Sus últimos meses, en soledad y debilitada
La ex premier convaleció en el lujoso hotel Ritz de Londres, con problemas de pérdida de memoria
LONDRES (AFP).- Debilitada, a menudo sola y con problemas de pérdida de memoria, Margaret Thatcher vivió sus últimos meses recluida en una suite del lujoso hotel Ritz de Londres, según testimonios de allegados de la "dama de hierro", que ya no era ni la sombra de lo que fue.
Fue en su habitación del hotel situado junto al Green Park, a poca distancia del Palacio de Buckingham, donde la ex primera ministra británica, figura política destacada del siglo XX, falleció el lunes pasado , a los 87 años, como consecuencia de un derrame cerebral.
Incapaz de subir las escaleras de su residencia de cuatro pisos, Thatcher convalecía en ese establecimiento desde que abandonó, en diciembre, el hospital donde le extirparon un tumor en la vejiga. Según el diario The Times, estaba invitada por sus propietarios, los hermanos David y Frederick Barclay. Sólo un puñado de amigos cercanos estaban autorizados a visitarla, dependiendo de su estado de salud.
Una foto reciente, publicada esta semana en la prensa, resume sus últimos meses: con el rostro maquillado pero envejecido, el pelo blanco pero perfectamente peinado, un elegante abrigo azul -el color de su partido- y zapatos planos, Thatcher está sentada en un banco, al lado de una enfermera y de un policía.
"Los últimos años de su vida fueron particularmente tristes", cuenta Robin Harris, su confidente y consejero durante 30 años, en su inminente biografía, de la que el Daily Mail publicó varios extractos.
"Luego de sufrir una apoplejía en 2009, [Thatcher] no podía terminar una frase. Eso mejoró en parte, pero no por mucho tiempo [...] Trataba de expresar una opinión, pero su voz se apagaba y te miraba fijamente. Entonces volvía a intentarlo, pero otra vez en vano", agrega.
La película La dama de hierro (2011), protagonizada por Meryl Streep, mostraba a una Thatcher que había perdido la memoria. Debido a varios derrames cerebrales y a la enfermedad de Alzheimer, Thatcher no había vuelto a hablar en público desde 2002, a pedido de sus médicos.
Al principio de su enfermedad, pretendía, como de costumbre, demostrar a su médico que era indestructible, recuerda Robin Harris. Pero la escritura de su último libro, Statecraft (2002), dedicado a las lecciones que dejó la Guerra Fría, fue muy laboriosa: no se acordaba del hilo de sus argumentos, recuerda.
La muerte de su esposo, Denis, en 2003, también contribuyó a un deterioro de su estado de salud. "Se derrumbaba cada vez que pensaba en que su querido marido había muerto", explicó su hija Carol, de 59 años.
Al final de su vida, se había convertido en una simple anciana que había trabado amistad con un gato. Según el Times, pasaba su tiempo en el Ritz leyendo o mirando la televisión. Los días en los que se encontraba bien escribía cartas.
"Pero era todavía capaz de sacar un comentario devastador", afirmó al Times el diputado conservador Conor Burns, uno de los pocos que la visitaban regularmente antes de la última hospitalización.
Curiosidad vital
"Su memoria no era para nada buena, pero sus instintos todavía funcionaban plenamente y siempre estaba, extrañamente, mucho más interesada en el futuro que en el pasado. Estaba particularmente interesada por la política y el mundo. Y mantuvo esa curiosidad hasta el final", dijo Burns.
"Bebíamos unas ginebras [...] Si no quería hablar, le daba una revista o leía un diario. Si quería, le contaba historias, le leía poesía. Le encantaba [Rudyard] Kipling, especialmente un poema que conocía desde la infancia y que recitaba al mismo tiempo", señaló el diputado conservador.
Thatcher estaba leyendo en su habitación cuando falleció, poco antes del mediodía. "Había tenido ya varios avisos y fue uno más. Reconoció los síntomas de un derrame cerebral y éste fue el que la mató", explicó uno de sus amigos al Times. "Se llamó al médico, pero todo fue muy rápido."
Debido a la sensibilidad del tema, esta nota fue cerrada a comentarios.
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