Siguen las dudas sobre el asesinato de Kennedy
Misterio: al cumplirse otro aniversario del magnicidio, las sospechas sobre un complot en la muerte y en la investigación no terminan de disiparse.
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Pasaron 35 años, pero las dudas persisten. Pocos hechos en la historia contemporánea han provocado tanta controversia y han alimentado tantas hipótesis como el de aquel trágico mediodía en Dallas, cuando las balas abatieron a un presidente, crearon el mito e instalaron el misterio.
La divulgación, hace diez días, de un informe de los Archivos Nacionales según el cual las fotografías de las dos autopsias de John F. Kennedy difieren notablemente, añade otro interrogante a los muchos que ya existen.
Douglas Horne, director de la Junta Revisora de los Registros de Asesinatos ( Assassinations Record Review Board ) creada por el Congreso norteamericano para que analizara las conclusiones de la Comisión Warren, dijo estar "entre un 90 y 95 por ciento seguro" de que las fotografías del cerebro de Kennedy guardadas en los archivos no corresponden al presidente.
En la primera autopsia, realizada el mismo día del crimen en el hospital Parkland de Dallas, el cerebro estaba dañado en la parte frontal, prácticamente destrozado, mientras que en las tomas correspondientes a la segunda autopsia, hecha tres días más tarde en Washington, aparece dañado en la parte posterior.
También existen dudas sobre si el orificio en el cuello de Kennedy fue causado por la salida o la entrada de un proyectil. La cuestión de las heridas constituye la base sobre la cual se sustenta la teoría de la conspiración: la existencia de un segundo tirador aquel mediodía en la plaza Dealey. Esta presunción inicial fue desestimada por la Comisión Warren, que estableció en 1964 que Lee Harvey Oswald, un desequilibrado con antecedentes comunistas, había sido el único autor del asesinato de Kennedy.
Según la teoría del complot, el segundo tirador habría estado en una loma conocida como Grassy Knoll. De hecho, varios asistentes al desfile presidencial se arrojaron al suelo en ese sector y dos policías corrieron hacia allí buscando el origen de los disparos, para abandonar su propósito poco después tras descubrir a otro policía, que bien pudo ser una persona disfrazada.
La presunta existencia del segundo tirador no es el único argumento que esgrimen los defensores de la teoría conspirativa. Habría que añadir, por lo menos, estos otros:
- El informe oficial indica que hubo tres disparos en la plaza Dealey. Uno de los tiros falló el blanco y alcanzó al peatón James Tague y otro fue el definitivo, lo cual deja al restante como el único posible de atravesar al presidente y de provocar las múltiples heridas que recibió el gobernador de Texas, John Connally, en una trayectoria que muchos creen imposible. Esa misma bala fue luego encontrada en la camilla del hospital en casi perfectas condiciones.
- La velocidad con la que se realizó la sucesión de disparos. Peritos en armas de fuego han mostrado su extrañeza ante la posibilidad de que alguien haya sido capaz de liberar el seguro y luego hacer puntería con tanta rapidez.
- El movimiento que efectúa la cabeza de Kennedy cuando recibe el disparo mortal hace pensar en un impacto frontal-lateral.
- La lentitud de reflejos de los encargados de la custodia, especialmente de los dos que ocupaban la limusina presidencial.
- La gran cantidad de agentes de seguridad en la zona, con armas de fuego y aparentemente sin funciones designadas.
- La existencia en la ruta de la caravana del misterioso "hombre del paraguas" y de su acompañante, en un día de sol, y que acaso hayan dado señales en código a los tiradores.
- La muerte, en circunstancias confusas (disparos de bala, accidentes, suicidios, ataques de corazón, un golpe de karate, herida de arma blanca), además de por causas naturales, de 18 testigos en los tres años posteriores al crimen.
- La decisión de mantener en secreto documentos relacionados con Oswald hasta el año 2038.
Los supuestos conspiradores
A la hora de señalar a presuntos participantes del complot, los defensores de la teoría conspirativa apuntan al régimen de Fidel Castro, a la mafia, a los magnates del petróleo, a los capitanes de la industria bélica, a la CIA, al FBI y hasta al mismo vicepresidente Lyndon Johnson, en distinto grado, ya sea como actores principales, copartícipes o encubridores.
En este terreno, la frontera entre lo ficticio, lo probable y lo puramente especulativo se ha diluido con los años hasta instalar un estado de sospecha permanente en la conciencia colectiva, pero sin pistas firmes, mientras los defensores de la versión oficial reiteran que todo ello no es más que el producto de mentes enfermizas.
A todo esto, y a pesar de las revelaciones sobre las fotografías de las autopsias, la Junta Revisora dijo que no había pruebas para sostener o refutar la teoría de la conspiración contra Kennedy ni tampoco en la posterior muerte de Oswald, a manos del propietario de clubes nocturnos Jack Ruby.
Y añadió que muchos documentos mantenidos en secreto no han hecho más que crear suspicacias "que erosionaron la confianza en los organismos federales" y llevaron al pueblo norteamericano a creer que el gobierno ocultaba algo, una idea que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, no termina de disiparse.
"Era un ser humano maravilloso"
Opinan su asesor y una testigo directa
"A las personas les cuesta creer que un asesino lunático haya sido el responsable de acabar con una época tan especial. Les gustaría encontrar un motivo importante, una causa que lo explique todo. Se resisten a la idea de que la muerte de Kennedy sea algo absurdo. Pero no hay pruebas que demuestren lo contrario".
Theodore Sorensen, durante once años asesor legal y político de Kennedy, habla a regañadientes del asesinato de Dallas. "Fue un momento terrible, triste, difícil de aceptar", afirma a La Nación quien estuvo al lado del presidente demócrata durante la crisis de los misiles de Cuba, en 1962, en la lucha por la aprobación de leyes sobre los derechos civiles y en la decisión de enviar un hombre a la Luna.
"Los asesinatos de John y Robert Kennedy y de Martin Luther King fueron hechos dramáticos y decisivos, porque si ellos hubieran vivido, la historia habría sido diferente. Fueron protagonistas de una etapa única en la historia norteamericana, de conquistas y esperanzas", señala Sorensen, quien a los 70 años ejerce su profesión de abogado en un prestigioso estudio de Nueva York.
Y luego explica cuáles fueron las singulares cualidades de John Kennedy: "Como líder político fue uno de los más extraordinarios de esta era. Tenía una mente amplia, libre de toda clase de prejuicios, absolutamente objetiva. Era capaz de analizar imparcialmente los asuntos internos, pero especialmente los internacionales. Comprendía perfectamente cuando alguien le presentaba un punto de vista diferente.
"Como ser humano -agrega-, era maravilloso. Pasé con él once años, sus ocho como senador y los tres de su presidencia. Y fueron los años más interesantes y gratificantes de mi vida."