"No puedo odiar a los palestinos, ¿por qué lo haría?"
ASHKELON.- Natan Galkowicz llega a la cita después de repartir gratuitamente 300 raciones de comida a soldados israelíes que combaten en la Franja de Gaza. "Vamos a un lugar seguro", dice, a modo de presentación. En la ciudad israelí de Ashkelon se siente en estos días el miedo por los cohetes lanzados por milicianos desde el enclave palestino, que hacen que las sirenas de alarma suenen a menudo.
En la casa de la familia Galkowicz, en el kibutz de Bror Hayil, a sólo siete kilómetros de la Franja, los cohetes de Hamas son "desde hace 13 años" parte de la vida cotidiana de sus 500 habitantes.
En 2005, uno de esos misiles mató a una hija de Natan, Dana, de 22 años, y transformó para siempre la vida de esta familia brasileño-argentina, instalada en Israel desde la década del 80.
"Íbamos en auto a Tel Aviv. Faltaban 15 minutos para las seis de la tarde cuando nos llamó el novio de Dana, para pedirnos que volviéramos porque algo había sucedido. Quince minutos después, en la radio se anunció la muerte de una mujer en el sur de Israel, alcanzada por un misil. Supe que era mi hija", recuerda su padre.
Para Natan, nacido en San Pablo, el cambio de vida fue radical: tras dedicarse 34 años a la informática, decidió dar rienda suelta a su pasión por la cocina y abrió un restaurante brasileño en Bror Hayil. "Es un lugar alegre, lleno de vida y donde se come bien. Es nuestro homenaje a Dana", explica este hombre de 62 años, de mirada cansada, pero con el entusiasmo propio de un joven.
En lugar de rumiar su dolor, Natan empezó a bregar por la paz entre israelíes y palestinos "con un trabajo de hormiguita": desde participar en coloquios dentro y fuera de Israel, e intentar organizar un partido de fútbol entre israelíes y palestinos, hasta hablar con autoridades para convencerlas de que la solución al conflicto es política y no militar. Su esposa y sus dos hijos respetan esa opción de vida, pero prefirieron quedarse al margen.
"Yo no puedo odiar a los palestinos. ¿Por qué lo haría? Ellos son personas como nosotros: quieren vivir, crecer, estudiar y desean el bien de sus hijos. Tenemos que aprender a vivir juntos, pero el problema son los extremistas de ambos lados", señala.
Conversar con Natan es caer de nuevo en la cuenta de que en Israel y los territorios palestinos las cosas no son blancas o negras, y que a los civiles no se les puede atribuir a la ligera calificativos como "sionista", "propalestino" o "antisemita".
Este brasileño-israelí ama su país, pero no sus gobiernos. Tiene amigos en Gaza y prepara comida para los soldados que luchan en la Franja gracias a donaciones que recibe. Repudia al grupo Hamas por haber tomado "como rehenes" a los palestinos de Gaza, pero admite que el uso israelí de la fuerza es "excesivo" y no resolverá nada.
"Yo no soy ni de derecha ni de izquierda. Soy una persona que está a favor de la paz. Antes de la muerte de mi hija miraba la televisión, pero las cosas no me importaban. Ahora me llaman ingenuo porque intento cambiar pequeñas cosas y hablo públicamente de lo que sueño para mi país. Pero es mi forma de luchar. No puedo quedarme sin hacer nada", explica Natan.
Las sirenas que avisan de la llegada de un cohete palestino a la zona interrumpen la conversación y la cafetería se vacía en dos minutos.
"La paz vendrá de las bases, de iniciativas de los ciudadanos. Necesitamos una primavera israelí-palestina. Que la gente de los dos lados salga a la calle a decir «basta» a nuestros líderes", prosigue.
Impotencia
Natan observa con impotencia la actual ofensiva militar israelí y recuerda cómo en los 80 su esposa y él iban a comprar verdura y muebles a Gaza, y más de 6000 pobladores de la Franja acudían a trabajar diariamente a Israel. Esas imágenes no se repiten desde hace años.
"Me duelen mucho las muertes de chicos y mujeres en Gaza. Sus muertes no tienen razón de ser. Pero creo que los extremistas los están usando. ¿De dónde salen los túneles por los que quieren infiltrarse en Israel, por ejemplo? De debajo de escuelas o de casas donde viven familias", dice.
Pero ¿la ofensiva que dejó más de 1500 palestinos y 66 israelíes muertos resolverá algo? "La verdad no lo sé", responde Natan, después de reflexionar algunos segundos. "Tampoco podíamos seguir recibiendo cohetes de Hamas. Tal vez la fuerza se justifique momentáneamente, pero está claro que no va a solucionar nada. Y creo que ninguno de los dos lados sabe cómo detener la violencia ahora", concluye.
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