Playas increíbles, agua cristalina, puestos de masaje, comida en la playa, arena blanca... Estas suelen ser las respuestas de los turistas cuando son consultados sobre Tailandia. Dictadura militar, persecución de civiles, turismo sexual, desastres naturales no suelen ser parte de esa lista, aunque sí de la realidad de este destino que atrae a más de 30 millones de personas por año.
Después de la famosa película La Playa, protagonizada en 2000 por Leonardo DiCaprio,Tailandia se ha convertido en uno de los destinos más populares por sus playas y sus parques nacionales que esconden construcciones milenarias y templos tradicionales, en un paraíso terrenal que se hace llamar "La tierra de las sonrisas", por la amabilidad de sus habitantes, unos 65,9 millones, en su mayoría budista.
Pero muchos viajeros desconocen la realidad en la que vive la población tailandesa que, bajo una dictadura militar hace cuatro años, es perseguida políticamente, no tiene libertad de prensa, convive con una red de trata y prostitución y enfrenta la amenaza de un desastre natural inminente.
Además, el aumento del turismo, que representa un 12% del PBI nacional, ha traído consecuencias fatales para algunos de sus destinos más codiciados como la famosa playa de agua turquesa Maya Bay, en la isla Phi Phi, al suroeste del país, donde DiCaprio grabó la película. El año pasado se mantuvo cerrada a los turistas por los daños ocasionados a las zonas coralinas y costeras por los más de 5000 turistas que ingresaban a diario.
Trata y prostitución infantil
Tailandia tiene su propia versión -corrupta y mucho menos organizada- de la famosa Zona Roja de Amsterdam . La llamada "Walking Street" en la ciudad de Pattaya es el epicentro de la industria que sitúa al país como uno de los destinos elegidos para el "turismo sexual", que, si bien es ilegal, es tolerado por el gobierno nacional.
"El turismo sexual en Tailandia aporta entre un 2% y un 3% del PBI y eso fomenta las redes de trata y corrupción", explicó a LA NACIÓN Ezequiel Ramoneda, especialista en el Sudeste Asiático de la Universidad Nacional de la Plata y la Universidad del Salvador.
Los costos de los "servicios" para turistas, de entre 3 y 100 euros, obligan a muchas mujeres a recurrir a estas prácticas y a someterse a redes de trata que se extienden por todo el país, en un país con la tradición jerárquica y el machismo todavía instalado en su cultura.
"Muchas familias rurales pobres envían a sus hijas, o ellas mismas van a las ciudades, para trabajar en los principales centros turísticos porque hay una alta demanda de nuevos ricos asiáticos, muy pudientes, que viajan al país", agregó Ramoneda.
El año pasado, este lado oscuro del turismo en Tailandia llegó a los medios mundiales, que difundieron la lamentable práctica tailandesa de las "chicas de postre": los funcionarios de paso por el país son "agasajados" con la "visita" de menores de edad, víctimas de estas redes de prostitución adolescente.
La Universidad de Chulalongkorn en Tailandia, estima que más de 300 mil mujeres son parte de la red de trata.
"El turismo sexual es una realidad de la que nadie habla en los países asiáticos", dijo a LA NACION Felipe Frydman, exdiplomático argentino y experto en asuntos internacionales asiáticos que vivió en Tailandia entre 2006 y 2011.
Economía en ascenso, derechos en descenso
Tras un boom en la década del 90, Tailandia mejoró su economía en los últimos años -en parte como consecuencia de la apertura comercial de China-: registró un crecimiento 3,9% en 2017 y un pico de 4,1% en 2018, según un informe del Banco Mundial.
Sin embargo, la realidad política y social de Tailandia no avanza a la misma velocidad que la economía. "Desde 2006 se suceden gobiernos civiles y militares que culminaron con el golpe de Estado de 2014", explicó Frydman. El Ejército Nacional tomó el poder bajo la idea de "devolver la felicidad" a la llamada "tierra de las sonrisas" y desde entonces promete convocar a elecciones libres. Los comicios se concretarían en marzo próximo, aunque las dudas rodean ese anuncio.
Sin embargo, aun si dejara el poder, la junta militar avanzó con reformas que perpetúan su poder de facto. "Reformaron la Constitución en 2016, ampliaron la influencia de su institución y se otorgaron la potestad de participar en la decisión del futuro primer ministro", explicó Frydman.
"Desde que asumieron, [los militares] han tomado medidas para restringir las libertades de expresión y asociación", agregó el diplomático y afirmó que la oposición "tiene muy pocas vías para expresarse".
El gobierno también se caracteriza por el desprecio y la falta de transparencia con los medios de comunicación. Una muestra fue en enero de 2018, cuando el jefe de la junta militar, el general Prayut Chan-o-cha, colocó un doble de cartón para evitar responder preguntas de la prensa. "Pregúntenle a este tipo", dijo antes de marcharse.
Además, Amnistía Internacional denunció torturas y desapariciones forzadas por parte del Consejo Nacional para la Paz y el Orden -el nombre oficial de la junta militar- y también la "detención, reclusión y procesamiento a activistas, periodistas, personalidades políticas, abogados y defensores de los derechos humanos por haber expresado pacíficamente sus opiniones sobre el gobierno y la monarquía".
Según la ONG Human Rights Watch más de 1800 civiles fueron procesados por contradecir al Ejército o a la monarquía, con fuertes lazos entre sí. En junio de 2017, por ejemplo, el Tribunal Militar condenó a un hombre a 35 años de prisión por publicar en Facebook críticas a la monarquía. Y un activista estudiantil fue condenado a dos años y medio de cárcel por compartir en la misma red social una semblanza del rey de Tailandia publicada por la cadena británica BBC.
Naturaleza impredecible
En 2004, un sismo de 9,1 grados en la escala de Richter que sacudió las costas de Sumatra, una isla en Indonesia, provocó olas de tamaño nunca antes vistas en el resto de los países asiáticos. Dejó más de 230 mil muertos y ciudades enteras devastadas. Algunos turistas que pasaban las fiestas en el este murieron en las costas del sur de Tailandia cuando el tsunami arrasó Phuket.
En el corazón del cinturón de fuego del Pacífico, Tailandia es, junto a Indonesia, uno de los dos lugares que más desastres naturales registra en el planeta. El cinturón comprende las costas pacíficas donde se acumulan tensiones debido a la velocidad -varios centímetros por año- con la que se mueve la corteza terrestre.
Las temporadas de lluvias -monzones- también pueden provocar tragedias en Tailandia. De hecho, las cuevas Tham Laung donde estuvo encerrado un equipo de fútbol de adolescentes, en julio pasado, habían sido afectadas por las inundaciones.
El rescate de las cuevas puso además bajo la lupa a la región pobre del sudeste asiático. Muchos de los chicos rescatados no eran de nacionalidad tailandesa sino apátridas. En las porosas fronteras con Laos, Myanmar y China , migrantes buscan refugio en Tailandia, el país menos pobre de la región, pero terminan en la calle con sus familias o en relaciones informales de trabajo como la prostitución.
Una lluvia similar azotó al país en 2011, producto del monzón, y afectó a 27 de las 77 provincias del país. La inundación, una de las más grandes de los últimos 50 años, dejó un saldo de más de 270 muertes y 2,3 millones de personas en peligro.
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