Siria, camino a ser la mayor amenaza terrorista global
Desde otros países, los jihadistas llegan cada vez en mayor número y los servicios de inteligencia occidentales temen que Al-Qaeda encuentre allí el escenario de su resurrección
BEIRUT.- Mientras miles de combatientes llegados del extranjero inundan Siria, los grupos extremistas se van adueñando de partes del territorio que se convierten en refugio de militantes islamistas, un fenómeno que, según los funcionarios de inteligencia de Estados Unidos y otras potencias de Occidente, puede convertir al país en una de las mayores amenazas terroristas del mundo actual.
Conocidos por ser feroces combatientes dispuestos a realizar ataques suicidas, los grupos jihadistas ahora incluyen a más de 6000 extranjeros, según afirman agentes antiterroristas, quienes además agregan que esos combatientes fluyen hacia Siria en cantidades aún mayores de las que llegaron a Irak en el momento álgido de la insurgencia contra la ocupación norteamericana.
Muchos de los militantes son parte del Frente Nusra, un grupo extremista acostumbrado a una violencia sin paralelos; durante los últimos meses, esos combatientes se ganaron la reputación de ser de los más efectivos de la oposición al gobierno.
Pero hay otros que se están reuniendo bajo un nuevo paraguas aún más extremista, el llamado Estado Islámico de Irak y Siria, que está fusionando a algunos sirios con combatientes de todo el mundo: Chechenia, Egipto y Paquistán, a los que se suma Al-Qaeda de Irak, un grupo de la insurgencia sunnita que cobró relevancia en la lucha contra la ocupación norteamericana tras la invasión de 2003. La preocupación es que de esos grupos surja una nueva Al-Qaeda.
Ese temor a que las milicias lleguen a dominar a la oposición fue el que hizo que Estados Unidos y sus aliados occidentales se abstuvieran de suministrar armas letales a los opositores sirios, al menos por ahora. Pero como resultado, perdieron la chance de influir en la guerra siria. Hasta los congresistas norteamericanos que apoyan el programa encubierto de la CIA para armar a los elementos moderados de la oposición siria temen que la entrega de armas, que debería comenzar este mes, sea demasiado poco y llegue demasiado tarde.
El riesgo es alto. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos dijeron esta semana que Ayman al-Zawahiri, líder de Al-Qaeda, se comunica regularmente con el Frente Nusra de Siria, una clara señal de hasta qué punto la dirigencia de la red terrorista considera que Siria puede ser un refugio seguro para la red a largo plazo.
Juan Zárate, ex alto funcionario antiterrorista del gobierno de George W. Bush, dijo que Siria está en el centro de una franja de inestabilidad que se extiende desde Irán y atraviesa todo el norte de África, y que "en esa zona, puede producirse la regeneración y resurrección de una nueva versión de Al-Qaeda".
En Siria, los frentes de batalla se endurecieron en los últimos meses. El gobierno de Bashar al-Assad, con el apoyo de Irán y Hezbollah, recobró fuerzas y recuperó territorios del Sur y del Este que estaban en poder de los rebeldes. Al mismo tiempo, en el interior de una oposición sumamente dividida y compuesta por unos 1200 grupos distintos, el poder se fue deslizando hacia las manos de los jihadistas apostados en el Nordeste.
La idea de que, si el gobierno finalmente cae, Siria pueda llegar a reemplazar a Paquistán y Afganistán como refugio primario y campo de entrenamiento de Al-Qaeda, es un golpe muy duro para el Ejército Libre de Siria, brazo armado de los opositores que cuentan con el apoyo de Occidente.
Además, esa idea beneficia directamente a Al-Assad, cuyo gobierno intenta mostrarse como la única alternativa al extremismo islámico y el caos. Así, la perspectiva de que Estados Unidos colabore de lleno con los opositores se volvió más remota que nunca.
El argumento de Al-Assad "empezó siendo una ficción durante la época de las manifestaciones pacíficas y sin armas, pero ahora es una realidad", debido tanto a los éxitos de los extremistas como a los esfuerzos del propio Al-Assad por dividir al país, escribió Hussein Ibish, de la Fuerza de Tareas Norteamericana para Palestina, en un reciente ensayo publicado en The National.
El general Salim Idris, líder del Ejército Libre de Siria, acusó a los jihadistas de trabajar para el gobierno de Al-Assad, o de recibir ayuda del mismo, una idea para nada disparatada si se piensa que los funcionarios occidentales están convencidos de que el gobierno de Al-Assad cumplió un papel importante al dejar pasar a combatientes sirios y otros extranjeros para que ingresaran a Irak durante la insurgencia en ese país.
En las últimas semanas, se produjeron enfrentamientos por pertrechos y armas entre los combatientes del Ejército Libre de Siria y los jihadistas. Sin embargo, la línea que separa a ambos bandos es difusa y los conflictos no impidieron que trabajen en conjunto. Eso ayudó a generar divergencias entre los líderes de la oposición en el exilio, que rechazan la ideología y el proceder de los extremistas, y los comandantes que están en el campo de batalla, para quienes cualquier ayuda es buena.
"Hay un pragmatismo espantoso en el terreno", dijo Charles Lister, analista del Centro IHS Jane's. "Existe el convencimiento de que sin una coordinación masiva en el lugar, esto podría extenderse por años, y que la oposición podría ser derrotada. Así que sin importar cuál sea el objetivo a largo plazo, en el mediano plazo vale la pena coordinar esfuerzos entre los grupos".
Traducción de Jaime Arrambide
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