Fernando Henrique Cardoso: “La deuda pública va a explotar, aquí, allá y en todos lados”
El expresidente de Brasil advirtió sobre el peligro del giro hacia el autoritarismo de los líderes populistas de la región
Fernando Henrique Cardoso no espera a que una asistente termine de colocarle el micrófono para iniciar el diálogo. Habla y pregunta. Ofrece y pide información. Quiere saber. Habla en español, fluido y sin errores. Y para cuando la colaboradora se retira, el expresidente de Brasil, conocido y respetado como una de las mentes más brillantes de América Latina de las últimas décadas, lleva ya varios minutos compenetrado. "Está mal la cosa acá", dice a LA NACION, confinado en su casa de San Pablo.
-Los números no son buenos...
-Para nada. Es todo una insensatez, una falta de rumbo que rara vez he visto, y esto va a empeorar. Porque cuando se termine la pandemia, los que no tengan cómo vivir van a estar ahí, sin empleo, sin renta. ¿Cómo están las cosas en la Argentina?
-En lo sanitario, vamos detrás de Brasil, pero la situación económica ya golpea muy duro, aunque sabemos que falta lo peor...
-[Interrumpe] Pero ustedes tienen una ventaja: tienen mucha comida para exportación, y espero que no disminuya la demanda, acaso baje un poco, pero no tanto. Pero quienes viven de pequeños negocios están liquidados. No tienen cómo aguantar. Creo que la deuda pública va a explotar, aquí, allá y en todos lados. Y temo una versión más autoritaria del futuro.
A los 88 años, Fernando Henrique Cardoso sigue siendo un punto de referencia insoslayable. Sociólogo, catedrático, senador, ministro y presidente entre 1995 y 2002, le preocupan el derrotero de Jair Bolsonaro y ciertas tendencias que observa en el continente y el mundo. Tanto que mientras aboga por nuevos liderazgos avizora una disputa abierta entre China y Estados Unidos. "Ojalá se mantenga en los límites de la paz".
-¿Qué lecciones ha extraído de esta pandemia?
-Estas pandemias globales a veces ocurren, pero esta ha demostrado que se expande muy rápidamente, y temo que no sea una sola ola, sino que haya otras. Por eso debemos darnos cuenta de la importancia de contar con la preparación necesaria. Creo también que debemos darnos cuenta de la desigualdad. Porque esta crisis llegó en avión, pero afecta a la pobreza, a las villas. Y para esta pandemia no existe una vacuna ni tratamiento específico, y lo único que tenemos como opción es alejarnos los unos de los otros. Pero ¿y los que nada tienen? En los barrios pobres la gente está en la calle, ¡porque lo que ocurre en sus casas es peor que la calle, donde se contagian! El problema es que hemos aceptado la desigualdad como algo "normal", pero con tanta desigualdad es difícil lidiar con estas pandemias. Ahora Europa comienza a recuperarse. ¿Y cuando llegue a África? Porque este virus puede golpear a ricos y a pobres, pero el rico se aísla, tiene cómo vivir; el pobre, no. Y encima, la durabilidad de esta pandemia es otro factor. La gente se pone nerviosa. En poco tiempo más será difícil mantener a la gente en sus casas. En fin... ojalá tengamos memoria. Porque la humanidad recuerda, pero también se olvida. Y los ricos se olvidan más rápido porque los toca menos.
-Por ahora se observan esfuerzos aislados de solidaridad, sin una mayor coordinación...
-Ojalá que el mundo registre más solidaridad. No suele ocurrir. Ahora vemos muchos gestos, pero también vemos qué ocurre en el mundo... America First! [por el lema de Donald Trump, "¡primero Estados Unidos!"]. ¿Cómo America First!? Estados Unidos tiene una responsabilidad planetaria, pero temo que la tendencia será más nacionalismo: cada uno consigo mismo y Dios con nadie. Nos costó mucho llegar hasta donde estamos. La pacificación insumió un esfuerzo muy grande tras las guerras mundiales. No fue fácil. Churchill, Roosevelt, Stalin... Grandes liderazgos que sufrieron juntos, mientras que ahora los liderazgos son menos fuertes y no han sufrido juntos.
-¿Qué le preocupa más? ¿El nacionalismo que mencionó? ¿Ciertas tendencias autoritarias? ¿El aislacionismo? ¿Acaso más xenofobia?
-Ya hay todo eso, aunque no sé si va a predominar. En política se inventa el futuro. No existe un futuro trazado de antemano por las coaliciones de factores. Y para inventar el futuro se requiere liderazgo. Por eso me preocupa mucho la falta de liderazgo, en nuestros países y en los principales. El presidente de Estados Unidos ahora va a ir a elecciones. Si gana Trump, no será bueno para el mundo. Entre otros motivos, por aquellos gobiernos que se adhieren a él, como Brasil, donde nuestro presidente [por Bolsonaro] tiene una visión pro-Trump. ¡Ambos creen que la pandemia es algo que se hizo contra ellos, pero que es una pequeña gripe! Por eso la reconstrucción de este mundo no va a ser fácil, aunque creo que una ventaja que tenemos en la región es que estamos lejos. No hay por qué adherirse a una posición, hay que maniobrar, pensar y establecer el multilateralismo, aunque la tendencia va en la dirección opuesta.
-¿Teme por cómo parece organizarse -o no organizarse- el sistema mundial?
-Sí, tengo mis temores. Después de la Segunda Guerra Mundial estábamos llegando, de a poco, a la noción de humanidad. Pero ahora no veo liderazgos con visión ni creo que aparezcan en el corto plazo, pero tengo la certeza de que debemos abrir espacios para las nuevas generaciones. Ojalá que con la pandemia, más la crisis económica global, surjan nuevos liderazgos de otra generación.
-¿Pueden resurgir los militares como opción de poder en la región? Le recuerdo lo que pasó en distintos países, como Bolivia y el "ruido" que hay en Brasil.
-Sí, es posible. En Brasil, que conozco un poco más, las fuerzas armadas cambiaron mucho. Creo que esta generación de militares es profesional y ha adherido a la idea de la Constitución. Dicho eso, se eligió presidente a un exmilitar con una visión corporativista propia de los anteriores militares, sin mucha relación con los civiles. Y le recuerdo que cuando [Salvador] Allende era presidente de Chile, nombró a muchos militares. Cuando los gobiernos son débiles buscan a las fuerzas armadas como último bastión para mantenerse. Ahora, es más eso lo que está aconteciendo aquí [por Brasil]. El problema es otro: con la cercanía al poder, los militares se acostumbran a tener poder y eso puede llevar a otro riesgo. Ahora las democracias no se mueren por golpes de Estado, se mueren desde adentro. Eso sí me preocupa.
-¿Teme que la democracia pueda estar en riesgo en América Latina por las tentaciones autoritarias de ciertos gobernantes?
-Como decía un político brasileño, las democracias son plantas tiernas que requieren ser regadas todos los días y, en consecuencia, tengo preocupación porque veo que hay ímpetus autoritarios que se pueden transformar en sistemas autoritarios.
-¿Ve algo esperanzador en lo que ocurre a raíz de esta pandemia, sea en América Latina u otras partes del mundo?
-[Tajante] ¡Sí! El mundo ha cambiado mucho gracias a las relaciones directas, persona a persona, por internet. Aunque vemos la proliferación de fake news, la vocación predominante es buscar información, opinar y participar. Eso es auspicioso. Ahora es mucho más difícil controlar lo que pasa e incluso si alguien intenta controlar los medios, la gente puede oponerse. Segundo, porque no se llega lejos sin un horizonte de esperanza. Los políticos deben visualizar una salida. ¿Qué significa eso? Que deben concertar esfuerzos durante la pandemia y no olvidar la economía, que es determinante. Y tercero, porque ya hemos probado el gusto de la libertad y, como decía un exembajador francés, América Latina es el "extremo Occidente". Extremo, sí, pero Occidente. La idea de libertad es parte de nuestra cultura.
-¿Cómo abordamos el azote del Covid-19 en sus favelas o nuestras villas? ¿Qué tipo de liderazgo se necesita?
-Que no sea populista. El riesgo grande es que caigamos en un liderazgo autoritario y populista. Porque la gente más pobre terminará más pobre todavía. No debemos dejar que los líderes populistas se transformen en líderes autoritarios.
-¿Hay alguna pregunta que no le hice y le gustaría responder?
-[Calla unos segundos] Una sola cuestión: llegó el momento de percatarnos de que esta pandemia afecta a todo el planeta y que los problemas que vendrán, también. ¿Qué tipo de gobernanza se puede ofrecer a un planeta que está mal a raíz de la pandemia? Esto cambiará el equilibrio de poder, lo que afectará a Estados Unidos y China. Queramos o no habrá una disputa abierta entre China y Estados Unidos. Ojalá se mantenga en los límites de la paz y sea posible recrear un orden internacional más participativo, que incluya a países como los nuestros, con un objetivo máximo: preservar la paz.
Queirós, Hemingway y Mann
–Dado que millones de argentinos llevan confinados en sus casas desde hace semanas sin saber cuándo se levantará la cuarentena, ¿qué les recomienda leer, mirar o escuchar? ¿Cómo aprovecha usted su tiempo?
–En mi caso, leo muchos libros de historia, de teoría sociológica y de ciencias políticas. Pero también literatura, y en estos momentos me encanta volver a un libro que ya leí, Los Maia, de un gran escritor portugués, Eça de Queirós, que a fines del siglo XIX abordó la decadencia de una familia portuguesa. Creo que hay que leer libros que nos hablen sobre las culturas y sociedades de nuestros países. Tengo poco tiempo de vida, lo sé, pero me gusta comprender por qué las democracias se mueren, qué está ocurriendo en el mundo, sigo de cerca todos los movimientos económicos. Ya pasó el tiempo en que me gustaba la poesía. ¡Cuando era joven cometí la tontería de escribir poesía! [Risas]. Ahora prefiero leer autores que me hablan de la vida… Hemingway, Thomas Mann. Pero estas son cosas de una persona que va a cumplir 90 años.
Exilio, academia y llegada al poder
- Nacido en 1931 en Río de Janeiro, Fernando Henrique Cardoso estudió Sociología en la Universidad de San Pablo
- Hijo de un general y nieto de un mariscal, se convirtió en un referente de la izquierda brasileña. Tras el golpe militar de 1964, se exilió en Chile
- Fue funcionario de la Cepal y profesor en Stanford, Princeton, Brown, Berkeley, Cambridge, La Sorbona y la Escuela de Altos Estudios de Francia
- Cofundó el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB); fue canciller y ministro de Economía y presidente de Brasil entre 1995 y 2002
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