Sociedad de riesgo: guerra fría y negocios calientes, la agenda rusa en Caracas
Militares, defensas antiaéreas vendidas por Moscú y operaciones comerciales consolidan la alianza de Vladimir Putin y Nicolás Maduro; además, el chavismo es el principal receptor regional de fondos de China
CARACAS.- Cuentan los diarios de la época que el pueblo cubano salió irritado al Malecón habanero a gritar aquello tan caribeño de "¡Nikita, mariquita!", tras la resolución pacífica de la crisis de los misiles. El pacto a última hora entre los presidentes Nikita Kruschev y John F. Kennedy no le gustó a Fidel Castro , aunque la historia demostró que fue uno de sus grandes beneficiados.
La presencia de militares rusos en Venezuela , la puesta a punto de las defensas antiaéreas (vendidas por Moscú) en el estado de Guárico, cerca de Caracas, y el respaldo absoluto de Vladimir Putin a Nicolás Maduro durante el desafío del Parlamento democrático contra la revolución, incluida una puja evidente con Estados Unidos , reactivaron en la región los recuerdos de la Guerra Fría. Y es que en el ajedrez venezolano de Putin , sus piezas maestras lucen disfraces no solo cubanos, también ucranianos y sirios.
"Los militares se quedarán tanto tiempo como sea necesario y mientras el gobierno los necesite", aseguró anteayer la cancillería rusa, que de inmediato tuvo respuesta de la Casa Blanca.
"Advertimos firmemente a actores externos del hemisferio occidental (Rusia) contra el despliegue de activos militares en Venezuela con la intención de establecer o expandir operaciones militares", advirtió anteayer John Bolton, consejero de Seguridad Nacional norteamericano, para cerrar dos semanas con sabor a otras épocas y que comenzaron con el aterrizaje de dos aviones rusos en el aeropuerto caraqueño de Maiquetía.
Las relaciones entre Venezuela y Rusia, puestas en marcha la década pasada por Hugo Chávez y Putin, se basan hoy en un triple eje: alianza militar, respaldo económico y juego geoestratégico. En vísperas de las elecciones presidenciales en Ucrania, la agencia rusa Sputnik destacó las dos palabras elegidas por el profesor Alexandr Kubishkin, de la Universidad Estatal de San Petersburgo, para definir la presencia de su país en Venezuela: factor disuasivo. "Trump dice que Venezuela es una esfera de influencia estadounidense. Ucrania es la esfera de influencia de Rusia, pero los políticos y militares estadounidenses están involucrados activamente en la situación en Ucrania", explicó el especialista.
"El objetivo en este juego ancestral de penetrar esferas de influencia de poderes rivales es tener mayor capacidad de acción y negociación en el sistema internacional. Esto es especialmente importante y urgente para Rusia porque es una gran potencia decadente", dice a LA NACION Víctor Mijares, profesor venezolano de Ciencia Política en la Universidad de Los Andes, en Colombia.
El escenario elegido hoy para la pulseada entre las superpotencias, aunque una de ellas esté venida a menos, es el peor posible: una Venezuela entre colapsos y huidas, que añora un cambio que la revolución no permite y cuyo derrumbe social y económico es un factor de desequilibrio para todo el continente. Según la revista Forbes, Rusia reproduce su estrategia en Siria para evitar el cambio de régimen en Venezuela.
"Los rusos están en Venezuela para mostrar músculo y dar una prueba más de que son potencia y pueden enfrentarse a Estados Unidos, algo que la política de Donald Trump les facilita. Dada la situación económica de Rusia, un despliegue militar en condiciones les saldría un ojo de la cara y no están en condiciones", matiza en diálogo con LA NACION Carlos Malamud, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, de España.
Para Mijares, no estamos ante una nueva crisis de los misiles pero sí forma parte del mismo fenómeno de rivalidad entre potencias. Malamud tampoco cree en una reedición de lo vivido en Cuba, aunque tiene claro que la presencia rusa supone para Maduro "una cierta garantía de supervivencia", como ya lo fue para Castro.
Mientras pensadores e investigadores analizaban cada movimiento ruso en el Caribe, la cúpula militar de la revolución inauguraba un centro de simulación para helicópteros de fabricación rusa y prometía la puesta en marcha de otro escenario para practicar con los famosos cazas Sukhoi. Queda pendiente la fábrica de fusiles Kalashnikov, que como casi todos los grandes proyectos de Chávez cumple 10 años en el limbo.
Todos estos movimientos confirmaron a los estrategas occidentales que el centenar de militares rusos llegados a Caracas el sábado pasado tenía como principal objetivo revisar el sistema antiaéreo S-300 en El Sombrero (Guárico), en principio una de las mejores defensas de la región y que ya se probó con éxito en Siria.
Pero también escondían una misión secreta, según el investigador Joseph Humire, del Centro para una Sociedad Libre y Segura: "Sus técnicos cibernéticos están intentando manejar la matriz de opinión. Más del 60% de los medios que informan sobre la supuesta intervención militar de Estados Unidos son fuentes estatales rusas, iraníes, cubanas y venezolanas. Quieren elevar en el pueblo venezolano la expectativa de la invasión para luego sembrar desesperanza. Juegan con su psicología".
La sociedad venezolana es un torrente de emociones, que salta en minutos desde la esperanza más robusta a la depresión más profunda. El último ejemplo son los apagones, que en vez de avivar los gritos de protesta hundieron sus expectativas.
Además de ser uno de sus mejores clientes para vender su armamento, los rusos también prestaron a Venezuela 17.000 millones de dólares, solo por detrás de China -el mayor acreedor-, a través de sus petroleras. "El gigante Rosneft ayudó a sortear parte de las sanciones de Estados Unidos. Pero el negocio petrolero, hoy por hoy, no es viable, no tiene futuro. El modelo no lo permite y eso lo entienden los rusos. ¿Cómo se hace para producir petróleo si no hay energía eléctrica? Buena parte de los campos petroleros se paralizaron porque no tienen energía", explica a la nacion Henkel García, director de Econométrica.
Además del petróleo y el gas natural, donde Rosneft cuenta con permiso de extracción por tres décadas, el Arco Minero venezolano encierra otros tesoros para los rusos: oro, diamantes, coltán y torio. Caracas vende el oro y el diamante de sus minas y de sus reservas a turcos, árabes, africanos y rusos, en busca de liquidez monetaria, un negocio redondo para sus aliados.
Venezuela cuenta también con reservas abundantes de torio, bautizado así en homenaje al dios Thor, lo que da cuenta de su poder.
Entre los mayores consumidores de torio del planeta, ya sea para reactores o submarinos, están Rusia y China, que construye plantas de última generación con este combustible nuclear más "limpio" que el uranio.
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