“Síndrome K”: la desconocida historia del pabellón de un hospital italiano que salvó del nazismo a decenas de judíos
Los frailes crearon una sala de enfermedades infecciosas donde supuestamente permanecían aislados los pacientes que padecían un virus mortal
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ROMA.– A veces hacen falta años para que la historia salga del anonimato. Es el caso del “síndrome K”, un virus muy contagioso, pero totalmente falso, que fue inventado en el Hospital Fatebenfratelli de Roma para salvar a decenas de judíos cuando los nazis, en la madrugada del 16 de octubre de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial, hicieron la famosa y terrible redada en el ghetto de Roma. Entonces las SS detuvieron a 1024 judíos –familias enteras, ancianos, mujeres, niños– que fueron deportados en tren al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. De todos ellos, solos pudieron volver 16.
En ese dramático momento de la ocupación nazi, el régimen fascista de Benito Mussolini, aliado de Alemania, ya había promulgado las leyes raciales en contra de los judíos. No obstante, como es sabido, fueron muchos los que ayudaron a los miembros de la comunidad –una de las más antiguas de Europa, que contaba en Roma con unas 14.000 personas–, a esconderse de la persecución. Fueron recibidos en iglesias, monasterios, en casas de campo de las afueras de Roma y, como, comenzó a salir a la luz recientemente, también en un pabellón del antiguo hospital Fatebenefratelli de Roma, que inventó para ello una pandemia, que denominó “síndrome K”.
Ubicado en la famosa isla Tiberina, a la altura de la Sinagoga y del denominado gueto –hoy uno de los sitios más turísticos y bellos de la ciudad eterna–, el Hospital Fatebenefratelli (que significa textualmente ”Hagan el bien hermanos”) fue levantado en el siglo XVI por la orden hospitalaria española de los Hermanos de San Juan de Dios. Y fueron sus frailes quienes, en ese trágico octubre de 1943, tuvieron la idea de montar a un pabellón ahí mismo para esconder judíos, entre los cuales muchos niños, con esa enfermedad contagiosísima bautizada “síndrome K”.
Junto a dos médicos católicos, Giovanni Borromeo y Adriano Ossicini, quienes habían contratado a Vittorio Sacerdoti, un joven médico judío que había perdido su trabajo por las leyes raciales, los frailes crearon una sala de enfermedades infecciosas donde supuestamente permanecían aislados los pacientes que padecían el “Síndrome K”, un virus muy contagioso, neurológicamente degenerativo y mortal, que además dejaba gravísimas secuelas.
Nadie podía acceder a esa sala salvo el doctor Borromeo y una enfermera y, en todo caso, sin tomar las medidas de precaución establecidas. Además, existían informes médicos que relataban la evolución de la peligrosísima enfermedad “K”.
El nombre era un “guiño irónico” a la K del apellido de Albert Kesserling, el general nazi encargado de mantener el control de la Italia ocupada y defenderla de las tropas aliadas que avanzaban desde el sur y a la K del apellido del teniente coronel de las SS Herbet Kappler, al frente de la redada.
“Aunque en verdad la K para los alemanes evocaba el bacilo de Koch, es decir, la tuberculosis, que hacía estragos en las tropas y que por eso espantaba”, dijo a LA NACION el escritor español Jesús Sánchez Adalid, que acaba de publicar Una luz en la noche de Roma, una novela histórica que da cuenta de todo esto.
“Entonces los frailes aleccionaban a los enfermos ficticios diciéndoles cómo debían portarse en caso de que alguien entrara al pabellón ‘K’: tenían que toser y mantener los ojos muy abiertos; y la enfermera los mojaba con agua para que parecieran sudores”, precisó el autor, que dijo desconocer el número exacto de personas que lograron salvarse de esta forma. “Imposible encontrar ese dato porque siempre había un ir y venir de gente, pero seguramente más de 70, sobre todo, niños”, indicó.
Sánchez Adalid, famoso por sus novelas históricas, contó a LA NACIÓN que nunca se le había ocurrido hacer algo en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Pero todo cambió después de que le llegó un correó electrónico del hermano Ángel López Martín, fraile de la Orden de San Juan de Dios, del Hospital Fatebenfratelli, que le desveló la desconocida historia del “síndrome K”.
El fraile también le pasó un conjunto de artículos, cartas, entrevistas y testimonios, con lo que se enamoró de la historia y empezó a investigar. Hurgó en los archivos del Vaticano, ya que justo el papa Francisco había decidido desclasificar los documentos referentes al papa Pío XII y los más de 2700 expedientes de peticiones de ayuda de judíos de toda Europa durante la persecución nazi, que antes estaban conservados en el antiguo “Archivo Secreto” y que hoy forman parte del Archivo Histórico de la Secretaría de Estado del Vaticano. “Además, el Archivo Central del Estado Italiano acababa de publicar 322 entrevistas en video hechas a judíos italianos perseguidos por los nazis en Roma y de supervivientes de los campos de concentración y luego fui a la Shoah Foundation Institute Steven Spielberg, que contiene 52.000 testimonios personales en 32 lenguas y provenientes de 56 países y a los Archivos de Yad Vashem, que comenzaron a funcionar en 1946, y que contienen unos 180 millones de documentos, la colección más grande del mundo sobre el Holocausto”, precisó.
Aunque para Sánchez Adalid, que además de escritor, es sacerdote, lo más importante fue lograr ponerse en contacto con testigos reales, es decir, los que estuvieron en el hospital siendo niños. “Así fui reconstruyendo la historia, en una investigación exhaustiva que se convirtió en una aventura apasionante que duró tres años”, explicó el escritor.
¿Por qué es tan desconocida la historia del “síndrome K”? “La guerra es y fue un horror que deja a la gente agotada tanto física como espiritualmente y muchas veces y en casos como éste, sin contar que lo que sucedió en el Hospital Fatebenefratelli es parte de una historia más amplia, por miedo, por cansancio, hay historias que quedan en el anonimato”.
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