástico maya”.
Y hubo conflictos
La experta también acabó con “una idea romántica”, plantea Esparza.
“Thompson era un gran estudioso de los códices mayas y la información que conseguimos en ellos tiene que ver con el cálculo de la predicción de eclipses, de los periodos sinódicos de los planetas, y por eso él pensó que los monumentos eran un espejo de esa vasta información astronómica, pero estaba equivocado”, señaló.
Para luego, precisar: “Él creía que al no haber información histórica en los textos, los mayas habían sido una, si no la única civilización del mundo antiguo, que carecía de este tipo de registros y que además no eran sociedades bélicas”.
Y expandir: “Como conocedor de otros registros veía que en otras culturas había muchos relatos de guerra, de enfrentamientos bélicos, y tenía la idea romántica de que eran grupos de sacerdotes que únicamente se dedicaban a contemplar los astros, que se trataba de una sociedad pacifista, la única del mundo antiguo cuya única preocupación era el estudio de los astros y del cosmos”.
También señaló que “con ese estudio, Tatiana nos muestra, además de la existencia de registros históricos, que había nombres de gobernantes, con fechas de nacimiento, muerte, entronización y que gran parte de estos textos, como lo sabemos ahora, narran conflictos bélicos entre diferentes entidades políticas del mundo maya”.
Las cenizas
Proskouriakoff brilló en un campo dominado por hombres. “En las fotos de las excavaciones es la única mujer”, notó Martin y explicó: “Había mujeres envueltas, pero como las esposas de los arqueólogos. Ella fue la primera que trabajó independientemente. Nunca se casó”.
“Antes hubo mujeres, gente con dinero que hizo trabajos importantes, pero en la arqueología académica ella fue inusualmente exitosa” porque asumió un rol que le permitió estar “al frente”, cerró.
La gran arqueóloga murió en 1985 en Estados Unidos. Años después, recuerda Esparza, Graham y David Stuart, gran epigrafista de la Universidad de Texas, llevaron sus cenizas al sitio que marcó su vida. “Las ponen en la estructura de uno de los asentamientos con una placa muy discreta donde aparece su nombre”.
Por Margarita Rodríguez
BBC News Mundo
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