”Somos rehenes de nuestro éxito”: el país que se aísla cada vez más por la suba de casos de coronavirus
La lenta campaña de vacunación y el regreso de la cuarentena estricta por un rebrote contrastan con el suceso de Australia al controlar el virus al inicio de la pandemia
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SÍDNEY.- Frente al brote de la contagiosa variante delta y a una deficiente campaña de vacunación que le está haciendo perder los logros iniciales en la lucha contra la pandemia, Australia acaba de tomar medidas para cerrarse aún más al mundo y confinar a sus habitantes.
Las autoridades nacionales acordaron reducir a la mitad el número de personas que pueden ingresar al país, bajo una draconiana política fronteriza que ya antes prohibía la entrada de casi todo el mundo, excepto de los ciudadanos, los residentes y su núcleo familiar inmediato, quienes además deben hacer cuarentena durante dos semanas en un hotel pagado de su bolsillo.
El primer ministro Scott Morrison, duramente criticado por la lentitud de la vacunación, dijo que restringir aún más las llegadas desde el exterior “es una medida prudente mientras seguimos en la fase de intentar eliminar el virus”.
“La variante delta es más contagiosa y buscamos dar los pasos precautorios para reducir el riesgo general de contagio”, dijo el primer ministro en su primera aparición ante los periodistas desde que tuvo que aislarse dos semanas en su residencia oficial en Canberra, tras asistir a la Cumbre del G7 en Gran Bretaña.
Australia is charting a pathway out of COVID-19 that will get us to the other side and see life gradually return to normal. A four-phase plan was agreed in principle at today’s National Cabinet by all the states and territories. Read more: https://t.co/RdDCOEo7QZ
— Scott Morrison (@ScottMorrisonMP) July 2, 2021
A diferencia de muchos países donde hay circulación comunitaria del virus desde hace tiempo, Australia es uno de los pocos países que apostó por una agresiva estrategia de erradicación del virus, que implica tolerancia cero incluso a un número mínimo de contagios.
“En cierto sentido, somos rehenes de nuestro propio éxito”, dijo Morrison.
En vigor a partir del 14 de julio, el número de arribos internacionales se reducirá a unas 3000 personas por semana, echando por tierra las esperanzas de repatriación de los 34.000 australianos varados en el extranjero y muchos más que tenían intenciones de visitar a sus seres queridos pero no consiguen pasaje. La estrategia —que según dio a entender Morrison continuará al menos hasta fin de año—, le ha ganado al país el apodo de “reino ermitaño” y “Australia amurallada”.
Quienes intentan llegar hoy a Australia tienen que pagar tarifas astronómicas —por lo general, pasajes en clase ejecutiva—, y el estricto cupo de ingreso al país obliga a las aerolíneas a volar a la mitad de su capacidad.
“Australia ha restringido el ingreso de sus propios ciudadanos más duramente que ningún otro país democrático”, dice Sophie McNeill, investigadora australiana de Human Rights Watch.
El ajuste de tornillos llega después de detectarse numerosos incumplimientos a las cuarentenas en hoteles, que hicieron que el virus haya vuelto a circular entre la población local, después de meses de casi ningún caso en la mayoría de las regiones del país. En los últimos días, millones de australianos quedaron confinados en sus casas, justo cuando la vacunación en Estados Unidos y Europa está permitiendo sacarse el barbijo y levantar las prohibiciones a los viajes.
Los australianos que están en el exterior manifestaron su indignación por el endurecimiento del cupo de ingreso a su país.
Kumi Miranda, que tiene doble ciudadanía y vive en Sri Lanka, no ve a sus hijos desde diciembre de 2019. Los jóvenes tienen 22 y 25 años y son estudiantes universitarios en la ciudad de Melbourne.
“No puedo visitarlos por las exorbitantes tarifas aéreas y los costos de la cuarentena en un hotel. Y la medida que tomaron hoy termina de destruirme”, dice Miranda, que ya se dio las dos dosis de la vacuna y no logra entender por qué no la dejan hacer cuarentena en su propia casa.
“Estamos pagando el precio de las chapucerías en el plan de vacunación. Es totalmente injusto. El resto del mundo se está abriendo.”
Ron Thorp, un australiano de 54 años que vive en Gran Bretaña, está intentando hace meses volver a Australia para ver a su padre, que tiene cáncer terminal.
“Es un hombre de 81 años y obviamente no puedo esperar otros 18 meses”, dice Thorp. “Por más que consiga un vuelo, después está el problemita de volver a salir. Nada nos garantiza que si entramos en la isla-prisión después nos dejen salir.”
Muchas aerolíneas han dejado de volar a Australia porque los cierres de fronteras hicieron que esas rutas dejen de ser rentables. En diciembre, Thorp tenía una reserva para volar por Thai Airways: el vuelo fue cancelado.
Solo alrededor del 6% de la población de Australia está completamente vacunada, la tasa más baja de todos los países que integran Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Una de las razones del lento arranque de la vacunación en el país fue que los funcionarios australianos desaconsejaron el uso de la vacuna Oxford-AstraZeneca en menores de 60 años, por el remoto riesgo de formación de trombos en la sangre.
Pero hasta fin de año Australia no recibirá suficientes suministros de las vacunas Pfizer-BioNTech y Moderna para completar la vacunación.
La flojísima campaña de vacunación y el regreso de la cuarentena contrastan con el tan aclamado éxito de Australia a principios de la pandemia, cuando gran parte del país disfrutó de meses sin restricciones y libertad para reunirse en playas, estadios y centros comerciales, sin necesidad de usar barbijo.
“Desperdiciamos la ventaja que sacamos en 2020. La política aplicada fue un desastre”, escribió el viernes en el diario The Guardian el comentarista político Tim Soutphommasane, profesor de la Universidad de Sídney. “Australia no va a derrotar la pandemia entrando y saliendo de la cuarentena, o aislándose indefinidamente del resto del mundo.”
El viernes, el primer ministro Morrison esbozó el camino para pasar de la estrategia de erradicación del virus a centrarse en reducir el riesgo de enfermedades graves, pero ese plan sigue dependiendo de una meta de vacunación sobre la que Australia no tiene definiciones.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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