“Si tuviera otra edad, me sumaría a la resistencia contra las fuerzas de Putin, el nuevo Hitler”, dice un sobreviviente del Holocausto en Ucrania
La comunidad judía en la ciudad portuaria de Odessa, brutalmente atacada por el ejército ruso, revive el horror de la Segunda Guerra Mundial con la ofensiva rusa y remarca una paradoja histórica
ODESSA.- Están atónitos, shockeados, incrédulos. Los judíos de Odessa, una comunidad histórica, legendaria, de la “perla” del Mar Negro y el mayor puerto de Ucrania, no pueden creer lo que está sucediendo. Las imágenes de espanto que llegan de la localidad de Bucha, localidad al norte de Kiev que el ejército ruso ha dejado sembrada de cadáveres maniatados y fosas comunes, los dejan sin palabras, mudos. Pero también las imágenes de destrucción de Mariupol, ciudad portuaria mártir sobre el Mar de Azov, donde también se han denunciado fosas comunes y otras barbaridades.
“No puedo creer que en el año 2022 todavía puede haber semejante terrible catástrofe como estamos viendo en Bucha... Pero no es sólo Bucha, también es Mariupol... Personas que salieron de Mariupol me contaron unas historias tan terribles que no podía creer... Escucho lo que me cuentan, veo las imágenes y no lo puedo creer, porque son historias como las que leí en libros, que están sucediendo hoy!”, dice, gesticulando, el rabino Abraham Wolf. “¡Es catastrófico, el mundo tiene que detenerse, llorar y decir ‘paren esta catástrofe’... Es increíble, estoy shockeado y creo que tenemos que hablar de esto”, insiste el líder de la comunidad judía ortodoxa Chabad de Odessa, agarrándose la cabeza, en una entrevista con LA NACION en su oficina del segundo piso de la sinagoga Chabad de la ciudad.
Segundo exilio
Si es mundial el asombro ante el espanto que ha generado esta guerra sin reglas, donde objetivos civiles, hospitales, escuelas, refugios, teatros, han sido blancos militares del invasor ruso, la incredulidad aún es mayor en la pequeña comunidad judía de Odessa, que está viviendo un segundo exilio. Floreciente y famosa en la década de 1920, durante la Segunda Guerra Mundial, entre 1941 y 1944, cuando la ciudad fue ocupada por tropas rumanas aliadas de los nazis, fue perseguida y masacrada. Entonces unos 100.000 judíos de la región de Odessa fueron asesinados y quemados vivos por los rumanos, que implementaron la doctrina de purificación racial nazi. El Holocausto y luego la emigración alimentada por el antisemitismo soviético, con el pasar de los años redujo la minoría judía de Odessa a una sombra. Muchos judíos se fueron a la Brighton Beach, de Nueva York, ahora llamada Little Odessa. Y con esta guerra lanzada por Vladimir Putin, la comunidad, que contaba con 25.000 miembros, volvió a verse obligada a huir, reduciéndose a 5000 personas. Tanto es así que sólo está funcionando una de las dos sinagogas de Odessa, la de la comunidad Chabad, porque la otra ha sido cerrada. Y en las últimas semanas de guerra, el rabino Wolf ha cambiado dramáticamente su tarea.
“En dos días, hemos enviado a Berlín 120 niños del orfanato que tenemos aquí, además a 160 mujeres y niños y hemos ocupado en la capital alemana un hotel que ya hemos bautizado ‘hotel Odessa’. Ahí trabajan mi mujer y varios de mis hijos. Por otro lado, hemos ayudado a salir hacia Moldavia a más de 1200 personas y actualmente estamos ayudando a quienes se quedaron, entregando comida, medicamentos y demás”, precisa.
Más allá de este nuevo trabajo, el rabino, nacido en Israel y que vive en Odessa -que considera el mejor lugar del mundo- desde hace más de treinta años, insiste en que jamás se imaginó que pudiera pasar lo que está pasando. “¡Lo más increíble es que quieren liberarme a mí del nazismo! ¿No es de ciencia ficción de hablarme a mí de nazismo y hacer lo que hicieron en Bucha? Soy el rabino más libre del mundo, no hablo ucraniano, hablo sólo ruso, siempre me ayudaron en Odessa a construir mi comunidad, me siento más libre que los rabinos de Israel, de Francia o de Nueva York, paseo por Odessa con mi barba, mis vestimentas y todos me saludan, leí sobre el nazismo en los libros. Y ahora alguien quiere liberarme y matar a la gente, mujeres, niños... Es algo fuera de la realidad”, clama Wolf.
Paradoja
Coincide Zvi-Hirsh Binder, otro miembro de la comunidad, que dirige desde hace 20 años el Museo de Historia Judía de Odessa, que, por supuesto se encuentra cerrado, pero que abre a los periodistas.
“Estamos viviendo una pesadilla. Y lo más increíble y paradójico es cómo se han dado vuelta las cosas. Si al final de la Segunda Guerra Mundial nosotros, los judíos de Ucrania fuimos liberados por la armada roja soviética y masacrados por los alemanes y sus aliados rumanos, ahora estamos siendo masacrados por los rusos y nos están ayudando los alemanes y los rumanos, que están recibiendo a nuestros refugiados”, apunta Binder.
En su museo tiene viejas fotos en blanco y negro, objetos, muebles y memorabilia de la época de oro de la comunidad judía de Odessa, de la que partieron también judíos que terminaron emigrando a la Argentina. En una pared, como destaca Binder, hay un cuadro de 1941 que muestra una calle de Odessa llena de “erizos checos”, como les dicen a los obstáculos de defensa antitanque formados por vigas metálicas angulares, también llamados ‘caballos de frisia’. Ochenta años después los erizos checos han vuelto a ser parte de la geografía de esta ciudad militarizada, vaciada y asustada ante los continuos ataques con misiles que llegan desde Crimea.
“Mi generación vivió el Holocausto, la hambruna, los campos de concentración. Nunca imaginamos que íbamos a ver otro genocidio, otro Holocausto, pero esta vez no contra los judíos, sino contra los ucranianos, como el que se ha cometido en Bucha y, antes en Mariupol”, dice Roman Shvarcman, vicepresidente de la Asociación de exprisioneros de ghettos y campos de concentración de Odessa.
Sobreviviente
De 86 años, pelo blanco y ojos profundos, Shvarcman recuerda que, a los cuatro años y medio, junto a su mamá y sus 8 hermanos, terminó en el ghetto que los nazis montaron en el poblado de Bershad, en la región de Vinnytsya. “Los alemanes llamaron a los civiles a registrarse y yo acompañé a mi mamá hasta el mercado. Entonces vi a dos personas, un hombre y una mujer, ahorcados, que colgaban desde un árbol”, relata. “Aunque había un río que pasaba cerca, en el ghetto no teníamos agua ni comida. Los que eran fuertes iban a los campos a trabajar para los alemanes y la única forma de sobrevivir era cuando alguien que trabajaba en el campo lograba ocultar una papa u otra cosa comestible entre la ropa. Una vez mi hermano mayor, de 12 años, fue salvajemente golpeado porque intentó robar comida de caballo”, evoca. “Vivió toda su vida con dolores en la espalda por esos golpes”, agrega.
¿Cómo vive este sobreviviente del Holocausto el horror actual, cuyo símbolo es Bucha? “Mi generación no tuvo infancia, experimentó el Holocausto, la hambruna, los campos de concentración... Y ahora vemos que, como el fascismo alemán planeó matar a 11 millones de judíos de Europa, ahora un nuevo fascismo, el de Putin, que habla de desnazificación, un término que sólo él sabe qué significa, planea matar a la mayoría de la población ucraniana”, contesta. “Así como esta idea es apoyada por el 90% de la población rusa, en su momento Hitler contaba con el apoyo del 90% de los alemanes. Así como Hitler atacó a la Unión Soviética inesperadamente, ahora Putin atacó a Ucrania inesperadamente”, subraya, trazando paralelismos históricos escalofriantes.
Shvarcman cuenta que de los 370 sobrevivientes del Holocausto que hay en la región de Odessa, 27 se fueron al exterior. “Yo no me pienso ir, tengo a mis hijos y nietos aquí”, asegura, al contar que sus dos hijas perdieron el trabajo por culpa de la guerra. Una trabajaba en una compañía naviera y la otra como cosmetóloga.
“Vivo en un departamento en el piso diez y todas las noches me veo obligado a bajar hasta el refugio a pie, porque por supuesto no se puede tomar el ascensor cuando suenas las sirenas”, también cuenta. Pero no se queja y reflexiona: “Putin empezó esta invasión diciendo que quería salvar a los rusófonos, como nosotros en Odessa, de los nazis. ¿Usted vio aquí en Odessa a nacionalistas derechistas que nos trataran mal?” pregunta. “Es importante que los periodistas muestren la verdad y hagan saber que es todo propaganda lo que dice Putin”, afirma. “Si tuviera otra edad -concluye- me enrolaría en las Fuerzas de Defensa Territoriales. Agarraría un rifle y me sumaría a la resistencia contra las fuerzas de Putin, el nuevo Hitler”.