Publicados hace más de 70 años, el libro que compila las experiencias de la adolescente continúa siendo uno de los más grandes best seller a nivel mundial
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Inicialmente, Otto Frank no podía soportar leer y, mucho menos, pensar en publicar el diario de su hija, Ana, que se hizo público hace 77 años, el 23 de junio de 1947. En 1976, Otto viajó a los estudios de la BBC para explicar por qué cambió de opinión.
“Sólo aprendí a conocerla realmente a través de su diario”, confesó Otto Frank a Lesley Judd, presentadora del programa infantil Blue Peter, mientras le mostraba los escritos personales de su amada hija. En realidad, Otto le había regalado a su brillante y extrovertida Ana un libro de autógrafos por su decimotercer cumpleaños, el 12 de junio de 1942.
Pero Ana casi de inmediato decidió usarlo como un diario y comenzó a registrar sus pensamientos más íntimos, escribiendo como si estuviera revelando secretos para un amigo cercano. “Espero poder confiar plenamente en ti, como nunca antes había podido hacerlo con nadie”, leyó Otto en la primera entrada del diario de Ana en el programa de televisión infantil. “Y espero que seas un gran apoyo y consuelo para mí”.
Otto había huido con su familia a Ámsterdam en 1933 desde Frankfurt, donde había nacido Ana, tras el triunfo del Partido Nazi en las elecciones federales alemanas y el nombramiento de Adolf Hitler como Canciller del Reich. Pero la seguridad que la capital holandesa parecía ofrecer frente a la amenaza inminente de los nazis resultaría ser sólo un respiro temporal para la familia.
En 1940, después de que Hitler tomó el poder y se autoproclamó Führer, invadió Países Bajos. Con la ocupación alemana llegó una ola de medidas antisemitas. Se prohibió a los judíos ser propietarios de negocios, se les obligó a usar estrellas amarillas que los identificaran y se enfrentaron a toques de queda.
Otto, como muchos judíos, había estado intentando desde 1938 emigrar a EE.UU., pero la falta de una política de asilo y el largo proceso para adquirir una visa significaron que el papeleo no se pudo completar antes de que los nazis cerraran las oficinas consulares estadounidenses en todos los territorios ocupados por los alemanes en julio de 1941.
Un mes después del cumpleaños de Ana, en 1942, la hija mayor de Otto, Margot, recibió un aviso de llamada a filas para presentarse en un campo de trabajo alemán. Para evadir a las autoridades, toda la familia se mudó a un anexo secreto que Otto había descubierto encima de su negocio en Ámsterdam. Durante los siguientes dos años, la familia Frank se escondió en ese espacio, junto con otra familia y un amigo.
En los sofocantes confines del anexo, todos los que vivían allí se vieron obligados a permanecer en silencio durante el día y no podían usar el baño hasta la noche, cuando la oficina se despejaba, por miedo a ser escuchados. Un pequeño grupo de ayudantes de confianza introducía de contrabando alimentos y suministros.
Durante todo este tiempo, Ana siguió escribiendo en secreto sus pensamientos en su diario. Debido a su anhelo de tener amigos de su edad, inventó personajes de ficción, como Kitty, para escribirles. Su ansiedad, sus aspiraciones y su aburrimiento, junto con las frustraciones rutinarias de vivir tan estrechamente encerrada con otras personas, quedaron plasmados en las páginas de su diario.
La última entrada es del 1 de agosto de 1944. En la mañana del 4 de agosto, la Gestapo irrumpió en el escondite y arrestó a todos sus ocupantes. Lo que propició el descubrimiento del escondite sigue siendo objeto de discusión.
Los Frank fueron llevados al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde Otto fue separado de su esposa Edith y de sus hijas Margot y Ana.
Nunca los volvería a ver. Las tres morirían en los campos. Ana, que junto con su hermana fue finalmente trasladada al campo de concentración de Bergen-Belsen, murió de tifus en marzo de 1945, pocas semanas antes de que el campo fuera liberado.
Extraordinaria valentía y humanidad
Otto fue el único miembro del anexo que sobrevivió. Después de la guerra, regresó a Ámsterdam para buscar a su familia, pero quedó devastado cuando se enteró de su destino. Los diarios y las cartas de Ana fueron rescatados del escondite, que había sido saqueado, por sus amigos Miep Gies y Bep Voskuijl, que se los entregaron a su regreso.
Pero en su dolor, no podía soportar mirarlos en absoluto. “No tengo fuerzas para leerlos”, le escribió a su madre en Suiza el 22 de agosto de 1945. Cuando Otto finalmente pudo decidirse a abrir los diarios, los escritos fueron una revelación.
Le brindaron una ventana a la mente de su inteligente, vulnerable y expresiva hija adolescente mientras navegaba por las complejidades de la adolescencia en las circunstancias más aterradoras. En tonos sencillos, detallaban sus enfrentamientos con su madre y sus resentimientos hacia su hermana, sus preocupaciones por su reputación y su cuerpo cambiante.
También revelaban lo opresivo que encontraba el encierro y el silencio del anexo, y su palpable irritación con las personas con las que vivía. Escribió sobre su aislamiento y la constante y aterradora amenaza de su descubrimiento. Cómo se sentía “como un pájaro cantor al que le han cortado las alas y que se lanza en la más absoluta oscuridad contra los barrotes de su jaula”.
Pero Otto también pudo conocer sus pequeños momentos de alegría: la naturaleza que vislumbraba a través de su ventana y su incipiente romance con Peter van Daan, el chico que también vivía en el anexo. Escribió sobre sus sueños de patinar en Suiza y sus ambiciones de ser publicada; sus pensamientos sobre su identidad y sus relaciones con amigos, tanto reales como imaginarios. Comenzó a comprender la mente compleja e imaginativa de Ana a medida que cambiaba y maduraba.
“Ya no podría escribir ese tipo de cosas”, escribió sobre una de las anotaciones anteriores de su diario. Y agregó: “Ahora que estoy releyendo mi diario después de un año y medio, me sorprende mi inocencia infantil. En el fondo sé que nunca podría volver a ser tan inocente, por mucho que quisiera serlo”.
Principalmente, Otto llegó a apreciar el don de Ana como escritora y el extraordinario coraje y humanidad que tenía frente al terror implacable de sus circunstancias. “Después de leer el diario, lo copié y se lo di a unos amigos nuestros”, le dijo a Judd de la BBC en 1976.
“Uno de ellos trabajaba en una editorial y me dijo ‘no tienes derecho a conservar el diario como propiedad privada, es un documento humano y deberías publicarlo’. Y así lo hice”, afirmó.
El 25 de junio de 1947 se publicó “La casa de atrás”, un libro recopilado a partir de las anotaciones y escritos del diario de Ana. Además de corregir algunos de sus errores lingüísticos, Otto lo saneó un poco, eliminando algunas de las impresiones críticas de Ana sobre su matrimonio, pasajes sobre su sexualidad y sus representaciones a veces violentas de personas que conocía.
El libro resultó ser un éxito instantáneo: una joven le había dado rostro al casi incomprensible horror y magnitud del genocidio nazi. En 1952 se publicó en inglés con el título Anne Frank: The Diary of a Young Girl (El Diario de Ana Frank). Se convirtió en una obra de teatro ganadora del Premio Pulitzer en 1956 y en una película tres años después.
Las palabras de Ana sobrevivieron con creces a su corta vida; fueron traducidas a más de 70 idiomas y continúan resonando entre lectores de todo el mundo.
Cuando Judd, de Blue Peter, le preguntó si tenía alguna reserva a la hora de aceptar publicar y revelar los pensamientos más privados de su hija, Otto Frank dijo: “No me arrepiento porque Ana escribió en uno de sus diarios: ‘Quiero seguir viviendo después de mi muerte’, y en cierto modo a través de su diario sigue viviendo en muchos corazones”.
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