"Si se termina la lucha, se termina todo": los venezolanos que volvieron salir a la calle después de la semana de violencia
LA NACION recorrió Caracas durante la "marcha del silencio", una movilización marcada por el llamado a la resistencia
CARACAS.- “Sácate el gorro, que no lo vean”. Rubén García alertó a su pareja, Heidi Sánchez, y ella reaccionó al instante. Logró esconder su gorra con la bandera de Venezuela antes de que agentes de la Guardia Nacional Bolivariana (policía militarizada) con los rifles al frente los obligaran a detener su auto sobre la avenida Urdaneta, pleno centro de Caracas.
El oficial los obligó a bajar las ventanillas, lanzó una mirada amenazante, y los dejó ir. Luego Heidi volvió a vestir la gorra que replica a la bandera nacional, convertida en símbolo de la oposición, junto a las remeras blancas “en honor a los caídos” que llenaron ayer varias avenidas de la ciudad en dirección a la Conferencia Episcopal Venezolana para la llamada "marcha del silencio".
La tensión se sentía en las calles de Caracas, pero fue menor que en los últimos días. Los accesos cortados fueron una escena repetida pero -por primera vez en la semana- hubo una ruta habilitada para que los manifestantes lleguen a su destino final, encabezados por un sacerdote, además del líder opositor Henrique Capriles .
“¡Pueblo, despierta, únete a la lucha!”, cantaba un grupo de personas vestidas de blanco escoltados por policías motorizados, después de que las fuerzas de seguridad oficialistas y el diputado opositor Ángel Medina acordaran la liberación de una ruta para llegar a la sede religiosa ubicada en Montalbán, en el oeste del país, históricamente chavista.
"Pueblo, despierta, únete a la lucha!" #MarchaDelSilencio en #chacao#venezuelapic.twitter.com/P2niBKJ5VP&— Julieta Nassau (@julinassau) 22 de abril de 2017
La espiral de violencia que elevó esta semana a 21 la cantidad de muertos en manifestaciones y saqueos no pareció amedrentar a los manifestantes.
“Si se termina la lucha, se termina todo”, dice, categórico, Rubén, antes de salir hacia la marcha junto a Heidi. “Estamos luchando no sólo por sacarlos [del gobierno] sino para que nos permitan tener unas elecciones, el referéndum revocatorio, y para que nos permitan marchar tranquilamente sin que los grupos paramilitares salgan a matarnos por estar en contra de este gobierno”, agrega este hombre de 39 años en diálogo con LA NACION.
Rubén, quien trabajó en el Gobierno y fue militante chavista hasta 2009, año al que le adjudica su “divorcio" con la revolución bolivariana, expone un ejemplo que para él resume la fuerte crisis económica que también está detrás de las manifestaciones de las últimas semanas, disparadas después de que el Gobierno quitara las facultades a la Asamblea Nacional, hoy con mayoría opositora.
“Con lo que tú compras un caucho [un neumático] para un auto o un camión, hace cinco años con Chávez podías comprar un departamento. Cinco años después del hombre más nefasto de Venezuela, que fue Chávez”, dice este chavista desencantado.
“La represión que tenemos ahora no es normal, es increíble. Pero no me da miedo", expresa por su parte Heidi. "Es triste que a mis 26 años mis planes sean terminar la carrera e irme del país, pero no hay futuro aquí", agrega esta joven, a punto de recibirse de contadora. "Si sale este gobierno, me quedo. Yo apoyo 100% a la oposición. Capriles debería ser presidente”, expone, y se enoja al hablar sobre la inhabilitación para el principal candidato de la oposición para ser ocupar cargos públicos por los próximos 15 años.
El dentífrico como antídoto
Las motos son los vehículos preferidos para llegar a las marchas: pueden ir casi por cualquier lado y son rápidas a la hora de escapar de la represión. Arriba de ellas, se ven personas con las caras pintas de blanco. ¿Por qué? Los manifestantes descubrieron que si se pintan la cara con dentífrico, el efecto de los gases lacrimógenos es menor. Por eso también algunas de las personas que caminaban en grupos y con remera blanca por los costados de las autopistas llevaban botellas de vinagre o “antídotos” a base de agua y bicarbonato de sodio. Todo ayuda a reducir el impacto de los gases, cada vez más fuertes y cotidianos en la ofensiva de las fuerzas oficiales contra las marchas.
Heidi y Rubén, que fueron afectados por esta sustancia en la marcha del pasado miércoles, decidieron dar un paso más allá. Tienen planeado comprarse máscaras antigas para el “trancón” del próximo lunes (bloqueos en los accesos a la ciudad), una movilización que se anticipa masiva.
El efecto las bombas de gases lacrimógenos también son nocivas cuando el artefacto que lanza la sustancia impacta sobre los manifestantes. Eso le sucedió ayer a un amigo de Claudia Smolansky, una estudiante de 23 años, cuando intentaban llegar el grupo a la Comisión Episcopal.
Una de las bombas le cayó en la cabeza al joven, cubierta por un casco, y luego le dislocó un dedo. Tuvo que ser atendido por un médico. Así terminó la intención de estos estudiantes de sumarse a la movilización de ayer, pero no los desalienta para el futuro.
“Creo que todavía se tiene que resistir. Creo que se necesita la calle en este tipos de regímenes donde no tienes una salida jurídica ni electoral. Es la única manera", dice Claudia, hermana de un alcalde opositor, a LA NACION.
Ese mismo llamado a la resistencia y aliento a futuras marchas -la intención es hacerlas día por medio- también estuvo presente en los discursos frente a la sede episcopal. El dirigente Freddy Guevara -figura en ascenso en el espacio Voluntad Popular- dijo, después de rendir tributo a los 21 muertos en las últimas dos semanas: "Si ellos murieron por esta causa, nosotros no tenemos derecho a cansarnos".
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