Sospechas de un complot ruso a favor de Trump
Espías del Kremlin habrían hackeado los mails; los demócratas sugieren que Putin quiere influir en la carrera
WASHINGTON.- Un inusual interrogante desvela a los ciberespecialistas, a los expertos en asuntos rusos y a los líderes demócratas reunidos en Filadelfia: ¿Vladimir Putin está intentando influir en las elecciones presidenciales de Estados Unidos?
Hasta el viernes, esa acusación -con su inquietante sugerencia de una conspiración planeada por el Kremlin para favorecer a Donald Trump-, no era más que un rumor. Pero el viernes, con la divulgación de unos 20.000 mails robados del servidor del Comité Nacional del Partido Demócrata (DNC), muchos de ellos vergonzantes para los líderes demócratas, han intensificado el debate sobre el rol de las agencias de inteligencia y su efecto disruptivo en la campaña presidencial 2016.
Esos mails, primero divulgados por un supuesto hacker y luego por WikiLeaks, dejaron al descubierto hasta qué punto el aparato del Partido Demócrata fue puesto al servicio de Hillary Clinton, en detrimento de su mayor oponente, Bernie Sanders, senador por el estado de Vermont, y precipitaron la renuncia de Debbie Wasserman Schultz, presidenta del comité nacional, un día antes de iniciarse la convención partidaria.
Probar el origen de un ciberataque es sabidamente difícil. Pero los investigadores han llegado a la conclusión de que el DNC fue pirateado por dos agencias de inteligencia rusas, las mismas que estuvieron detrás de ciberoperativos rusos previos contra la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Estado Mayor Conjunto, el año pasado. Y los metadatos de los mails filtrados dejan entrever que los documentos pasaron por computadoras rusas. Aunque un hacker se atribuyó haberle entregado los documentos a WikiLeaks, las principales sospechosas son las mismas agencias rusas. Lo que nadie sabe es si el robo fue ordenado por Putin o fue ejecutado por apparátchiks, como se conoce a los integrantes del aparato de inteligencia, para complacer a su líder.
La filtración se conoció anteayer, cuando el jefe de campaña de Clinton, Robby Mook, afirmó en el programa This Week, de la cadena ABC, que los mails fueron filtrados "por los rusos, con el propósito de favorecer a Donald Trump", y citó a varios expertos, aunque sin presentar pruebas.
Mook también sugirió que los rusos tendrían buenas razones para apoyar a Trump: la semana pasada, en una entrevista con The New York Times, el candidato republicano señaló que tal vez no ayudaría a las naciones de la OTAN si fuesen atacadas por Rusia, a menos que estuviese convencido de que esos países habían hecho una contribución suficiente a la alianza atlántica.
Fue un momento notable: ni siquiera durante el clímax de la Guerra Fría era fácil encontrar un candidato presidencial que acusara a su rival de hacerle secretamente el juego a un adversario clave de Estados Unidos. Pero esa acusación se está convirtiendo en un tópico de campaña de Hillary Clinton, como parte de un intento de pintar a Trump no sólo de aislacionista, sino también como alguien blando a la hora de enfrentar a Rusia cuando amenaza a naciones que demuestran demasiada independencia de Moscú, o las que se unen a la OTAN, como Lituania, Estonia y Letonia.
Trump dijo que de ser elegido presidente le gustaría "llevarse bien con Rusia", y elogió a Putin diciendo que tiene más pasta de líder que el presidente Barack Obama. Putin, a su vez, también ha elogiado a Trump.
Los voceros de campaña de Trump negaron enfáticamente cualquier conexión entre el candidato republicano y los ciberataques destinados a perjudicar a los demócratas.
Las evidencias sugieren que el ciberataque fue obra de al menos dos agencias distintas, que aparentemente trabajaron sin saber que la otra también había ingresado en el sistema informático de los demócratas. No queda claro cómo obtuvo WikiLeaks ese tesoro de mails, pero se presupone que se los entregaron las propias agencias de inteligencia rusas, ya sea directamente o a través de un intermediario.
Los investigadores descubrieron que las agencias de inteligencia rusas se tomaron mucho trabajo para cubrir sus rastros: borraron meticulosamente los registros de actividad y cambiaron las marcas temporales de los archivos sustraídos.
Traducción de Jaime Arrambide
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