Linchamientos, la respuesta brutal de México a la impunidad
El año pasado se duplicaron los casos de justicia por mano propia; dos encuestadores fueron incendiados tras ser confundidos con secuestradores
AJALPAN, México.- El linchamiento empezó como a las 17.20, hora local, no mucho después de que los hermanos hubieran terminado de realizar sus últimas entrevistas sobre el consumo de tortillas.
Los vecinos los confrontaron, confundiéndolos con un par de secuestradores. La policía confirmó que en realidad esos hombres eran encuestadores de una empresa de marketing y logró sacarlos raudamente a salvo de ese lugar. Enardecidos, los lugareños hicieron sonar de todos modos las campanas de la iglesia del pueblo y reunieron a cientos de vecinos.
La turba enfurecida ingresó por la fuerza en el destacamento policial y otros edificios públicos y logró arrebatarles los encuestadores a la policía. Finalmente, un hombre con casco de motocicleta avanzó tranquilamente hasta el centro de la multitud frenética, roció a los hermanos con nafta y los prendió fuego con un fósforo.
El macabro video del hecho, tomado con un celular, fue transmitido hasta el cansancio por los medios locales durante semanas, generando repudio y preocupación. Las autoridades culparon a la población y a los rumores sobre secuestradores de chicos rondando las calles. Un funcionario local dejó entrever que era una maniobra de la oposición política para generar caos. Pero la gente de Ajalpan dio otra explicación: hartos de la corrupción y la indiferencia del gobierno, la turba buscó justicia por mano propia, manifestación de un problema de larga data que según las autoridades mexicanas está en alza.
Esas muertes ponen de relieve un proceso alarmante en México: según algunos informes, 2015 fue el año con más linchamientos públicos del último cuarto de siglo. Los datos reunidos por Raúl Rodríguez Guillén, profesor universitario y autor de Los linchamientos en México, 1988-2014, indican que el año pasado se produjeron por lo menos 78 linchamientos, más del doble que en 2014.
El proceder de la turba es fruto de una sensación de indefensión e impotencia muy extendida en México, donde el 98% de los asesinatos no se resuelven y el Estado está virtualmente ausente en muchas zonas. Según algunas estimaciones, en México apenas se denuncia un 12% de los crímenes, mayormente por desconfianza en la efectividad de la justicia. Llevada al extremo, esa desconfianza ha redundado en violencia.
"El aumento de la violencia y la criminalidad va en forma paralela a la erosión de la noción de autoridad y de legalidad", dice Guillén.
Las decenas de vecinos entrevistados sobre el linchamiento de los hermanos David y José Abraham Copado Molina mostraron poco o ningún remordimiento. El miedo a que dos sospechosos lograsen escapar con ayuda de la policía terminó pesando más que el derramamiento de sangre inocente. "Si eran inocentes, y no digo que lo fueran, entonces éste es un caso en el que unos pagaron por los crímenes de otros", dice Emanuel Petla, de 33 años, cerca del lugar del linchamiento, ocurrido el 20 de octubre de 2015. "Lo que pasó el día de los linchamientos es algo que se venía incubando desde hacía tiempo", agrega Petla.
Y las fuerzas policiales no se salvan de la furia colectiva. El año pasado, cinco policías recibieron una feroz golpiza tras haber matado a un lugareño durante un operativo. Dos de los oficiales murieron a causa de las heridas. En los últimos años, también han florecido los grupos de autodefensa para la lucha contra el crimen organizado, que vinieron a llenar el vacío dejado por las fuerzas gubernamentales. Pero por graves que sean las fallas del gobierno, la justicia por mano propia no mejora en nada las cosas.
"No puedo entender que esté pasando esto en nuestro país -dice Pablo Copado, hermano de los dos hombres linchados-. Pisotearon cada centímetro de la integridad de mis hermanos, toda su dignidad humana."
El día de su muerte, los hermanos llegaron a Ajalpan alrededor de las 9 de la mañana. Fueron enviados a esta ciudad de 60.000 habitantes por la empresa Marketing Research and Services para encuestar a los residentes sobre los hábitos de consumo de tortillas entre los chicos. Y aunque ese día su trabajo era como cualquier otro día, el contexto no lo era. En Ajalpan cundía el terror. Los días previos, las redes sociales estallaban de advertencias sobre el secuestro de chicos y de llamados a estar alertas ante cualquier presencia extraña.
Pocas horas después de la llegada de los hermanos, empezó a esparcirse el rumor de la presencia en las calles de dos hombres de pantalón y camisa de vestir y mochila al hombro. En las últimas horas de la tarde, un grupo de lugareños los abordó en la puerta de un negocio. La gente les exigió saber por qué hacían preguntas sobre los chicos. Los hermanos explicaron y mostraron sus identificaciones. Pero según señalan los testigos la agresividad de los vecinos iba en aumento, hasta que llegó la policía y se llevó a los hermanos.
En este lugar, la policía no es ninguna garantía de confianza. Cuando la policía anunció que los jóvenes eran inocentes, pocos lo creyeron. Alguien dijo entonces que había una niña dispuesta a testificar que esos jóvenes la habían agredido sexualmente. Trajeron a la chica en cuestión ante los jóvenes hermanos, que temblaban de miedo. Según los funcionarios, la chica no pudo identificarlos como sus agresores. Pero el testimonio no alcanzó para salvarlos.
La turba ya había duplicado su número, y sus gritos y amenazas podían escucharse dentro de la estación policial. Los oficiales encerraron a los hermanos en un cuartito de tres por tres custodiado por varios guardias. Las campanas de la iglesia de la plaza empezaron a tañer, llamando a las armas. Cientos de vecinos más inundaron la plaza, y ahí empezó el juego del teléfono descompuesto. Roberto Hernández, de 24 años, oyó decir que los hermanos ya habían confesado. Miguel Hernández, un vendedor de helados, escuchó que los vecinos gritaban: "¡Vengan con nosotros, vamos a agarrar a los ladrones!". La turba se abrió paso al interior del destacamento, irrumpió en la celda, sacó a los hermanos y los arrastró hasta la plaza.
Días más tarde, alguien erigió un pequeño santuario encima de la marca cenicienta donde fueron inmolados los hermanos. Algunos lamentan lo que el linchamiento le hizo a su ciudad. "Tenemos tantas cosas buenas en este lugar. Nuestra cultura, nuestras tradiciones y artesanías", dice Juan Guzmán, el vicealcalde. Pero para otros vecinos esa reputación no es tan mala: dicen que los ladrones y potenciales secuestradores lo pensarán dos veces antes de poner pie en Ajalpan.
El Papa hablará con los fieles
- Durante el viaje a México, previsto del 12 al 18 de febrero próximo, el papa Francisco se reunirá con fieles y responderá a sus preguntas, anunció ayer monseñor Darío Viganó, prefecto de la Secretaría para las Comunicaciones del Vaticano.
- "Habrá una suerte de encuentro que el Santo Padre tendrá con las personas de distintas ciudades de México, que podrán hacer preguntas, a las cuales responderá", dijo Viganó. "Además, habrá el habitual videomensaje antes del viaje", agregó.
Traducción de Jaime Arrambide
Azam Ahmed y Paulina Villegas
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