Sputnik V: Rusia ofreció al mundo millones de dosis de vacunas, ¿puede cumplir?
SAN PETERSBURGO.— En su política exterior, Rusia tiende a favorecer la línea dura del poderío militar y las exportaciones de gas y petróleo. Pero en meses recientes, el Kremlin ha conseguido un amplio triunfo diplomático de una fuente inesperada: el éxito de su vacuna para el Covid, Sputnik V.
Mientras que Estados Unidos y los países europeos han considerado o aplicado prohibiciones a las exportaciones de vacunas, Rusia se ha ganado el aplauso al compartir su vacuna con países de todo el mundo en un aparente acto de lúcido interés propio.
Hasta ahora, más de 50 países, desde América Latina hasta Asia, han pedido 1200 millones de dosis de la vacuna rusa, lo que ha contribuido a mejorar la imagen de la ciencia rusa y a aumentar la influencia de Moscú en todo el mundo.
Sin embargo, en Rusia las cosas no son siempre lo que parecen, y este aparente triunfo de la diplomacia del poder blando puede no ser todo lo que el Kremlin quiere que el mundo piense. Aunque la Sputnik V es incuestionablemente eficaz, su producción se retrasa, lo que plantea dudas sobre si Moscú puede estar prometiendo la exportación de muchas más vacunas de las que puede suministrar, y haciéndolo a expensas de sus propios ciudadanos.
El número real de dosis distribuidas dentro de Rusia es un secreto de Estado, dijo Dmitri Kulish, profesor del Instituto Skoltovo de Ciencia y Tecnología de Moscú, Sin embargo, los funcionarios rusos se jactan de las exportaciones masivas de vacunas, y se regodean en el cálido brillo de la diplomacia de las vacunas que ha generado.
“El poder blando es el enorme, gran vacío en el estatus global de Rusia”, dijo Cliff Kupchan, presidente de la consultora de riesgo Eurasia Group y exdiplomático estadounidense, en una entrevista telefónica. “Si juega bien sus cartas aquí, las vacunas podrían ser muy importantes”.
Los funcionarios europeos han empezado a rebatir la agresiva comercialización de la Sputnik por parte de Rusia.
“Seguimos preguntándonos por qué Rusia ofrece, teóricamente, millones y millones de dosis mientras no avanza lo suficiente en la vacunación de su propio pueblo”, dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una conferencia de prensa el miércoles. “Hay que responder a esta pregunta”.
A pesar de las dudas, la diplomacia de las vacunas ya ha favorecido una serie de objetivos para Moscú: ha contribuido a profundizar las divisiones dentro de la Unión Europea, al enviar un cargamento a Hungría antes de que los reguladores lo aprobaran para todo el bloque; agitó la discordia interna en Ucrania al destacar la lentitud de los suministros de vacunas occidentales al país; y circuló desinformación en América Latina que minó la confianza del público en las vacunas fabricadas en Estados Unidos.
“Estamos dispuestos a tender gasoductos y suministrar energía barata, podemos venderles armas y ahora tenemos esta otra dimensión, este poder blando: estamos dispuestos a ofrecerles vacunas”, dijo Andrey Kortunov, presidente del Consejo de Asuntos Internacionales de Rusia, un grupo no gubernamental que analiza la política exterior rusa.
Desoyendo a sus críticos, el Kremlin ha aprovechado cualquier oportunidad para destacar sus exportaciones, algunas de ellas bastante insignificantes.
Un suministro de vacunas suficiente para 10.000 personas, por ejemplo, llegó a Bolivia el mes pasado con la pompa habitualmente reservada a las visitas de Estado: fue recibido en el aeropuerto por el presidente del país, Luis Arce, y el embajador ruso.
“Felicitamos al hermano pueblo de Bolivia por un nivel cualitativamente nuevo en la lucha contra el coronavirus”, dijo el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso en un comunicado.
“La Sputnik entra en nuevas órbitas”, alardeaba este mes un reportaje de la televisión estatal, que mostraba con orgullo cajas con miles de dosis de vacunas cargadas en un avión que salía de Rusia con destino a la Argentina.
Reacciones negativas
En Rusia, al menos hasta ahora, apenas ha habido reacciones negativas a las exportaciones, a pesar de que a finales de 2020 era el tercer país del mundo con mayor número de exceso de mortalidad, después de Estados Unidos y Brasil.
Solo 2,2 millones de rusos (menos del 2%) han recibido una primera dosis de la vacuna de dos inyecciones. En Estados Unidos, por el contrario, 40,3 millones de personas (alrededor del 12%) han recibido las primeras inyecciones, a pesar de que la vacunación ha sido accidentada.
La razón de esta falta de aceptación pública, según los analistas, es que muchos rusos desconfían tanto de su propio gobierno que desestiman los ensayos clínicos que han demostrado que la Sputnik V es segura y muy eficaz. En una encuesta realizada el pasado otoño, el 59% de los rusos dijo que no tenía intención de vacunarse.
La desconfianza es tan profunda que los centros de vacunación de Moscú, completamente abastecidos, suelen estar vacíos. Los temores no han sido ayudados por el ejemplo del presidente Vladimir Putin, que aún no se ha vacunado.
“Si surge una demanda masiva de vacunación, que choca con la escasez de medicamentos debido a la exportación, entonces podría convertirse en un problema político”, dijo Ekaterina Schulmann, miembro asociado de Chatham house, un instituto de investigación con sede en Londres, sobre el uso de la vacuna en la política exterior. “Ahora, todo el que quiera vacunarse puede hacerlo, así que es más bien un motivo de orgullo que Rusia haya sido de las primeras en tener una vacuna y que ayudemos también a los demás”.
No está claro cuánto durará esta situación, dados los problemas de producción de la vacuna, que en cierto modo son emblemáticos de los problemas económicos generales de Rusia, derivados en gran parte del control estatal.
Patente controlada
La patente de la vacuna está controlada por dos instituciones estatales: un instituto de investigación y un fondo soberano. Estas instituciones se encargan de los acuerdos de exportación y producción, mientras que siete fábricas farmacéuticas privadas fabrican la mayor parte de la vacuna en virtud de contratos que ofrecen pocos incentivos financieros para la innovación o incluso la inversión a largo plazo.
El profesor Kulish, consultor de las empresas farmacéuticas rusas, dijo que varios fabricantes de vacunas retrasaron la producción durante meses el año pasado a la espera de piezas críticas de equipamiento que se fabrican en China y que escaseaban durante la pandemia.
“Desgraciadamente, Rusia no produce ningún equipo biotecnológico”, dijo, y añadió que esperaba que la producción aumentase a partir de este mes.
Pero eso está por verse. Esta semana, en un centro de producción de vacunas contratado por una empresa de las afueras de San Petersburgo, salieron de una línea de producción viales de la vacuna Sputnik, cada uno de los cuales contenía cinco dosis y el potencial de salvar vidas.
Sin embargo, el aumento de la producción ha sido un reto. “Es una tecnología muy caprichosa”, dijo Dmitri Morozov, director ejecutivo de la compañía, Biocad. Su empresa recibió el contrato en septiembre y a principios de febrero solo había producido 1,8 millones de conjuntos de dos dosis, muy lejos de los cientos de millones prometidos por el Kremlin a los compradores extranjeros.
Morozov dijo que su fábrica tenía capacidad para producir el doble de vacunas. Pero los contratos de vacunas son tan onerosos que pierde dinero con la producción, lo que le obligó el pasado otoño a reservar la mitad de su capacidad para un rentable medicamento contra el cáncer. Desde entonces ha añadido líneas de vacunas adicionales.
A largo plazo, Rusia busca productores extranjeros para ampliar la producción, y ha firmado acuerdos con empresas de India, Corea del Sur y China. Pero parece que a esas empresas les faltan meses para producir la vacuna.
Dmitri Peskov, el portavoz del Kremlin, dijo el mes pasado que la futura producción en el extranjero satisfará la demanda exterior, lo que evitará la escasez en el país.
Por el momento, los médicos rusos que atienden las abarrotadas salas de Covid-19 se quejan de que han tenido que seguir en el trabajo sin que se les ofrezca la vacuna. A Yuri Korovin, un cirujano de 62 años de la región de Nóvgorod, al noroeste de Moscú, nunca le ofrecieron una dosis antes de caer enfermo a finales de diciembre.
“Claro, no te puedes olvidar de tu propia gente”, dijo sobre las exportaciones, aún tosiendo y con dificultad para respirar, en una entrevista telefónica.
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