Siria se desangra y divide al mundo
Mientras no cede la violencia del régimen, Rusia y China vetaron una resolución de la ONU que exigía una transición
NUEVA YORK.– Dominada por una violencia sin fin y despiadada, Siria volvió a dividir ayer al mundo y dibujó una línea casi propia de la guerra fría.
Luego de una semana de intensas negociaciones y horas después de una de las peores masacres de opositores sirios, en Homs, el Consejo de Seguridad de la ONU fracasó en su intento de aprobar una resolución para frenar la represión ordenada por el régimen de Bashar al-Assad.
Rusia y China bloquearon la resolución que condenaba la violencia, exigía el fin de la represión y apoyaba un plan de la Liga Arabe para facilitar una transición hacia una democracia, sin demandar la renuncia de Al-Assad.
Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia votaron a favor de esa iniciativa, que también apoyaron los diez miembros no permanentes del Consejo.
La resolución, presentada por Marruecos, se discutió y reescribió hasta el cansancio en los últimos días, incluso hasta minutos antes del voto final. Se debatieron verbos y adjetivos y se tacharon párrafos enteros. Todo, con el fin de lograr el apoyo de Moscú, férreo aliado de Damasco.
Pero el esfuerzo por enviar un mensaje claro y unido a Siria fue inútil, y el país quedó abandonado, por ahora, a la violencia y a sus divisiones internas, que lo ponen a pasos de una guerra civil sectaria.
"Durante meses, este Consejo ha sido rehén de un par de miembros", sintetizó la embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Susan Rice, quién acusó a Rusia y a China de "blindar a un tirano".
Este segundo fracaso de la comunidad internacional –el primer intento fue en octubre último– llegó luego de un sangriento día en Homs, en lo que disidentes calificaron como la jornada más violenta que vivió Siria desde que despuntaron las protestas contra Al-Assad, hace 11 meses. Hubo más de 250 muertos, según opositores.
Siria, un país con fuertes lazos con Irán y clave en la estabilidad de Medio Oriente, logró esquivar una intervención internacional gracias a su alianza con Moscú, que provee de armas a Damasco, y que tiene en el país árabe su única base naval fuera de Rusia.
Pero la intransigencia de Moscú –y también de Pekín– tiene una razón que va más allá de sus intereses militares o comerciales: fijar una posición tajante respecto de hasta dónde puede inmiscuirse el Consejo de Seguridad en el destino de un país.
Una fuente diplomática que conoce los entretelones del Consejo lo explicó a LA NACION: "Los rusos no quieren sentar el precedente de que el Consejo impuso un cambio de régimen. ¿Qué pasa si mañana las protestas empeoran en Rusia?".
Las negociaciones no sólo tuvieron lugar en Nueva York. En Munich, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, coincidió en un encuentro multilateral con el canciller ruso, Sergei Lavrov. Allí tampoco hubo margen para el consenso.
Lavrov dijo que el último borrador de resolución respondía a varios reclamos rusos, como abandonar la exigencia de que Al-Assad renunciara, o imponer un embargo de armas. Pero, aún así, no fue suficiente.
"No somos amigos o aliados de Al-Assad –indicó Lavrov–. Intentamos atenernos a nuestras responsabilidades como miembros permanentes del Consejo, que por definición no se entromete en los asuntos internos de los estados miembros."
Para Rusia, indicaban por lo bajo en la ONU, la mejor acción que podía surgir del Consejo era la inacción.
Así, Siria quedó a su propia merced. Aunque una acción militar estaba descartada de entrada –en parte, porque el Kremlin aún no digiere lo que ocurrió en Libia–, la ausencia absoluta de una acción concreta por parte de la comunidad internacional perpetúa lo que se ha visto allí durante el último año.
"Esto va a continuar, y lo peor que podemos ver es una guerra civil sectaria que sería aún más sangrienta", señaló a LA NACION Malou Innocent, analista del Instituto Cato, un centro de investigaciones conservador de Washington.
"El Consejo está dividido, la Liga Arabe y los sirios también. No creo que haya buenas opciones y no creo que nadie sepa qué hay que hacer", sintetizó Innocent.
No son pocos los que especulan con otra opción, de por sí riesgosa: proveer armamento a los rebeldes.
Al discutir esta alternativa, Omar Hossino, un disidente sirio radicado en Estados Unidos, puso sobre relieve las diferencias demográficas del país –que se replican en otros países árabes–, donde una mayoría sunnita convive con una minoría alauita, a la que pertenece Al-Assad.
"Si se entregan armas a los rebeldes, eso puede terminar en un lío tremendo, con Irán entregando armas a los alauitas, y una guerra civil sectaria que dure años", afirmó Hossino.
Justamente, una de las razones que esgrimió en público Rusia para justificar su renuencia a dar el sí fue que una intervención extranjera en Siria podía terminar por hundir al país en más violencia y desestabilizar a toda la región.
El escudo detrás del cual se movieron los rusos, y del que no se apartaron siquiera un centímetro, fue que los problemas de Siria tienen que ser resueltos por los sirios.
"No se logró en Nueva York hacer un llamado unido para que Al-Assad renuncie, ni hablar de un acuerdo sobre medidas internacionales", sintetizó Carne Ross, director de Independent Diplomat, experto en Medio Oriente, y antiguo miembro de la Misión del Reino Unido ante el Consejo.
"El mensaje principal es un Consejo de Seguridad dividido y más ambiguo. Esto no es bueno. Puede fortalecer a Al-Assad en vez de hacerle sentir la presión internacional", dijo Ross a LA NACION.
Así, con un mundo dividido, incapaz de quebrar la inacción impuesta por Rusia, la única alternativa que queda sobre la mesa es, según Ross, que cada país, o bloque de países, actúe por cuenta propia para poner límites y aislar al régimen sirio, e intentar así frenar el derramamiento de sangre.
"Esos países tienen que utilizar cualquier medida posible para presionar al régimen, menos una intervención militar, para que el régimen ceda", concluyó Ross.
Enfrentados por la "primavera árabe"
Los países occidentales ya se habían enfrentado con Rusia y China por la ofensiva sobre Libia, cuyo régimen, liderado por Muammar Khadafy, fue el tercero en caer en 2011, después del de Túnez y del de Egipto.
La negativa rusa
Junto con China, Moscú bloqueó ayer por tercera vez una resolución de condena de la ONU al gobierno de Bashar al-Assad, su aliado y habitual comprador de armas rusas. Su argumento es que el organismo no debe tomar partido en una guerra civil.
La ofensiva de EE.UU.
Encabezados por Washington, Francia, Gran Bretaña y los países árabes buscaban una resolución que exigiera a Al-Assad que comenzara la transición y terminara con la represión. Esos gobiernos creen que el fracaso de la ONU derivará en una mayor violencia.