Ingo Schulze: "No hubo reunificación de Alemania, sino una pura anexión"
El autor berlinés Ingo Schulze, de 51 años, es considerado uno de los cronistas más significativos de la historia de las dos Alemanias. Con su recopilación de cuentos Historias simples ofreció, después de la caída del Muro, una mirada sensible hacia los cambios dramáticos y profundos que afectaron las vidas de los ciudadanos del Este, como él.
Schulze fue protagonista de la caída del Muro, ya que figuró entre los organizadores de las manifestaciones pacíficas de Leipzig, que con su amplia participación popular ejercieron una gran presión sobre el gobierno filosoviético.
-¿Cómo vivió usted el 9 de noviembre de 1989??
-Fue uno de los pocos días de aquella época en que me acosté muy temprano. Cuando me desperté, el Muro ya no estaba. Mi primera preocupación fue: ahora se van a ir todos al Oeste y nadie va a participar de la manifestación que hemos organizado. Como es lógico, la caída del Muro fue un quiebre. Pero para mí fue más importante lo que hizo posible este quiebre. Es decir, las demostraciones pacíficas en muchas ciudades de Alemania. Para mí fue más determinante la marcha del 9 de octubre en Leipzig, cuando unas 70.000 personas protestaron en contra del gobierno. Nunca se había vivido una protesta de aquellas dimensiones en la RDA.
-¿Cuál es su evaluación de la reunificación alemana?
-Yo creo que no fue una reunificación, sino una anexión. También se puede estar contento con eso. Se puede decir que la anexión ha funcionado. No hay propulsiones separatistas en Alemania como, por ejemplo, las que se viven en España, Gran Bretaña, Canadá o Italia. No es poca cosa. Sin embargo, fue una lástima: no fue una reunificación, porque para ello también el Oeste habría tenido que modificarse. Por el contrario, el Oeste se puso a sí mismo en el papel de ganador. De un día para otro, todo lo que se hacía en el Oeste estaba considerado correcto y lo del Este, malo.
-Lo acusan de Ostalgie, es decir, de añorar la RDA.
-Siempre me miran mal cuando digo que la transición desde la RDA hasta la actualidad simplemente fue un cambio de dependencia. Hoy gozamos de una mayor libertad. Pero la lógica económica ha adquirido una función de control en las vidas: ya no es represión como antes, pero hay una especie de sumisión voluntaria a esta ideología. Dentro de esa lógica, por ejemplo, los consultores económicos están orgullosos de lo poco que duermen y ven a sus familias debido al trabajo.
-Usted luchó por sus derechos en la RDA. ¿Qué queda hoy de aquella lucha?
-Entonces luchamos por derechos que no había. Sin embargo, hoy en día estos derechos parecen haber sido olvidados. Ya nadie habla del derecho al trabajo. Una sociedad cambia radicalmente su manera de entenderse si este derecho queda cancelado. Creo que una sociedad tiene el deber de ofrecer trabajo a las personas y cuando no es posible el Estado se tiene que ocupar de ellas. Pero ahora es al revés: hay amortiguadores sociales, pero faltan trabajos dignos. Creo que la estructura actual es tan dudosa como la del socialismo real.
-Veinticinco años después de la caída del Muro y unos seis años después de una crisis económica que está poniendo a prueba a Europa, ¿cree usted que se habría podido rescatar algo de la RDA?
-Es una pregunta que me mantiene muy ocupado, también a nivel literario. Leí en tiempos recientes que el 60% de los daños ambientales producidos por la economía suiza se producen en el extranjero. Supongo que encontraríamos en Alemania números parecidos. Hoy en día nos permitimos el lujo de exportar nuestras molestias. Esto no era posible en la RDA, teníamos que vivir con las consecuencias de nuestras acciones. (?) Son cuestiones que me obligan a pensar que vivimos en una doble moral. Con respecto a la RDA, creo que no se habría tenido que privatizar todo tan rápidamente. Las consecuencias más dramáticas se vieron, por ejemplo, en el sector de la salud, donde las privatizaciones crearon discriminaciones y absurdos.
-En una de sus recientes novelas, uno de los personajes dice: "Lo que Alemania no hizo con los tanques lo está haciendo con la economía". ¿Refleja su opinión?
-Es una paradoja. Pero queda fuera de toda duda que Alemania está aplastando a los otros países europeos. Ahora todo es tan tremendamente competitivo que uno se explota a sí mismo. Es otro tipo de opresión.
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