Sobrevivir en Siria, sólo una cuestión de suerte
Al-Qusayr, liberada por los rebeldes, sufre el asedio del régimen
AL-QUSAYR, Siria.– Gotas de sangre salpican la entrada del hospital clandestino de Al-Qusayr, en la provincia de Homs. Un auto se aproxima pitando y el personal se levanta de un salto para atender al nuevo herido, un joven alcanzado por un mortero lanzado por las tropas de Bashar al-Assad.
Mientras lo atienden, se oyen fuertes tiroteos y comienza un intenso bombardeo sobre la zona liberada de la ciudad. "Hay que prepararse, van a llegar más", augura una enfermera señalando al exterior, al tiempo que llega un nuevo vehículo con cuatro mujeres de una misma familia que estaban en su casa cuando les cayó una bomba encima.
Abu Ahmed, un comandante del Ejército Sirio Libre (ESL), entra por el pasillo, Kalashnikov en mano, e informa a los presentes. "Hay unos 14 camiones con soldados del régimen que se aproximan por el norte, desde Homs, y estamos combatiendo con ellos", explica, entre los sonidos de disparos y estruendos de artillería pesada.
No es la primera vez que las tropas de Al-Assad intentan tomar esta localidad, parcialmente liberada por el ESL, aunque en esta ocasión los combatientes rebeldes se tuvieron que emplear a fondo en un combate que duró unas tres horas anteayer, logrando repeler la ofensiva.
Aquí, como en muchas zonas de Siria, la población se desangra a fuego lento y sobrevivir en lugares como en Al-Qusayr es sólo cuestión de suerte. El ejército de Al-Assad bombardea a la población civil desde el exterior, con ataques aleatorios, indiscriminados e imprevisibles, desde hace tres meses.
De día y de noche, a cualquiera lo puede alcanzar un mortero paseando por la calle, en la sala de su casa, en el campo o en la ciudad. Esta zona se ha convertido en un limbo sangriento donde hay una media de dos o tres muertos por día; 400 en total desde que comenzó la revuelta, hace ya un año y tres meses, según activistas locales.
Destrucción
El 70% de los edificios fueron destruidos o dañados y tres cuartas partes de la población huyeron a Damasco o al vecino Líbano. Sólo algunas familias decidieron quedarse, refugiadas en las plantas bajas de los edificios o en los sótanos de las escuelas de la ciudad.
"Llevamos aquí desde que comenzaron los bombardeos", explica Mohammed, un padre de cuatro hijos que vive en un centro escolar con toda su familia, incluida la abuela.
"No tenemos luz ni agua aquí, pero hemos decidido quedarnos", añade. Huir tampoco es una opción segura, porque las famosas plantaciones de manzanos de esta región se convirtieron ahora un enorme campo de batalla donde las tropas rebeldes y el ejército gubernamental tratan de ganar posiciones y se disputan el control de las rutas.
Grupos de shabiha (matones del régimen) atacan las casas de aterrorizados campesinos a los que acusan de colaborar con la revolución, y los estruendos y los combates son constantes en los alrededores de Al-Qusayr y las zonas colindantes de la frontera con el Líbano, donde el ESL realiza "operaciones de limpieza" contra los controles del régimen.
La entrada de suministros, como comida o medicinas, por esa línea divisoria es cada vez más difícil, mientras la guerra civil recrudece y las deserciones se siguen contando con cuentagotas.
"Llevamos así demasiado tiempo. Estamos cansados y abatidos. Pero tenemos que seguir, no hay vuelta atrás", dice Hussein, uno de los valientes reporteros locales que decidieron quedarse para seguir grabando la represión. "Las grandes potencias hablan y hablan, pero aquí no cambia nada", añade con relación a los recientes esfuerzos diplomáticos que hasta ahora tuvieron vanos resultados sobre el terreno. Más de 16.000 personas murieron desde que estalló la más larga de las revoluciones árabes, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos.
El ESL se hizo fuerte en esta zona, donde ahora tiene unos 3000 combatientes. "En un mes hemos eliminado cinco controles y ahora tenemos tres tanques de los suyos", afirma Abu Arab, comandante de la brigada Al-Farouq, una de las tres presentes aquí. Hace dos semanas su katiba (brigada) destruyó el ayuntamiento y logró acabar con decenas de francotiradores que, apostados en la azotea, llegaron a matar a unos 70 civiles, aunque todavía quedan algunos francotiradores en el edificio del hospital central, aún tomado por las tropas de Al-Assad y donde se atrincheran unos 80 soldados, de modo que el centro sigue siendo una zona intransitable.
Annan vuelve a visitar Damasco
DAMASCO (AFP).– En un nuevo esfuerzo por dar oxígeno al fracasado plan de paz y poder encontrarle una solución a la virtual guerra civil que se vive desde hace 16 meses en Siria, el enviado especial de la ONU, Kofi Annan, llegó ayer a Damasco e intentará reunirse hoy con el presidente sirio, Bashar al-Assad.
Se trata de la tercera visita de Annan a Siria desde que fue designado en el cargo para intentar resolver la crisis que estalló en marzo de 2011, una misión que por el momento ha "fracasado", según palabras del enviado de la ONU a la capital siria.
En ese fracaso está también incluido el retiro de los 300 observadores desplegados por la ONU para vigilar el alto el fuego, quienes suspendieron las operaciones a mediados de junio por la continua violencia.
Por otra parte, las fuerzas armadas de Siria comenzaron a realizar un ejercicio militar de gran magnitud en el que simulan defenderse de una "agresión" externa, informó ayer la agencia estatal de noticias, en una evidente advertencia a otros países para que no intervengan en la crisis del país.
Algunos sectores de la oposición siria recurrieron a Occidente en busca de la intervención extranjera para detener el derramamiento de sangre que, afirman, ya dejó más de 16.000 muertos desde que en marzo del año pasado comenzó el levantamiento contra Al-Assad.
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