Silenciado, Trump busca nueva red social y la Casa Blanca prepara un golpe contra las gigantes tecnológicas
WASHINGTON.- La decisión de Twitter de suspender al presidente Trump pocos días antes del final de su mandato desató feroces críticas de sus aliados más duros, y algunos de sus defensores, y hasta propia Casa Blanca, ya empezaron a buscar un nuevo canal de comunicación virtual para el presidente.
Muchos destacados conservadores –como Brad Parscale, exdirector de campaña de Trump, y Rush Limbaugh, locutor líder de la radio de derecha en Estados Unidos– reaccionaron a la suspensión de Trump despotricando contra Twitter, cerrando inmediatamente su cuenta en la aplicación, o alentando a los seguidores del presidente a volcarse a plataformas alternativas. Trump mismo reveló que está negociando su incorporación a otras redes sociales, y hasta planteó la posibilidad de crear su propia plataforma online.
Mientras tanto, la Casa Blanca evalúa una ofensiva relámpago el lunes mismo contra Twitter y otras gigantes tecnológicas, a las que recriminan haber silenciado al presidente y coartado su posibilidad de comunicarse con sus seguidores. Una fuente interna de la Casa Blanca dice que también piensan impulsar nuevas regulaciones contra Silicon Valley. Parece que Trump está furioso por haber sido suspendido y planea pasar los días finales de su mandato torpedeando a la industria tecnológica.
Pero las amenazas de Trump también ponen de manifiesto su dependencia de esas mismas redes sociales que critica desde hace tiempo por su presunta parcialidad política. El ahora presidente saliente siempre supo aprovechar a sus más de 88 millones de seguidores en Twitter para destrozar a sus rivales, apoyar a sus aliados, o desparramar falsedades a escala viral.
Ese impresionante alcance online fue un inmenso megáfono sin parangón en la política norteamericana. Pero su retórica corrosiva tuvo consecuencias letales la semana pasada, cuando sus tuits con denuncias infundadas sobre la elección de 2020 dieron pie a una horda de sus seguidores para irrumpir en el Capitolio.
El presidente y sus aliados ahora enfrentan el agobiante escollo técnico y logístico de mudarse a una nueva red social o crear su propio espacio online, cuya audiencia probablemente sea mucho menor que aquellas a las que Trump estuvo acostumbrado hasta ahora. Su alejamiento de las grandes redes sociales marcaría un retiro hacia comunidades insulares conservadoras y amenazaría con exacerbar la grieta partidaria en un país al que Trump ya ha llevado al borde del abismo.
"Creo que los seguidores ocasionales del presidente empezarán a recibir sus mensajes con menos frecuencia", dice Emerson T. Brooking, investigador del tema de la desinformación en el Atlantic Council.
"Pero obviamente seguirá teniendo millones de seguidores acérrimos que se ocuparán de multiplicar su mensaje y que lo seguirán a cualquier espacio online que decida ocupar, pero será un grupo más pequeño y fanatizado", dice Brooking, y manifiesta su temor de que se "radicalicen al extremo".
La exclusión de Trump de la red Twitter se produjo el viernes por la noche como parte de un tardío y amplio ajuste de cuentas de la red en su conjunto, incluidas las gigantes tecnológicas Apple, Facebook y Google, que tomaron medidas sin precedentes para disciplinar a las aplicaciones, a los usuarios y a las cuentas consideradas funcionales a la violencia que el miércoles obligó a los legisladores norteamericanos a atrincherarse debajo de sus bancas.
Antes de suspender a Trump, Twitter barrió a una chorrera de usuarios vinculados con QAnon, una conocida teoría conspiranoica. YouTube, propiedad de Google, suspendió los canales vinculados con Stephen K. Bannon, exdirector de campaña de Trump. Y tanto Apple como Google bloquearon la descarga de Parler, una plataforma pro-Trump donde los usuarios estaban incitando a una escalada mayor de violencia. Apple anunció su medida a última hora del sábado, diciendo que Parler estaba suspendida hasta que mejorara sus procedimientos de moderación de contenidos. Pero el golpe más grande lo asestó Amazon, que el sábado anunció que dejaría de alojar a Parler en sus servidores, una medida que podría hundir indefinidamente en el olvido al sitio conservador.
Todas esas medidas reflejan el nuevo rigor de parte de Silicon Valley para castigar a los que esparcen contenidos dañinos, desde desinformación electoral hasta discursos de odio y amenazas de violencia. Legisladores, investigadores informáticos y grupos de derechos humanos elogiaron esas medidas, aunque también las criticaron por insuficientes y tardías, por llegar cuando el mandato de Trump toca a su fin.
Pero la suspensión perpetua de Trump es como un genocidio digital a los ojos de los aliados más conservadores de Trump, que ya denuncian censura.
Publicado por Donald Trump Jr. enSábado, 9 de enero de 2021
El senador Lindsey O. Graham, republicano por Carolina del Sur y uno de los mayores aliados de Trump, dijo estar "más comprometido que nunca" con poner fin a las protecciones legales de las que gozan Facebook, Twitter y otras redes sociales, a las que acusa de censura. Limbaugh borró su cuenta de Twitter y su colega de radio, Mark Levin, también anunció su retiro de la red social del pajarito y alentó a sus radioescuchas a hacer lo propio. El hijo del presidente, Donald Trump Jr., posteó en Facebook un video que advierte a sus seguidores que es solo cuestión de tiempo hasta que las empresas de redes sociales "nos empujen a todos fuera de esas plataformas que tan fuertemente censuran y regulan, aunque en un solo sentido". También le pidió a los seguidores de su padre que están atentos a las alertas en su sitio web.
"Ya les haré saber dónde terminamos mi padre y yo, dónde nos instalamos para seguir adelante", dijo Trump Jr.
El viernes, no bien Twitter lo suspendió, Trump amenazó con levantar campamento y mudarse otra red social, al grito de "¡No seré SILENCIADO!" y prometiendo "un gran anuncio muy pronto". Pero la pérdida de Twitter parece ser un golpe bajo con tintes personales: Trump estaba obsesionado con esa plataforma, y disfrutaba calculando el tiempo que tardaban en viralizarse sus posteos y en llegar a la televisión.
De hecho, el equipo de Trump ya está desbordado de propuestas de otras redes sociales para que se sume, y los emisarios del presidente ya han mantenido conversaciones con otras plataformas. Pero Trump les ha confiado a sus aliados que prefiere lanzar su propio servicio, aunque ya le han advertido que sería inviable y costosísimo.
"Levantar una nueva red social de la nada es muy difícil", dice Yochai Benkler, codirector del Centro Berkman Klein de Internet y Sociedad de la Universidad de Harvard. "Puede ser que Trump sea tan importante y famoso como para sumar a un par de millones de personas a su red, pero la cuestión económica la convertiría en una opción más interna y aislada, porque el negocio de las redes es justamente llegar a muchos tipos de personas distintos".
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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