Tam-Na-Ghar, el refugio secreto en Escocia que la Reina Madre le regaló al príncipe Guillermo
La cabaña se ubica dentro del recinto de Balmoral y sirvió como destino para las primeras escapadas del príncipe Guillermo y Kate Middleton cuando estudiaban en St. Andrews
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MADRID.- Tener una tercera residencia es un privilegio al alcance de pocos. Más aún si esta se encuentra en uno de los enclaves más vinculados a la familia real británica, Balmoral, lugar de veraneo y retiro de la monarquía desde que Victoria I y el príncipe Alberto decidieron pasar allí el verano de 1848. A pocos metros del famoso castillo, en el mismo recinto, se encuentra Tam-Na-Ghar, una cabaña que la Reina Madre regaló al príncipe Guillermo poco antes de morir en 2002 y que se ha convertido en un refugio secreto para él y su esposa, Kate Middleton.
Cada año, a principios de agosto, la reina se traslada al castillo de Balmoral, en las Tierras Altas escocesas, para descansar durante unas semanas, en las que acostumbra a recibir la visita de algunos miembros de la familia real, entre los que son habituales los duques de Cambridge. Así como el príncipe Carlos dispone de Birkhall, una residencia cercana en el mismo recinto, para alojarse, el príncipe Guillermo y Kate Middleton tiene la posibilidad de hacerlo en Tam-Na-Ghar, una vivienda cuyo interior se ha mantenido en la más estricta privacidad y de la que no han trascendido imágenes de las estancias, pero de la que se sabe que cuenta con tres habitaciones y de la que apenas existen fotografías del exterior.
El primogénito del príncipe Carlos y su entonces novia solían utilizar esta cabaña como lugar para sus escapada en los comienzos de su relación, cuando ambos estudiaban en St. Andrews, según publicó la revista Hello!. La universidad escocesa fue escenario de su primer encuentro allá por 2001 y dista unas dos horas en coche de la residencia, en la que se alojaron con sus tres hijos —Jorge, Carlota y Luis— durante el verano de 2019, tal y como contó una fuente cercana a Vanity Fair.
“La reina tiene muchos invitados y para quitar la presión es probable que los duques de Cambridge se queden en la cabaña”, afirmó dicha fuente entonces. Una elección que, de acuerdo con la opinión de la escritora y periodista Katie Nicholl, será más frecuente, ya que los duques han empezado a priorizar las vacaciones y retiros en Inglaterra. “Si bien en el pasado hemos visto a la pareja disfrutar de unas vacaciones más lujosas esquiando o visitando climas más soleados, han adoptado un enfoque más tradicional y han pasado su tiempo en residencias reales en Gran Bretaña”, ha afirmado Nicholl, en una entrevista en OK!. “Obviamente, esto podría ser resultado de las restricciones de viaje por el Covid, pero también creo que Kate y William se están transformando en el futuro rey y reina y, por lo tanto, están adoptando prácticas más tradicionales”, sostiene.
Ubicada en el norte de Escocia, la finca de Balmoral, propiedad de la reina, cuenta con 20.000 hectáreas de brezo, zonas boscosas centenarias e impresionantes jardines y ha sido testigo de algunos de los momentos más señalados en la vida de los miembros de la familia real británica. Adquirida por el príncipe Alberto como regalo para la reina Victoria en 1852 fue allí donde, por ejemplo, pasaron parte de su luna de miel el príncipe Carlos y Diana de Gales y donde sus hijos, Guillermo y Harry, recibieron la noticia de que su madre había fallecido. El castillo y parte de la finca está abierto al público durante buena parte del año, pudiendo visitar en su interior solo la sala de baile y pasar libremente por los jardines por un precio de 18 euros.
Además de este bucólico rincón escocés en el recinto de Balmoral, los duques de Cambridge disponen de otras dos residencias. Su vivienda habitual es Kensington Palace, donde se criaron Guillermo y Enrique y donde residió Diana de Gales hasta su muerte en 1997. Allí se descubrió, con motivo del que hubiera sido su 60 cumpleaños, una estatua en homenaje a la princesa. Por su boda, la monarca obsequió también a los duques con Anmer Hall una, una casa de campo en Norfolk, al este de Inglaterra, donde residieron durante un tiempo para que sus hijos tuvieran contacto con la naturaleza, a unos diez kilómetros de Sandringham, otras de las casas de vacaciones de la reina Isabel II.
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