Suiza, el eslabón débil de la presión económica de Occidente sobre Rusia
Las transferencias de propiedades y una tradición de secretismo frustran los esfuerzos del refugio fiscal de los Alpes para castigar a los megamillonarios aliados de Vladimir Putin.
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CANTÓN DE ZUG.- En febrero, cuando Suiza anunció que se sumaba a las sanciones de la Unión Europea (UE) contra los oligarcas rusos, este apacible refugio alpino en el cantón de Zug parecía un lugar obvio donde encontrar candidatos.
La ciudad está llena de oficinas de empresas fundadas por los hombres más ricos de Rusia, y aquí está la sede central de los icónicos gasoductos Nord Stream 1 y 2 y del departamento de comercialización de energía de Gazprom PJSC.
Hay tantos megamillonarios rusos que tienen propiedades o empresas en esta ciudad que en determinado momento el partido opositor local organizaba el “Tour Oligarca” para los visitantes y curiosos. De hecho, un diario suizo le puso a Zug el apodo de “Pequeña Moscú” y dijo irónicamente que las autoridades locales querían rodear la ciudad con un muro estilo Kremlin.
Para los seis funcionarios locales encargados de implementar las sanciones, la tarea no fue tan fácil. Al equipo le costó mucho identificar las viviendas y oficinas que eran oficialmente propiedad de alguno de los cientos de oligarcas rusos que figuraban en la lista de sancionados que le envió el gobierno suizo. Tenían problemas con los nombres expresados en alfabeto cirílico y no lograban entender esa lista de 300 páginas, comenta Heinz Tännler, director de finanzas del cantón de Zug.
También les preocupaban las consecuencias para la economía local, y que las sanciones terminaran dañando la reputación de Zug como refugio seguro de las inversiones extranjeras, dice Tännler. “Son tiempos muy difíciles, especialmente para el cantón de Zug.”
Finalmente, de las casi 30.000 empresas registradas en Zug, los funcionarios encontraron una sola empresa que realmente parecía ser propiedad o ser controlada por uno de los individuos sancionados.
El lento arranque de la implementación de las sanciones en Zug es fiel reflejo de lo que ocurre en toda Suiza, que se ha comprometido a castigar a Rusia por su invasión a Ucrania. Pero hasta el momento esa promesa no ha redundado en demasiadas acciones concretas contra las empresas rusas que operan en el país, y los gobiernos de todo el mundo empiezan a dudar de la verdadera voluntad del centro financiero de los Alpes para escarmentar a los aliados del presidente Putin y del Kremlin.
El 80% de los commodities de Rusia se comercializan a través de Suiza, principalmente a través de Zug y la ciudad de Ginebra, y según la asociación bancaria del país, los bancos suizos manejan unos 150.000 millones de dólares de clientes rusos. Treinta y dos de los oligarcas más cercanos a Putin tienen propiedades, cuentas bancarias o negocios en Suiza, según el grupo de impulso a la transparencia Public Eye, con sede en Zúrich.
En los cuatro meses transcurridos desde que las autoridades suizas comenzaron las sanciones, se congelaron 6800 millones de dólares en activos financieros rusos, además de 15 viviendas y otras propiedades, según la Secretaría de Estado para los Asuntos Económicos, el organismo ejecutor de las sanciones.
En contraposición, los países de la UE en su conjunto han congelado 14.000 millones de dólares en presuntos activos de oligarcas rusos, que abarcan fondos, barcos, helicópteros y bienes raíces, además de más de 20.000 millones en reservas del banco central ruso depositados en Europa. Los países de la UE también han bloqueado transacciones financieras rusas por alrededor de 200.000 millones de dólares.
De hecho, la isla británica de Jersey por sí sola congeló más de 7000 millones en activos vinculados al oligarca Roman Abramovich, según las autoridades isleñas.
Varios senadores de Estados Unidos le han reclamado en privado a los funcionarios helvéticos que se muevan más para localizar el dinero y las propiedades de los rusos. “En vez de permitir que Rusia siga abusando del sistema financiero global, deberían oponerse”, dice el senador Roger Wicker, republicano por el estado de Misisipi y presidente de la Comisión de Seguridad y Cooperación de Estados Unidos, que promueve los derechos humanos, la seguridad militar y la cooperación económica.
El gobierno de Suiza rechaza las críticas, recalca que haberse plegado a las sanciones de la UE implica un cambio de posición histórico para el país, y agrega que está haciendo todo lo posible para cazar los activos que figuran en esa lista negra.
“El volumen de las sanciones contra Rusia y Bielorrusia y la velocidad con que se adoptaron ciertamente complica la tarea de las autoridades encargadas de su aplicación, no solo en Suiza, sino en otros países”, dijo una portavoz del organismo ejecutor suizo.
Desde que Rusia se anexó Crimea, en 2014, las sanciones han sido la herramienta recurrente de Occidente para presionar y tratar de asfixiar al Kremlin. Desde entonces, Putin y su estrecho círculo de aliados han aprovechado los puntos ciegos del sistema financiero mundial para evadir las listas negras y ocultar sus riquezas en el extranjero.
A pesar del estatus de Suiza como uno de los mayores centros financieros del mundo, los reguladores del país están paralizados por la limitación de recursos: hasta hace poco, la Secretaría de Estado para los Asuntos Económicos, el organismo de aplicación, tenía apenas diez funcionarios abocados exclusivamente al tema de las sanciones. Ahora el gobierno contrató a cinco empleados más, pero su trabajo también se ve obstaculizado por un viejo problema estructural: el negocio de registrar empresas sigue envuelto en el secretismo más absoluto y es un laberinto donde resulta muy difícil identificar al propietario final de los activos, según diplomáticos occidentales.
De hecho, los bancos suizos y las agrupaciones de apoyo a la transparencia dicen que en estos últimos años se ha extendido una nueva práctica: los clientes rusos transfieren sus activos para ponerlos a nombre de sus cónyuges o hijos. De ese modo habrían cambiado la titularidad de miles de millones de dólares en activos, un fenómeno que se aceleró en los meses previos a la guerra.
Por Drew Hinshaw, Joe Parkinson y Patricia Kowsmann
Traducción de Jaime Arrambide
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