Su familia, marcada por una larga trama de disputas
Los parientes del ex presidente pelean por su nombre, su fortuna y su legado
Nelson Mandela, símbolo de la reconciliación sudafricana, falló en la unión de una sola familia: la propia.
En su autobiografía, El largo camino hacia la libertad , el hombre que derrotó el apartheid reconoció que su compromiso con su pueblo lo llevó a descuidar, en cierto modo, a los suyos. "Un hombre involucrado en la lucha era un hombre sin vida familiar", escribió.
Pero Madiba, como era apodado, probablemente nunca imaginó el vergonzante culebrón de mezquindad que serían capaces de protagonizar sus descendientes. Una saga de peleas, acusaciones y envidias tan bochornosa que llevó al premio Nobel de la Paz Desmond Tutu a pedir respeto por su amigo personal.
"¿Podemos, por favor, no pensar sólo en nosotros mismos? Esto es como estar escupiendo en la cara de Madiba", le lanzó el arzobispo a la familia, en una de sus tantas disputas.
Desde hace años, los Mandela -seis hijos, 17 nietos, 12 bisnietos, dos ex esposas, y varios sobrinos- pelean por lo que se pelean casi todas las familias: poder y dinero.
El último y más resonante capítulo de la patética novela ocurrió en junio pasado, cuando la justicia ordenó trasladar los cadáveres de tres hijos del ex presidente a Qunu, localidad natal de Mandela de donde Mandla, nieto y actual jefe del clan, se los llevó en 2011 para enterrarlos en Mvezo.
Mandla, que es miembro del gobernante Consejo Nacional Africano (CNA) en el Parlamento, había hecho esa movida con el propósito de poder sepultar luego, también ahí, en su feudo, a su abuelo. Y lo había logrado sin el respaldo de otros familiares, incluida Makaziwe, la hija mayor, que quiere que su padre sea sepultado en Qunu, a 700 kilómetros de Johannesburgo, y que fue quien solicitó, junto con otros 16 familiares, el retorno de los restos a ese lugar.
A Mandla no le gustó para nada la movida de sus parientes, y salió a ventilar los trapos sucios de la familia: a uno de sus hermanos lo acusó de sembrar la mentira de que es fruto de una relación extramatrimonial y a otro lo señaló como el que "preñó" a su propia mujer, obligándolo así a repudiar a su hijo recién nacido.
El episodio hizo enrojecer a los sudafricanos. Las redes sociales explotaron de indignación. "Quizá Mandla sea un Mandela, pero está lejos de ser Nelson", fue una de las reacciones más afiladas en Twitter.
Fortuna y negocios
Además de por sus muertos, el clan lucha por el nombre y la imagen de una de las figuras más respetadas del siglo pasado.
Desde abril, 17 miembros de la familia, liderados, una vez más, por Makaziwe, iniciaron una acción legal para lograr el control de dos empresas fundadas por su padre. Se trata de Harmonieux Investement Holdings y Magnifique Investment Holdings, encargadas de comercializar las huellas digitales de colores del ex mandatario y que -se calcula- generan más de un millón de dólares en beneficios anuales.
Ésta es sólo una de las tantas rencillas en torno al botín de Mandela, que amasó una enorme fortuna gracias a sus libros y recuerdos, como las acuarelas y dibujos en carbonilla que realizó en Robben Island, donde estuvo recluido durante 18 años. Gran parte de ese dinero fue destinado a una institución y a varios fondos, hoy carnada de los buitres.
Los nietos y bisnietos de Nelson Mandela, por su parte, no tardaron en utilizar su nombre a la hora de aventurarse en negocios de toda índole.
Zaziwe Dlamini-Manaway y Swati Dlamini, dos de sus nietas, por ejemplo, sacaron una línea de ropa llamada El largo camino hacia la libertad. ¿El eslogan de la marca? "Un toque de la magia de Madiba para la ropa".
Ambas participaron, además, de un reality show en Cozi TV, llamado Ser Mandela .
En él, las descendientes del ex líder sudafricano se paseaban sin complejos por las calles de Nueva York, se mostraban en fiestas de traje y tomaban champagne francés. Un estilo de vida bastante distinto del de su abuelo, que pasó 27 años tras las rejas.
El culebrón del clan promete ahora nuevos capítulos, que millones de sudafricanos contemplarán con horror. Afortunadamente, Nelson Mandela no será uno de ellos.
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