Psicólogos y especialistas discuten las ventajas y desventajas de un fenómeno cultural arraigado en el país latinoamericano
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“Me gusta mucho los buenos peloteros que tiene México. No se lo creen mucho, se conforman. Es mi sensación, y perdón si me estoy equivocando, que la gente es muy conformista”.
El futbolista brasileño Dani Alves se refería así en su breve paso por la liga azteca a finales del año pasado —poco antes de la presunta agresión sexual a una joven por la que espera juicio en España— a una de las cualidades más atribuidas generalmente a la sociedad mexicana: el conformismo.
Dos años antes, el exfutbolista argentino Bruno Marioni opinó lo mismo. “El mexicano en general es muy conformista, con lo que tiene se arregla. Pero esa falta de ambición de superar los obstáculos, esa falta de hambre es lo que ha impedido que México dé ese salto de calidad”, le dijo al canal Televisa.
Pero no hay que centrarse en el fútbol para escuchar sobre esto. En cualquier conversación y en cualquier ámbito puede salir a discusión esa supuesta disposición tan arraigada en la mentalidad del mexicano a decir que está satisfecho con lo que tiene y a no reclamar en exceso.
Así, al igual que su gran amabilidad o su gusto por el picante, la idea de que la población del país es extremadamente conformista se repite como un mantra y se ha extendido de tal modo que a algunos mexicanos les molesta, pero no son pocos quienes lo admiten y reconocen sin reparo.
Por supuesto, también hay cientos de miles de mexicanos con iniciativa y con deseos de superación en la vida. Pero una gran cantidad de ellos, coinciden expertos, prefieren quedarse en su zona de confort antes que arriesgarse a apostar por un proyecto con el que progresar pero que también requeriría de un mayor esfuerzo.
“Pues así es México” es una repetida respuesta cuando se apunta a esa idea tan generalizada del eterno conformismo mexicano, pero ¿qué hay de cierto en ello?
Conformes y satisfechos
Es importante subrayar que todo ser humano es social y que, por naturaleza, todos buscamos pertenecer y tener aceptación en los grupos que nos rodean. Y es ahí, precisamente, donde nace la conformidad.
“Pero es cierto que en México, y en la cultura latina en buena parte, es más importante estar bien con los demás que con uno mismo porque somos una cultura colectivista, de mucho apego emocional al grupo, a la familia y a los amigos”, dice David Reyes Domínguez, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“La conformidad es parte de nuestra cultura mexicana y se ve como algo normal, no se ve como negativa y es parte de lo que nos enseñaron a ser. Aquí tenemos gente terriblemente conformista: son los que no levantan nunca la mano y que están en casa esperando a que las cosas les caigan del cielo”, agrega.
También, afirma en conversación con BBC Mundo, “los gobiernos, los medios o las escuelas generan una influencia de pertenencia hacia los mexicanos. Esto ocurre al grado de que muchas veces se dice esa idea de ‘Somos pobres, pero estamos contentos’”.
Algunos estudios parecen apuntar en esta dirección. Según el informe “¿Cómo va la vida?” de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los mexicanos otorgaron 8 puntos sobre 10 a su “satisfacción con la vida” como promedio entre 2010 y 2020 —por encima del 7,4 del resto de países miembros—, pese a que México aparecía en el estudio de 2020 entre los tres países con peores indicadores en áreas como seguridad, salud o vivienda.
En la Encuesta Nacional de Bienestar Autorreportado 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía mexicano (INEGI), esa puntuación se elevó incluso a 8.45 puntos. El 88,3% de la población se declaró “satisfecho” o “moderadamente satisfecho” con su vida.
“Cabe preguntarse si nuestra felicidad y satisfacción son genuinas o si son el producto de vivir frente al espejismo de progreso en México”, cuestionó Ana Lucía Dávila al analizar resultados de estos informes en años anteriores para el artículo “El enigma del conformismo mexicano” de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas.
“¿Resignados o acomplejados? Los mexicanos no solo estamos conformes, sino satisfechos con lo que tenemos. Mientras que nuestra capacidad de anteponerse a las adversidades es admirable, también es cierto que nuestra pérdida de capacidad de indignación es alarmante”, añadió.
Paloma Guerrero Rodríguez, de la Facultad de Psicología del Instituto de Ciencias y Estudios Superiores de Tamaulipas en México, también reflexionó sobre las actitudes de muchos mexicanos ante situaciones cotidianas en su investigación “Perfil del mexicano conformista”.
“Podemos observar que muchas personas piensan que ninguno de sus ideales y metas se pueden llevar a cabo. Debido a que están tan acostumbrados a que el ambiente es de cierta forma, se encierran en una mentalidad en la que no les queda más remedio que conformarse y, como piensan que nada va a cambiar, no se dignan a tomar la iniciativa. No quieren ver más allá”, escribió en su publicación.
¿A qué se debe este conformismo?
Es difícil definir con exactitud qué causa que esta cualidad predomine en la personalidad de tantos mexicanos. Según Guerrero Rodríguez, “la falta de un propósito en la vida, la irresponsabilidad social y las problemáticas actuales influyen en la formación del perfil del mexicano conformista”.
De su investigación, en la que entrevistó a 160 personas, extrajo varias características o conductas propias de este tipo de personas en el país, tales como indiferencia social, falta de solidaridad o irresponsabilidad social, entre otras.
Reyes Domínguez, de la UNAM, asegura que el mexicano adquiere históricamente esta cualidad desde la familia, que se convierte a veces en un patrón para repetir comportamientos.
“Por supuesto no en todos los casos, pero en muchas ocasiones los hijos de padres que no tienen grandes estudios optan por no buscar estudios superiores porque el modelo que tienen frente a ellos funcionó. Se conforman con ese nivel porque saben que con eso pueden resolver y no van más allá”, dice.
También la cultura es otro de los factores a tener en cuenta. “La autoridad que se le da a los dioses y religión en general también hace que muchos se conformen y pronuncien el típico dicho de ‘No hay ahorita, pero ya Dios proveerá’. Eso es parte del pensamiento mágico que está muy presente en la población mexicana”, afirma el académico.
Además, influye la responsabilidad que muchos depositan de manera exclusiva en quienes tienen posiciones de liderazgo.
“Ante la situación de inseguridad, por ejemplo, es habitual que se diga que el gobierno no está haciendo nada. Se acostumbran a echar la culpa al entorno, a aquellos que creen que tienen toda la responsabilidad, pero lo cierto es que la gente tampoco hace mucho por cuidar su propia seguridad en la medida de lo posible”, expone el experto.
¿Qué consecuencias tiene el conformismo?
El conformismo puede ser también interpretado como si fuese una especie de optimismo ante la vida, de ver el vaso medio lleno y como una vía cómoda para formar parte y ser aceptado por los grupos que nos rodean sin ir en contra de una opinión mayoritaria.
Sin embargo, es obvio que esta cualidad suele tener una connotación poco positiva a ojos de la sociedad y es generalmente vista como un factor que acarrea más consecuencias negativas.
“Es malo porque es un factor de no avance que te limita en tu desarrollo. Te da un comportamiento pasivo en lugar de continuar para que tu vida personal o profesional sea más exitosa. Simplemente vas en un día con día porque tu posición social cubre tus necesidades momentáneas y no quieres actuar más allá”, opina Reyes Domínguez.
Y esta postura, indiscutiblemente, contribuye a perpetuar injusticias a nuestro alrededor porque, en ocasiones, ni siquiera sabemos identificarlas como tal.
“Si hay una población social-conformista, no verá las desigualdades como problema y podrá vivir con ellas, porque no tendrá la capacidad de revertir esta realidad”, escribió el filósofo panameño Abdiel Rodríguez Reyes en el artículo “El social-conformismo: la plataforma para mantener las desigualdades”.
También puede dejar al mexicano conformista en una posición de inferioridad a la hora de competir en ámbitos como el laboral frente a personas de países como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido donde, generalmente, la cultura es más individualista e instrumental sin excesiva conformidad de grupo.
“Obviamente esto nos pone en desventaja con países, por ejemplo, que sí practican la asertividad (expresar una opinión de manera firme). En lugares como EE.UU. o incluso en otras culturas latinas como Brasil saben decir tranquilamente ‘no’”, reflexiona Reyes Domínguez.
“Pero al mexicano le cuesta mucho porque socialmente está mal visto ser asertivo, por lo que le gana la presión del grupo y acaba diciendo siempre ‘sí’ aunque no sepa hacer algo”, asegura sobre otro de los comportamientos que más se asocia a los mexicanos que tienden a evitar decir ‘no’ para escapar de cualquier enfrentamiento.
Visto desde este punto de vista negativo, el conformismo es algo en lo que se puede y se debe trabajar para desarrollar un cambio en las futuras generaciones, recomiendan los expertos.
Según Ana Lucía Dávila, “sin una sociedad con capacidad de indignación, que se sienta merecedora de una mejor calidad de vida y que tenga las ganas de ver la realidad y exigir, muy poco cambiará”.
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